2 – ANTES DE LA CAÍDA

Antes de la caída (3)

Dios hizo al hombre recto

He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones (Eclesiastés 7:29 RV60).

Mira, sólo esto he hallado: que Dios hizo rectos a los hombres, pero ellos se buscaron muchas artimañas (Eclesiastés 7:29 LBLA).

Al libro de Eclesiastés se le ha denominado el libro de filosofía bíblica. El predicador hace una serie de preguntas a lo largo de su discurso, −como toda filosofía−, y no encuentra respuesta satisfactoria a ninguna de ellas −como cualquier manual filosófico al uso− aunque al final de su discurso parece llegar a una conclusión lógica: «La conclusión, cuando todo se ha oído, es ésta: teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto concierne a toda persona. Porque Dios traerá toda obra a juicio, junto con todo lo oculto, sea bueno o sea malo».

El contexto del versículo con el que hemos comenzado esta serie está enmarcado en la búsqueda. Todo el libro de Eclesiastés es una búsqueda del sentido de la existencia humana. En los versículos anteriores al citado las preguntas formuladas tienen que ver con buscar una mujer decente y no encontrarla −muy políticamente incorrecto en los tiempos que corren−. «He hallado a un hombre entre mil, pero mujer entre todas éstas no he hallado». Sin embargo, sí halló que Dios hizo al hombre recto pero él mismo se buscó muchas perversiones y artimañas.

Es decir, el hombre fue creado con un carácter moral a la semejanza de Dios. Dios es justo. El hombre fue creado recto, justo. De la misma forma podríamos concluir que muchos de los aspectos del carácter de Dios fueron dados al hombre en su creación: amor, justicia, verdad, fidelidad. Sin embargo, el hombre, los hombres, se buscaron muchas perversiones. Aquí tenemos el inicio del mal en la creación de Dios. El pecado entró en el mundo por un hombre, diría más tarde el apóstol Pablo (Rom. 5:12).

No voy a especular sobre el origen del mal, doy por hecho que tuvo su inicio en la tierra mediante la voluntad del hombre. El por qué fue creado el ser humano con capacidad de caer en pecado, siendo que Dios ya lo sabía y lo permitió, y muchas otras preguntas que se suscitan que no tienen respuesta clara en las Escrituras, las dejo para los filósofos, teólogos y discutidores de este mundo. Lo que podemos asegurar es que Dios creó al hombre bueno, con una naturaleza recta y justa, lo vistió de su gloria y le dio su carácter. Sin embargo, la voluntad libre del hombre permitió que escogiera muchas perversiones o artimañas.

La naturaleza del hombre antes de la caída era recta y justa.

1 – ANTES DE LA CAÍDA

Antes de la caída (3)

Introducción

Hemos iniciado este tema, bajo el título general ¿Qué es el hombre? con la relación que hace el apóstol Pablo del carácter de los hombres en los últimos tiempos. Luego hemos continuado con el carácter de los hombres de Dios, y hemos visto que ese carácter tiene como base fundamental la palabra de Dios, es un hombre de la palabra. Ser un hombre de la palabra es recuperar el propósito original de Dios.

La desobediencia del hombre, en el principio, fue hacia la palabra de Dios. Adoptó una postura independiente, de autodeterminación, ante la ordenanza divina. Volver a la casa del Padre es regresar a las directivas del reino, vivir bajo su autoridad, sometidos a su voluntad y disfrutar de la abundancia de su casa.

En esta tercera serie de nuestro tema queremos regresar al principio. Ver la vida del hombre antes de la caída en pecado y el surgimiento del gran cataclismo que afectó a todas las cosas. El hombre en su estado primigenio. No sabemos mucho al respecto, pero algo sabemos, lo suficiente para darnos cuenta que la caída levantó un gran abismo entre el Creador y sus criaturas.

La caída en pecado trastornó y deformó la vida del hombre y la mujer en su totalidad. La búsqueda del Paraíso perdido ha sido y seguirá siendo una máxima en el corazón del hombre. Algo ha quedado impregnado en el alma humana para que haya anhelado intrínsecamente el regreso a sus orígenes. Se ha especulado, imaginado, argumentado, deseado y buscado de muchas formas y maneras la posibilidad de recuperar el mundo perdido que nunca hemos vuelto a ver y que siempre deseamos encontrar. ¿Cómo era ese mundo? ¿Cuánto tiempo vivió el hombre en ese estado? ¿Por qué se truncó? ¿Cómo es posible que un mundo tan maravilloso incluyera en sus entrañas la simiente de su propia destrucción? Encontraremos respuestas a estas y otras muchas preguntas al adentrarnos, aunque sea por un momento, en los confines del más allá de nuestra era presente.

En esta nueva serie no miraremos al futuro, sino al pasado más remoto. Lo haremos de la mano de las Escrituras, por lo que le pedimos a Su Autor principal, el Espíritu Santo, nos guíe y conduzca en este recorrido hasta donde quiera llevarnos. Nuestra esperanza no está en lo que perdimos, sino en aquel que ha hecho posible su recuperación y regeneración: Jesucristo, el Hijo de Dios, el Alfa y Omega, el principio de la creación de Dios, el Autor de la vida, en el que están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento, y en quién estamos completos.

SERIE – 3 / Antes de la caída

Antes de la caída (3)¿Qué  es el hombre?

 Serie – 3

“Antes de la caída”

 

 

NOTA: Iniciaré a partir de ahora la SERIE – 3 que he titulado «Antes de la caída», para adentrarnos en ese periodo del devenir humano. No son muchos los datos que tenemos en la Escritura sobre este tema pero creo suficientes para saber la tremenda tragedia que supuso dicha caída. La pregunta esencial que pretendemos responder es la que aparece en el texto bíblico: ¿Qué es el hombre?. En las dos primeras series hemos tratado el carácter de los hombres en los últimos tiempos, así como el carácter de los hombres de Dios en ese mismo periodo. En las tres series siguientes, mucho mas breves que las realizadas hasta ahora, veremos al hombre antes de la caída, en la caída, y después de la caída. La totalidad de las series (son 12) que componen este inmenso estudio de más de mil páginas es como un compendio de «El devenir humano desde antes de nacer hasta después de morir».

Las 15 meditaciones de esta serie que iniciamos ahora se reseñan en el siguiente índice.  Las iré subiendo a la página Web y las Redes Sociales los lunes, miércoles y viernes de cada semana. Espero que las disfrutéis.

ÍNDICE

  1. Introducción
  2. Dios hizo al hombre recto
  3. Hagamos al hombre
  4. A nuestra imagen y semejanza
  5. Y ejerza dominio
  6. Yo os he dado (primera parte)
  7. Yo os he dado (segunda parte)
  8. Y sopló en su nariz aliento de vida
  9. En Edén
  10. Y ordenó Dios al hombre
  11. Una ayuda idónea
  12. Se unirá a su mujer y serán una sola carne
  13. Estaban ambos desnudos
  14. Paseaban en el huerto al fresco del día
  15. De Él y para Él son todas las cosas

Nota: En esta serie he usado la versión de la Biblia de las Américas (LBLA).

300 – El reino mesiánico (final)

 

El reino mesiánicoConclusiones generales

Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte (1 Corintios 15:24-26)

Conclusiones generales

Para concluir, sin terminar, este tema, señalemos algunas conclusiones generales.

En primer lugar debemos decir que la Escritura anuncia ampliamente la verdad expuesta en esta serie. Podemos discrepar en algunos aspectos, verlos de distinta forma, pero lo que no podremos obviar es que toda la Escritura habla de un reino venidero. Paradójicamente la iglesia no lo predica. La historia de la teología muestra que el abandono de gran parte de las raíces hebreas de nuestra fe ha llevado a interpretar muchos de los textos bíblicos de forma alegórica, una exégesis alejada de lo que predicó la iglesia primitiva. Esa espiritualización de gran parte de la Escritura nos ha conducido a una teología ampliamente establecida en la historia de la iglesia conocida como Teología del Reemplazo. El recorrido que hemos hecho en estas trescientas meditaciones pone de manifiesto que el reino venidero está diseminado amplísimamente en las páginas del Libro. Lo hemos visto especialmente en el libro de Salmos y los profetas, pero también en buena parte del Nuevo Testamento.

Esto nos lleva a constatar una segunda conclusión, la que revela que el reino mesiánico era y es la esperanza de Israel. El sentido escatológico está muy presente en la tradición hebrea. Lo hemos visto en muchos de los personajes principales que encontramos en la primera venida del Mesías.

En tercer lugar debemos diferenciar tres aspectos esenciales del reino de Dios. Desde la perspectiva de la predicación del evangelio hay un primer enfoque del reino que tiene que ver con recibirlo en el corazón. El reino predicado por Jesús y los apóstoles tiene su asentamiento principalmente en el corazón de los hombres –por eso enseñó el Maestro que su reino no era de este mundo− para desde allí reconocer el señorío del Rey comenzando a transformar la vida del hombre desde dentro a fuera. Luego se habla del reino que ha de venir a Jerusalén, establecido en Sion mediante la entronización del Mesías en la ciudad del gran Rey. Por ello es esencial que la ciudad esté en manos de los judíos, quienes lo recibirán con estas palabras: bendito el que viene en el nombre del Señor, tal como lo anticipó Jesús a la ciudad (Mt.23:39). Ese ha sido nuestro tema. Y en tercer lugar debemos saber que hay una manifestación final del reino, el reino eterno. Como escribió el apóstol Pablo en el texto que hemos escogido de base aquí: el fin viene una vez que Jesús ha entregado el reino al Dios y Padre, después que ha sido suprimido todo dominio, autoridad y potencia, cuyo postrer enemigo es la muerte. Esa victoria final da entrada a la eternidad, los nuevos cielos y la nueva tierra en los cuales mora la justicia.

Como cuarta conclusión diremos que el reino de Dios fue preparado desde antes de la fundación del mundo, como está escrito: Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo (Mt.25:34). Vemos su desarrollo en lo que llamamos la revelación progresiva. Hemos hecho un amplio recorrido desde Abraham hasta el rey David, con quién el Señor hizo un pacto eterno para sentar a uno de sus descendientes en su trono, que como anuncian los profetas y los salmos es una indicación clara del Mesías. Ese Mesías, llamado múltiples veces en los evangelios: Jesús, hijo de David, se ha manifestado a su pueblo en la primera venida, y lo volverá a hacer en su segunda aparición.

La quinta conclusión que queremos mencionar es la que tiene que ver con las señales diversas que anuncian su venida. En una primera reseña señalamos los dolores de parto que le preceden: aumento de la maldad, el carácter de los hombres en los últimos tiempos, la restauración de Israel en su tierra como la higuera que ha rebrotado, y el resurgimiento del islam. Luego, hacia el final de nuestro recorrido hemos vuelto a citar algunas otras señales del fin que revelan la antesala previa a la manifestación del Rey que viene: la gran tribulación que hemos enfatizado –contradiciendo claramente ciertas doctrinas escatológicas que anuncian el escape de ella− se producirá, según lo entendemos en los textos citados, antes de la venida del Señor, que aparecerá después de la batalla final en el valle de la Decisión; junto con ello el derramamiento del Espíritu Santo en una dimensión única en todo el mundo, para culminar con la resurrección de los muertos en Cristo que coincidirá con el arrebatamiento de los escogidos en el mismo tiempo de su venida. Todo ello, sin ser exhaustivos, creemos que son sucesos que preceden a la llegada del reino mesiánico en la tierra.

Inmediatamente, como sexta conclusión, hemos visto que el Rey viene a Jerusalén para establecer su reino de justicia y paz, −el trono de David−, edificar el templo y juzgar a las naciones. De esta forma se establecerá el reino durante mil años donde prevalecerá la justicia, la paz y el bienestar mundial.

Y como séptima conclusión quiero reseñar algunas de las condiciones de vida que tendrán lugar en la nueva era que habrá llegado con su venida dando inicio al siglo venidero y sus poderes únicos. Es la manifestación del gobierno de Dios, mediante el Hijo, sobre todas las naciones, desde Jerusalén, cumpliendo así el plan predeterminado y anunciado. En este sentido hemos citado las bodas del Rey, las recompensas que vienen con él, el diablo estará atado durante los mil años que duré el reino y no tendrá posibilidad de engañar a las naciones, la tierra será llena del conocimiento del Señor como las aguas cubren el mar, y este hecho traerá una vida de santidad gloriosa, la altivez y soberbia serán abatidas, no habrá idolatría, ni siquiera se mencionarán los nombres de los ídolos, porque habrá pureza de labios, abundante salud y bienestar social y espiritual.

Debemos recordar que junto con la figura del Rey, máximo exponente del reino, Israel tendrá un lugar preferente en el devenir del futuro reino. Por ello vivimos hoy un tiempo profético único que nos recuerda que el Señor ha sido recibido en el cielo hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas, mencionadas por los profetas, y que será enviado una vez cumplidas (Hch.3:19-21). La batalla no es nuestra, sino del Señor. La oposición feroz de las naciones islámicas al resurgimiento de Israel en su tierra no es más que la resistencia a los planes revelados del Eterno. La unión de las naciones de la tierra en su lucha contra Israel sigue manifestando la rebelión del príncipe de este mundo, el padre de la mentira, como adversario de la voluntad de Dios. Pero está escrito, (lo cual no significa que no habrá oposición y batalla cruenta) que la victoria es del Señor, que entregará al Dios y Padre el reino cuando haya suprimido todo dominio, autoridad y potencia, y el postrer enemigo que será derrotado es la muerte. Después de los mil años el diablo será desatado para la batalla final. Su derrota anunciada lo arrojará al lago de fuego y azufre, donde ya están la bestia y el falso profeta; así como todos los que no se hallaron inscritos en el libro de la Vida, que habrán sido juzgados en el Juicio Final. Serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos (Apc.20:9,10). Luego el fin. Cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia.

Para acabar debemos preguntarnos acerca de quienes estarán viviendo en el Milenio. Podemos resumirlo así: Estarán las personas del pueblo de Israel que han invocado el nombre de Yeshúa para salvación; del mensaje profético se desprende que serán una gran multitud, no sé si todo Israel, pero una multitud muy significativa que reconocerán al que traspasaron. Los cristianos que vivirán el día de la venida del Señor a la tierra, que serán transformados en un abrir y cerrar de ojos, junto con los que vienen con el Señor en su venida, los santos de Dios que han muerto en Cristo de todas las generaciones precedentes. Además habrá niños que nacerán durante el periodo de mil años que durará esta nueva era. No estarán los que se han opuesto a Israel, a su Mesías y a los hijos de Dios, quienes habrán padecido la batalla de Armagedón en el Valle de la Decisión, siendo excluidos de este tiempo único; y todos los impíos que han obrado impíamente, resistiendo la verdad, practicando el pecado y complaciéndose en la injusticia. Aquellos que han resistido el mensaje del evangelio de la gracia, cuyo tiempo actual permite aceptarlo para escapar del presente siglo malo y ser trasladados al reino de su Amado Hijo.

Saludos, Virgilio Zaballos

Barcelona, Junio – 2018

vzaballos@hotmail.com

299 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLas condiciones del Milenio (III) – Una nueva era ha llegado (3)

No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad (Isaías 43:18,19) Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman (1 Corintios 2:9) Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando… diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que lo visites? (Hebreos 2:5,6)

No habrá idolatría

Como hemos visto, en la era venidera la gloria del Señor llenará la tierra, como las aguas cubre el mar; por tanto, la adoración verdadera volverá a las naciones y será extirpada toda idolatría. El Señor destruirá desde Sion la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos; es decir, los cultos babilónicos que se extendieron por la faz del mundo serán destruidos, reducidos a nada. El velo que envuelve a todas las naciones, producido por la idolatría y los cultos falsos, también serán destruidos (Is.25:7). Recuerda que el entendimiento de los incrédulos es cegado por la acción del dios de este siglo, de tal forma que no les resplandece la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios (2 Co.4:4). Ese velo y la ceguera serán suprimidos en el reino mesiánico. El diablo estará atado y su acción sobre las naciones neutralizada. El mensaje de Isaías es claro: Y quitará totalmente los ídolos… Aquel día arrojará el hombre a los topos y murciélagos sus ídolos de plata y sus ídolos de oro, que le hicieron para que adorase, y se meterá en las hendiduras de las rocas y en las cavernas de las peñas, por la presencia formidable de YHVH, y por el resplandor de su majestad, cuando se levante para castigar la tierra (Is.2:18-21). Como dijo el apóstol: ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? (2 Co.6:16).

La presencia tangible de Dios echa fuera la idolatría de las naciones. Israel será depurado de sus ídolos; y los gentiles también. Sion será centro de adoración mundial, como está escrito en el libro del profeta Zacarías: En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia. Y en aquel día, dice YHVH de los ejércitos, quitaré de la tierra los nombres de las imágenes, y nunca más serán recordados; y también haré cortar de la tierra a los profetas y al espíritu de inmundicia (Zacarías 13:1,2). Hasta los nombres de los dioses falsos serán quitados de la tierra; sin recuerdo.

Pureza de labios

Llegó el día para domar la lengua, ese veneno mortal que no ha podido ser refrenado. Porque la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno (Stg.3:6). Así está escrito en la voz del profeta Sofonías: En aquel tiempo devolveré yo a los pueblos pureza de labios, para que todos invoquen el nombre de YHVH, para que le sirvan de común consentimiento (Sof. 3:9). Observa. La santificación, predominante en la era mesiánica, alcanzará a la lengua y su forma de hablar. La pureza de labios, una nueva forma de hablar, extirpará del lenguaje el nombre de los ídolos, la mentira, blasfemia y calumnia. Y para llenar ese vacío inmenso se invocará el nombre que es sobre todo nombre, el nombre de YHVH, Yeshúa, el Rey de Israel; y junto con su invocación el servicio. No hay confesión de fe sin rendimiento a su voluntad. Sería religión muerta, ritos y ceremonias que no alcanzan a regenerar el corazón del hombre. Confesar el nombre de Jesús significa sometimiento a su señorío. El que confiesa con su boca que Jesús es Señor será salvo. E inmediatamente viene el servicio a su Señor. Así debe ser hoy en quienes reciben el reino en sus corazones, y así será en el reino mesiánico; los que invoquen su nombre le servirán de común acuerdo.

Observa. En el mismo sentir. La unanimidad, producida en ocasiones especiales a lo largo de la historia de la iglesia, como el día de Pentecostés y el tiempo posterior, será un hecho cotidiano en la era venidera. No como en Babel. La unidad tendrá como base la verdad, la justicia y el reino. Solo este cambio en la forma de hablar e invocar sería suficiente para establecer un mundo idílico que anhela el alma humana de los justos. ¿Cómo serían hoy las relaciones personales sin la mentira, el engaño y la calumnia? ¿Cómo serían las relaciones entre las naciones sin el engaño, la falsedad y la hipocresía habituales? Si la verdad prevalece hay libertad y justicia. La mentira esclaviza y el engañoso corazón del hombre impide la luz necesaria para la convivencia. El reino de Dios en la tierra nos devuelve la pureza de labios. Y no solo eso, sino que reinarán en tus tiempos la sabiduría y la ciencia, y abundante salvación (Is.33:6). La ciencia ha aumentado como señal de los últimos tiempos en nuestros días (Dn.12:4). La sabiduría humana también, pero la sabiduría que viene de Dios, de lo alto, inundará la tierra en la era venidera, y esa sabiduría es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía (Stg.3:17).

Salud y bienestar

Las condiciones de vida mencionadas conducen irremediablemente a una forma de vivir placentera, sana y de bienestar familiar y social. Precisamente lo que ocupa gran parte de nuestras preocupaciones actuales. Lo que más perturba en el presente siglo será suprimido en el siglo venidero. La salud integral será un hecho cotidiano. Las colas en los hospitales desaparecerán. Las dolencias crónicas y las enfermedades graves darán paso a una vida de salud plena. Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. El lugar seco se convertirá en estanque, y el sequedal en manaderos de aguas; en la morada de chacales, en su guarida, será lugar de cañas y juncos (Isaías 35:5-7). Habrá aguas salutíferas que traen sanidad, como anunció el profeta Ezequiel, hablando de un río que solo se podía pasar a nado porque las aguas serán copiosas (Ez. 47:5). Esas aguas producen inmensidad de árboles a uno y otro lado del río (47:7). El alma viviente que nadare por él vivirá. Sus aguas producen abundancia de peces y sanidad; vivirá todo lo que entrare en el río (47:9). Esas aguas salen del santuario de Jerusalén, y su fruto será para comer, y su hoja para medicina (47:12). Nos recuerda el ministerio predominante de Jesús en su primera venida: sanaba a todos. Recuerda también las aguas del rio limpio de agua de vida que sale del trono de Dios y del Cordero mencionado por Juan en Apocalipsis. Como está escrito: En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones (Apc.22:1,2).

Observa. Es el regreso a las condiciones pre-adámicas. También en Edén había varios ríos y muchos árboles. En medio está el árbol de la vida produciendo frutos cada mes, lo cual indica que aún no es la eternidad, sino el reino milenial. Y las hojas medicinales (compara Ez.47:12 con Apc. 22:2) producirán salud abundante; sin dolor. Además se edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas. No edificarán para que otro habite, ni plantarán para que otro coma; porque según los días de los árboles serán los días de mi pueblo, y mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos. No trabajarán en vano, ni darán a luz para maldición; porque son linaje de los benditos de YHVH, y sus descendientes con ellos (Is.65:21-23). Habrá respeto a la propiedad privada, no se ocuparán casas ajenas, ni se robará el fruto del trabajo ajeno (como en días de los madianitas en tiempo de Gedeón Jue.6:3-6), sino que las familias serán fructíferas, con abundancia de hijos sanos y longevos. Habrá plena realización personal fundamentada, no sobre el egoísmo, sino en la voluntad perfecta de Dios, cumpliéndose los anhelos del alma justa y prosperando abundantemente bajo el gobierno justo del hijo de David, el Mesías-Rey (2 Sam.23:3,4). Es el resultado de la bendición plena de Dios prometida a Abraham y su simiente santa. Su voluntad perfecta. La recuperación del paraíso perdido. Hoy podemos en parte, y solo en parte, disfrutar los beneficios anunciados por los profetas y apóstoles mediante el evangelio del Señor Jesucristo.

298 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLas condiciones del Milenio (II) – Una nueva era ha llegado (2)

No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad (Isaías 43:18,19) Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman (1 Corintios 2:9) Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando… diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que lo visites? (Hebreos 2:5,6)

Una nueva era ha llegado

Los que están en Cristo son una nueva creación. Creados en justicia y santidad de la verdad. Han recibido las arras del Espíritu, las primicias de una vida redimida que crecerá hasta la plenitud que hay en Cristo. Yeshúa ha hecho nuevas todas las cosas mediante la obra perfecta y acaba en la cruz del Calvario. Esa nueva creación tiene un principio en la tierra, cuando somos trasladados de la potestad de las tinieblas al reino de su Amado Hijo. Se inicia así un crecimiento en estatura a la semejanza de Cristo, hasta alcanzar su plenitud (Ef.4:12,13), la imagen del Hijo (Rom. 8:29).

Esa nueva creación experimentará una transformación especial en la era mesiánica, después de ser hechos a su semejanza, porque sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es (1 Jn.3:2); seremos manifestados con él en gloria (Col.3:4). Las cosas viejas pasaron, todas son hechas nuevas. Abrirá camino donde antes hubo desierto; ríos donde experimentamos soledad. Las cosas que sucederán no habrán sido vistas antes por el ojo humano, ni oído oyó; ni siquiera habrán subido al corazón del hombre; esas son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman. Es el mundo venidero, en su manifestación terrenal, previa al reino eterno.

La iglesia no ha tenido en cuenta este periodo de mil años en su predicación. Desde el siglo IV abandonó gran parte de las raíces hebreas de la fe bíblica «enterrando» un Milenio literal, interpretando de forma alegórica la multitud de profecías que hablan de él, por cuanto forma parte de la fe judía, cuyo bagaje se quiso erradicar. La iglesia institucional se convirtió así en el nuevo Israel, y el cielo etéreo y abstracto ocupó el lugar predominante de la esperanza cristiana. De esta forma quedó sepultado gran parte del mensaje de los profetas, que ahora, en los tiempos de la restauración de todas las cosas, ha sido recuperado, como lo fueron otras verdades en el pasado.

Una parte importante de este redescubrimiento lo tiene el hecho de que muchos de los judíos de nacimiento hayan abrazado hoy la fe en Yeshúa. No para destronar a la iglesia universal, sino para complementarla. De la misma forma que la iglesia universal ha ayudado a muchos judíos a descubrir el evangelio que había sido velado, y cuyo endurecimiento en parte ha impedido a muchos judíos ver la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Prosigamos.

La tierra llena del conocimiento de YHVH

En el Milenio la gloria del Señor cubrirá la faz de la tierra, como las aguas cubren el mar. Una atmósfera celestial cambiará la faz del mundo. La presión diabólica ejercida sobre las naciones mediante la idolatría, dará paso a una adoración en Espíritu y verdad. La revelación de Dios será amplia y mayoritaria. Como hemos dicho antes, Jerusalén ocupará un lugar predominante en la tierra, de donde saldrá la verdad de Dios a las naciones que andarán a la luz de su rostro.

Recuerda: de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de YHVH. Las condiciones de vida serán idílicas. Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja (Isaías 11:6,7). Es la armonía de toda la creación en su perfecta expresión. Nos recuerda las condiciones anteriores a la caída en pecado.

En el Milenio aún habrá manifestaciones pecaminosas aunque reducidas a la mínima expresión, por lo que la vida cotidiana será radicalmente distinta a la edad presente. Habrá muerte, pero el que muera de cien años será considerado maldito, puesto que habrá gran longevidad. El niño morirá de cien años (Is.65:20). El niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora (Is.11:8). Lo cual quiere decir que habrá nacimiento de niños, por tanto, familias con hijos.

Este tipo de vida es consecuencia de que la tierra será llena del conocimiento de YHVH, como las aguas cubren el mar (Is. 11:9) (Hab.2:14). Conocer a Dios y tener revelación de Él significa andar como Él, imitarle, guardar sus mandamientos, vivir bajo el temor de Dios, andar en santidad como Él es santo.

Una vida en santidad

La vida cotidiana en el reino del Mesías estará marcada por un carácter renovado de los seres humanos, que junto con los transformados a la semejanza del Rey, vivirán en una atmósfera gloriosa y placentera. Paz y armonía. Sin las obras predominantes de la carne que siempre estropean la convivencia y las relaciones humanas. El profeta Isaías nos da una descripción detallada. Habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos, el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará. No habrá allí león, ni fiera subirá por él, ni allí se hallará, para que caminen los redimidos. Y los redimidos de YHVH volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido (Is.35:8-10).

Una característica predominante en las sociedades actuales es la falta de sentido en la vida. El gran vacío existencialista es la base de muchos de los grandes males que aquejan a nuestra generación. Sin embargo, en el reino venidero habrá plena consciencia de camino y propósito por el que se anda. El sentido de dirección será claro y eso hará la vida muy distinta. Ese camino es de santidad, a la semejanza del Hijo de Dios en su encarnación. Habrá comunión con el Autor de la vida. Él mismo estará con ellos. Como cuando nuestros primeros padres oyeron la voz de YHVH Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día (Gn.3:8); en esta ocasión sin esconderse, porque su camino será de luz y obediencia.

Predomina el gozo y la alegría, huyendo la tristeza y el gemido. Como está escrito: El reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu. Estamos ante la manifestación del fruto del Espíritu como forma de vida en la tierra. El anhelo y deseo de las generaciones pasadas será una realidad en la manifestación de su reino en la tierra. La presencia de Dios santifica el camino, cuya forma de vivir y relacionarse entre los seres humanos y redimidos estará marcada por la verdad y la justicia. El triunfo de la luz sobre las tinieblas.

La altivez y soberbia serán abatidas

La altivez del hombre será abatida, y la soberbia humillada. La presencia de Dios resiste la soberbia y da gracia a los humildes, por lo cual predominará la humildad de corazón. Como dice el profeta: Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y que pide YHVH de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios (Miq. 6:8). Un hombre liberado de soberbia genera una atmósfera de paz y bienestar. Sus decisiones bendicen a los demás en lugar de atormentarlos. Es el Espíritu de Jesús, manso y humilde, que ya recibimos en la conversión y que tendrá una manifestación a su semejanza en aquel día.

Así lo expresa el profeta Isaías: La altivez de los ojos del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y YHVH solo será exaltado en aquel día… por la presencia formidable de YHVH, y por el resplandor de su majestad cuando se levante para castigar la tierra (Is.2:11,21). La mayor parte del mal en la era presente viene por la manifestación de la soberbia y altivez del corazón de los hombres. Ese fue el pecado de Lucifer. La soberbia de su corazón le llevó a pretender el trono de Dios y fue echado fuera. Dios resiste a los soberbios. Por ello, el rey David tiene una oración predominante en su vida: ¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión. Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh YHVH, roca mía, y redentor mío (Sal. 19:12-14).

Observa la relación que existe entre la meditación hecha delante de Dios que condiciona nuestra forma de hablar, y que a su vez permite entender los propios errores para no caer en la soberbia que conduce al desprecio de los demás tratándoles con dureza y tiranía. Por ello el salmista ora a Dios para ser librado del origen de todo el proceso degenerativo: la soberbia. David lo consiguió la mayor parte de su vida, pero no en todos sus episodios. En cierta ocasión fue impulsado por el diablo a realizar un censo del pueblo, llevado por la soberbia, que trajo el juicio de Dios, y cuyas consecuencias sufrieron muchos de sus gobernados. Tal es la necesidad que tienen los gobernantes de ser librados de soberbia. En el reino del Mesías será abatida y humillada por la presencia de Dios y la ausencia de Satanás en la tierra. Hoy podemos también huir de ella sometiéndonos a Dios, y resistiendo al diablo.

En aquel día venidero, la nueva era que ha sido profetizada, la vida de oración será intensa y la respuesta llegará incluso antes de ser formulada la petición. Se desprende del texto del profeta Isaías cuyo contexto es el reino mesiánico. Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído (Is.65:24). No habrá que traspasar el campo de opresión diabólico que se opone con resistencia al clamor de los santos en nuestros días. La atmósfera espiritual será purificada; la vida será muy distinta.

297 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLas condiciones del Milenio (I) – Una nueva era ha llegado (1)

No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad (Isaías 43:18,19) Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman (1 Corintios 2:9) Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando… diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que lo visites? (Hebreos 2:5,6)

Una nueva era ha llegado

Los múltiples acontecimientos que hemos venido identificando darán lugar a un nuevo día (2P.1:19). Las tinieblas van desapareciendo, y la luz verdadera ya alumbra (1 Jn.2:8). El evangelio nos permite hoy participar de las primicias de ese día. El poder del reino de Dios ya ha venido en la persona del Mesías, cuando dijo: el tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio (Mr.1:15). El reino de Dios hace su entrada primeramente en los corazones de los hombres arrepentidos que invocan el nombre del Rey y Mesías. Son sellados con las arras del Espíritu como primicias de los poderes del siglo venidero (Heb.6:4,5).

Observa el lenguaje de la Escritura: el presente siglo malo (Gá. 1:4); y, los poderes del siglo venidero (Heb.6:5). Hay un presente siglo, y un siglo venidero por llegar. Podríamos decir: dos dispensaciones, no siete como enseña la Teología Dispensacionalista. Jesús habla de «este tiempo» y «el siglo venidero» (Mr.10:30) (Lc.18:30). El apóstol Pablo enseña que la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera (1 Tim.4:8). Hay promesas para ahora, y otras que tienen que ver con el mundo venidero, es decir, el reino del Mesías. Por ello se llama a los hijos de Dios extranjeros y peregrinos; vivimos de paso a un mundo mejor, donde mora la justicia. No tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la que está por venir (Heb.11:13-16).

Esta esperanza la ha sacado a luz la obra redentora de Jesús como paso intermedio a la gloria y reino eterno. Todo nuestro recorrido en esta serie ha puesto de manifiesto que los profetas hablaron de un reino establecido en la ciudad de Jerusalén cuando venga el Mesías para reinar. Y llegado el reino a la tierra (observa que esa fue la oración que Jesús enseñó a los discípulos: «venga tu reino») se establecen nuevas condiciones de vida que la hacen muy distinta, tanto, que es difícil enumerarlas, aunque la Escritura nos da algunos detalles, y a ellos nos dedicaremos las últimas meditaciones que veremos antes de acabar nuestro tema. Ahora mencionaremos brevemente las bodas del Rey.

Las bodas del Rey

Una vez ha venido el Señor nos encontramos en la Escritura con las bodas del Rey. El salmo 45 nos habla del cántico de las bodas del Rey. Un anticipo de la majestad y el trono de su reino el día cuando la reina estará a su diestra y el Rey deseará  su hermosura (45:9-11). Todo el libro de Cantar de los Cantares nos habla de la belleza de esta relación entre el rey y su esposa, la sulamita. En el libro de Apocalipsis vemos las bodas del Cordero con su esposa que se ha preparado, y la esposa era la ciudad ataviada. Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que desciende del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios (Apc.21:9-11). En la carta a los Hebreos se dice que los redimidos se han acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial (Heb.12:22).

Israel y la iglesia, −los que forman la esposa−, serán desposados por el Rey en fidelidad para siempre. Como dice el profeta Oseas: En aquel tiempo haré para ti pacto con las bestias del campo [condiciones mesiánicas]… y quitaré de la tierra arco y espada y guerra, y te haré dormir segura [condiciones mesiánicas]. Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia. Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a YHVH (Oseas 2:18-23). Y Jesús dijo a los suyos en una parte del discurso final en el evangelio de Juan que no se turbara su corazón, porque iba a la casa del Padre a preparar un lugar para ellos; y volvería otra vez, os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy [en su venida será primero en Jerusalén en el reino anunciado], vosotros también estéis (Jn.14:1-3).

Las recompensas

Cuando el Señor venga traerá con él su recompensa. He aquí que YHVH el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro (Isaías 40:10). Y más adelante el mismo profeta dice: He aquí que YHVH hizo oír hasta lo último de la tierra: Decid a la hija de Sion: He aquí viene tu Salvador; he aquí su recompensa con él, y delante de él su obra (Is.62:11). Esta verdad fue enseñada por el Maestro en la parábola de los talentos. A todos dio distintos talentos para que negociaran con ellos. A uno cinco, a otro dos, y a otro uno. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos y arregló cuentas con ellos, recibiendo cada uno la recompensa proporcional al trabajo realizado (Mt.25:14-30). Y el apóstol Pablo lo expone con claridad en su carta a los corintios. Cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Los que han edificado sobre el buen fundamento, con oro, plata y piedras preciosas, recibirán recompensas; los que lo hacen sobre heno, paja y hojarasca no la recibirán, aunque serán salvos así como por fuego. Las recompensas tienen que ver con la distinta función que tendrán los hijos del reino en el siglo venidero, y posteriormente en la eternidad (1 Co.3:8-15).

El Milenio: mil años sin Satanás

Una de las condiciones claras expresadas sobre el Milenio es el tiempo que durará: Mil años. Algunos lo interpretan de forma alegórica, aunque los textos son claros al respecto. Es el tercer día (si contamos mil años por un día según Sal. 90:4) anunciado por el profeta Oseas. Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él (Oseas 6:2,3). Han pasado dos mil años desde su primera venida, y el tercer milenio parece indicar el regreso del Señor. No entro en más valoraciones en este punto. En Apocalipsis 20:1-3 se dice con claridad que el dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, será atado por mil años, y arrojado al abismo, será encerrado para que no engañe más a las naciones, hasta que sean cumplidos los mil años. Luego será desatado de nuevo por un breve tiempo (Apc.20:1-3), para la batalla final que dará entrada a la eternidad (Apc.20:7,8). Recordemos aquí las dos batallas finales de las que habla la Escritura y que no debemos confundir. Una será antes del Milenio, otra después. La primera se menciona en (Ez.38,39) (Is.24:1-23) (Zac.12:2,9 y 14:2-16) y tiene que ver con una coalición de naciones al norte de Israel. La segunda es al final del Milenio y se refiere a las naciones del mundo en general (Gog y Magog Apc.20:7,8). Aquí estamos hablando de la batalla posterior al Milenio.

En cuanto a los que reinarán con Cristo en ese periodo de tiempo está escrito que serán los que no recibieron la marca de la bestia y reinarán con Cristo esos mil años (Apc.20:4). Reinarán con él los que resucitan en la primera resurrección, sobre los cuales la muerte segunda no tendrá dominio (Apc.20:5,6). Esta resurrección ocurre al inicio del Milenio, y sobre los que reinarán con Cristo mil años la muerte ya no tendrá poder sobre ellos. En definitiva. La nueva era que se iniciará con la llegada del Mesías establecerá unas condiciones de vida durante mil años que nunca antes se han visto en la tierra, aunque recuerdan las condiciones anteriores a la caída en pecado. Es el reposo del que habla el autor de la carta a los Hebreos en los capítulos 3 y 4. De esas condiciones veremos más. Seguimos.

296 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEventos principales (VI) – Resurrección y arrebatamiento

Pero en aquellos días, después de aquella tribulación… verán al Hijo del Hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria. Y entonces enviará sus ángeles, y juntará a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo (Marcos 13:24-27) Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor (1 Tesalonicenses 4:16,17)

Resurrección y arrebatamiento o rapto de la iglesia

Si hay un tema que ha sido motivo de gran popularidad en diversos momentos del mensaje de algunos predicadores, ha sido, y es, el arrebatamiento de la iglesia. Hemos asistido perplejos a todo tipo de especulaciones y exposiciones que recuerdan más un guión cinematográfico de ciencia ficción que a la exposición seria del mensaje bíblico. Se han escrito gran variedad de libros sobre el tema, −incluso novelas− a cual más sensacionalista. Todo ello ha fijado una idea predominante en amplios sectores de la iglesia sobre la fantasía de cómo, cuándo y de qué manera se producirá el ansiado arrebatamiento.

Algunos han hecho de este acontecimiento piedra angular de su ortodoxia, de tal manera que se ha descalificado, −incluso dudado de la salvación−, de aquellos que no comulgan con su dogma sobre si el arrebatamiento se producirá antes, o después de la gran tribulación y la venida del Mesías.

La teología dispensacionalista recrea una venida invisible de Jesús antes de su aparición en Jerusalén, lo cual no aparece en ningún texto de la Escritura. De esa forma estaríamos ante tres venidas y no dos como se mencionan en la Biblia.

Siempre me ha sorprendido cómo algunos «exégetas» pueden ver en el breve texto de Apocalipsis 4:1 el arrebatamiento de la iglesia para salir de la gran tribulación mencionada supuestamente en los siguientes capítulos del mismo libro, cuando la iglesia ya no estaría en la tierra, sino en el cielo. El texto dice así: Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá. No es posible sustentar buena parte de esa doctrina en un texto tan caprichosamente interpretado. Del texto mencionado solo puedo ver una voz que habla al apóstol Juan invitándole a subir al cielo para ver lo que a continuación se le revelará; no puedo ver en ello el arrebatamiento de toda la iglesia antes de la gran tribulación. Lo menciono como prueba de la debilidad de algunos argumentos para sostener todo un entramado escatológico que debe «cuadrar» con el esquema teológico previamente establecido.

Pero no nos perdamos en disquisiciones. Lo que se desprende de los textos que tenemos en la base de nuestra meditación es una sucesión de acontecimientos previos a la venida de Jesús a la tierra. Veamos. En Marcos 13 el Maestro enseña que, después de la tribulación de aquellos días finales verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes, y en ese momento también serán enviados ángeles para juntar a sus escogidos del extremo de la tierra al extremo del cielo. Serán finalmente sacados de la gran tribulación, previa a su venida, y en la que están presentes los hijos del reino, producida por la guerra mundial que hemos visto anunciada por los profetas y complementada en el libro de Apocalipsis, en el momento cuando hace aparición el Señor juntando a sus escogidos y siendo arrebatados para estar con él.

En el texto del apóstol Pablo en Tesalonicenses el orden es similar: viene el Señor anunciado al toque del shofar, o gran trompeta, se produce la resurrección de quienes nos han precedido en la fe y son de Cristo en su venida, y después de ello, observa, después, no antes, nosotros, los que vivimos, que habremos quedado hasta ese día, seremos arrebatados; no antes de la venida visible del Señor, sino en el mismo momento de ella, y como final de una serie de acontecimientos mundiales únicos –entre ellos la resurrección de los muertos en Cristo− que traerán el reino del Mesías a la tierra.

En el evangelio de Mateo capítulo 24 aparece la misma secuencia. Después de anunciar las señales del fin, con una gran diversidad de sucesos que producen una atmósfera mundial insoportable de presión sobre los escogidos de Dios, después de ello, dice Mateo: E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días… aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo… y verán al Hijo del Hombre viniendo… Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro (Mt.24: 29-31). Me recuerda el suceso que tuvo lugar en Sodoma antes de su destrucción. Fueron enviados los ángeles del Señor para librar al justo Lot y su casa de la destrucción repentina que tendría lugar.

El orden aproximado podemos resumirlo de la siguiente manera: tribulación extrema en el mundo con presión generalizada sobre los escogidos; derramamiento del Espíritu; evangelización mundial; mas oposición; la venida del Señor; la resurrección de los muertos; los escogidos son reunidos por los ángeles −arrebatamiento− para estar con el Señor y establecer el reino en Jerusalén. En cualquier caso, el rapto de los escogidos de Dios tendrá lugar al mismo tiempo que su venida, nunca antes de forma invisible evitando la conflagración mundial en la que estarán los hijos del reino intercediendo en favor del establecimiento del reino y su justicia sobre quienes han atribulado a su pueblo.

Así lo enseña el apóstol en su carta a los Tesalonicenses: Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder (2 Tes. 1:6,7). Observa. El reposo viene con la venida visible del Señor a la tierra, no antes.

Luego el autor detalla en el capítulo 2 de la misma carta algunos acontecimientos que tendrán lugar antes de la mencionada venida del Mesías. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios (2 Tes.2:3,4). Estamos aquí ante un poder engañoso que puede incluso confundir a los escogidos de Dios. Como el Maestro enseñó en Mateo 24 y Marcos 13.

Su venida es posterior a una gran apostasía de la fe. Observa que en el mismo tiempo confluyen el derramamiento del Espíritu y el abandono de la fe de muchos. Ambos extremos se están produciendo, y lo harán aún más según nos acercamos a la parusía, en nuestros días.

Luego se menciona el hombre de pecado, el hijo de perdición, que se opone a Dios y pretende ocupar su lugar. Una manifestación clara de la naturaleza del querubín que quiso ser semejante al Altísimo y fue echado del cielo. Sigue con la misma estrategia en la tierra. Es otra figura que da para mucha especulación: el anticristo, aunque en este pasaje no se le llama así. Todas las generaciones de creyentes han identificado en su tiempo a algún personaje como el anticristo. En tiempos de la Reforma (siglo XVI) fue el papa de Roma. La relación ha sido imparable desde entonces. El apóstol Juan menciona muchos anticristos ya en el siglo I (1 Jn.2:18,22; 4:3) (2 Jn.1:7). El denominador común que tiene este personaje o espíritu (porque no está claro en la Escritura que sea una persona, un movimiento o una ideología, aunque en cualquier caso siempre estará representado por una persona o varias) es que se opone a Cristo, especialmente a su encarnación. Y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y éste es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo (1 Jn.4:2,3). Y añade el apóstol Juan que los que son de Dios lo han vencido, porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo (4:4).

Resumo diciendo que no se trata tanto de identificar físicamente la persona del anticristo, sino discernir el espíritu que opera tras él, y siempre lo hará con doctrinas de demonios y espíritus engañadores (1 Tim.4:1). En el texto de Pablo a Timoteo está unida la apostasía con escuchar a espíritus engañadores. Señalaría tres predominantes en nuestros días: el islam, la ideología de género, el humanismo laicista. Todos ellos niegan a Cristo. Se oponen a los mandamientos de Dios, su ley moral, y persiguen hasta la muerte a judíos y cristianos.

Luego Pablo habla en su carta a los Tesalonicenses del misterio de la iniquidad vomitando inmundicia en una manera desproporcionada, un aumento de la maldad, como dijo Jesús (Mt.24:12). Se manifestará el inicuo en plenitud, al cual el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida (2 Tes.2:8). Lo predominante de este inicuo es la mentira y su fuerza para engañar. Prodigios mentirosos… todo engaño de iniquidad… un poder engañoso… creer la mentira… no creyeron a la verdad… se complacieron en la injusticia (2 Tes.2:9-12). Aquí puedo ver también ideologías como el nazismo, comunismo, y los nacionalismos, convertidos en religión; un culto que suplanta a Dios en la adoración de la tierra, la lengua, la cultura y tradiciones humanas, como menciona Pablo en Romanos 1:18-32.

Por tanto, el día del Señor habrá una combinación de sucesos mundiales que desembocan en su venida y el establecimiento del reino mesiánico en Jerusalén. Hemos citado la restauración de Israel en su tierra, tribulación con múltiples manifestaciones, apostasía, manifestación del anticristo o su espíritu mediante doctrinas de demonios y corrientes ideológicas mundialmente aceptadas, el derramamiento del Espíritu Santo, guerra mundial focalizada en Israel, el juicio de Dios sobre las naciones, la resurrección de los muertos y la venida del Señor. Nos acercaremos en las últimas meditaciones al reino establecido sobre unas condiciones nunca vistas en la tierra. Sigamos hasta el final.

295 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEventos principales (V) – Derramamiento del Espíritu Santo

Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre y fuego, y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de YHVH. Y todo aquel que invocare el nombre de YHVH será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación  (Joel 2:28-32)

Derramamiento del Espíritu Santo

Creo que una de las arrogancias más comúnmente expresadas, y aceptadas de manera natural, es cuando se establecen de forma inequívoca los acontecimientos pormenorizados de los tiempos finales. Ciertas teologías pretenden dejar fundamentadas bases inamovibles en cuanto a los detalles minuciosos de cómo serán las cosas que preceden al advenimiento del Mesías. En mi caso no pretendo hacerlo, entre otros motivos porque soy consciente que no están presentados de manera incuestionable en la Escritura. Por eso tenemos distintas interpretaciones del fin; varias escuelas de interpretación escatológica que pretenden señalar los sucesos desde una óptica fundamentada en la Biblia, que al contradecir las otras dejan de manifiesto que hay posturas erradas, aunque se respeten sus posiciones.

Creo sinceramente que la mayoría adolecen de una carencia de origen, producida por arrancar de posiciones teológicas que interpretan de forma espiritual las profecías bíblicas referidas a Israel, que a su vez son consecuencia de la llamada Teología del Reemplazo.

Podemos ver con claridad el velo que Israel tiene en cuanto al Mesías, pero a la vez somos víctimas de otro velo, el que nos impide ver el plan de Dios con Israel. Venimos viendo una infinidad de profecías que apuntan claramente al reino mesiánico en Jerusalén, la restauración de Israel en su tierra y todas las consecuencias que se desprenden de estas verdades esenciales para comprender los tiempos del fin. Israel ha venido a ser piedra de tropiezo para la iglesia, como la iglesia ha sido piedra de tropiezo para que los judíos fueran provocados a celo mediante el evangelio. Hay ceguera y velos en ambas direcciones.

Los tiempos de la restauración de todas las cosas incluyen la comprensión del plan de Dios con Israel y la iglesia complementándose sin exclusiones mutuas. Para ello necesitamos revelación, ojos abiertos, verdad liberada, y todo ello viene con el derramamiento del Espíritu Santo. El orden puede variar, ser distinto en matices, pero la Escritura habla de acontecimientos que tienen lugar antes de su venida. ¡Antes de su venida! Uno de ellos lo hemos visto: la gran tribulación. Ahora queremos meditar brevemente en otro: el derramamiento del Espíritu sobre toda carne.

Los tiempos finales son una combinación de distintos eventos que tienen lugar en la tierra antes de la parusía. Escapar no es una opción. Para poder soportar los tiempos que preceden a su venida, donde la iniquidad tiene un despliegue mundial nunca visto, los hijos del reino necesitan un derramamiento del Espíritu en plenitud. Jesús lo enseñó a los suyos poco antes de partir al Gólgota, sabiendo que en breve tiempo, después de su resurrección, partiría a la diestra del Padre, dejando la misión a los apóstoles para llevar adelante la gran comisión. Por ello, les dijo, no os dejaré huérfanos, os enviaré el Espíritu Santo que os guiará a toda verdad, os capacitará, recibiréis poder y me seréis testigos. Ese evento, en primicia, tuvo lugar el día de Pentecostés, donde fue derramado el Espíritu tal y como anunció el profeta Joel. El apóstol Pedro recogió el mensaje del profeta identificándolos con los acontecimientos que tuvieron lugar en Jerusalén ese día. De la misma manera, esa profecía volverá a reactivarse antes de su venida.

Observa. Joel anuncia el derramamiento del Espíritu sobre jóvenes y ancianos, señales en el cielo y en la tierra, para añadir que todo eso tendrá lugar antes que venga el día grande y espantoso de YHVH. Eso no ocurrió el día de Pentecostés, por lo que queda otro derramamiento del Espíritu anunciado para un tiempo anterior a la llegada del día del Señor.

El pasaje que tenemos de base comienza con esta expresión: Y después de esto. Después que ocurran las cosas mencionadas en los textos anteriores será derramado el Espíritu. En ellos se menciona especialmente la restauración de Israel en su tierra. El Señor restituirá los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta; comerán hasta saciarse, y alabarán el nombre de YHVH; conocerán que el Señor está en medio de Israel, y su pueblo nunca más será avergonzado. Y añade. Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne. Y con el derramamiento del Espíritu la invocación de su nombre para salvación. Lo cual traerá salvación en el monte de Sion y en Jerusalén. El remanente al cual habrá llamado (Joel 2:32). No es un derramamiento para el espectáculo carnal, sino para soportar y vencer la persecución en los días finales.

Luego en el capítulo tres del mismo libro de Joel tenemos lo que ya hemos mencionado sobre la reunión de las naciones para ir contra el pueblo de Dios en el valle de Josafat; una guerra mundial que culminará con la llegada del Mesías a Sion, cuando entrará en juicio con las naciones que promovieron la dispersión de Israel, y repartieron su tierra (Joel 3:1-3).

Es el mismo mensaje del capítulo treinta 37 del profeta Ezequiel. Luego, en el capítulo 38 se menciona la venida de una coalición de naciones lideradas por Gog contra Israel, que desatará la ira y el enojo del Señor (38:18); su celo por Sion (38:19); enviando fuego sobre Magog, haciendo notorio su santo nombre en medio de su pueblo Israel (39:6,7); y la casa de Israel estará enterrando durante siete meses a Gog y a toda la multitud que vino con él (39:11-13). El Señor pondrá su gloria entre las naciones que habrán visto su juicio (39:21). Sabrán los pueblos que a pesar que el Señor escondió su rostro de Israel por sus pecados, entregados en manos de sus enemigos (39:23), los recogerá de la cautividad teniendo misericordia de ellos, y mostrándose celoso por su santo nombre (39:25). Luego habitarán en su tierra con seguridad (39:26,28). Y añade el profeta: Ni esconderé más de ellos mi rostro; porque habré derramado de mi Espíritu sobre la casa de Israel, dice YHVH el Señor (39:29). Todo un proceso de restauración y juicio que culmina con el derramamiento del Espíritu como vemos en el libro de Joel y Ezequiel.

Repito. No me interesa demasiado el orden cronológico y exacto de los acontecimientos. Lo reseñado en estas meditaciones es orientativo. Es un puzle con muchas piezas que solo el Señor sabrá colocar en su debido orden. A nosotros nos toca estar despiertos ante la magnitud de los sucesos; conocer los tiempos en que vivimos; y ser útiles al Señor y su causa, alineándonos con la profecía y alejándonos de posturas humanistas y buenistas de falsa piedad que predominan en las corrientes de pensamiento en el mundo entero.

La causa de Dios nunca es popular. Israel y la iglesia viviente con los objetivos complementarios que tienen de parte del Señor nunca son populares; la palabra de la cruz es locura, por tanto, no busquemos la comprensión y el beneplácito de los poderes de este mundo. Porque el mundo entero está bajo el maligno, y en los últimos tiempos la mentira y el engaño correrán masivamente y muchos serán engañados. La fuerza de la mentira sigue siendo arrolladora en un mundo caído y dirigido por el padre de la mentira. En medio de esa atmósfera el Señor derramará su Espíritu para que los suyos se aparten de iniquidad e invoquen su nombre en una hora de gran confusión que dará lugar al día de más luz y gloria.

En su venida confluyen una serie de acontecimientos positivos y negativos: Restauración de Israel, juicios, guerra final y devastadora, tribulación, derramamiento del Espíritu, el rapto de los suyos y la aparición del Rey para establecer su reino y trono en Jerusalén. Nuestra próxima parada será sobre el popular arrebatamiento.

294 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoEventos principales (IV) – Tribulación antes de su venida

Muchos pueblos en el valle de la decisión; porque cercano está el día de YHVH en el valle de la decisión (Joel 3:14) He aquí, el día de YHVH viene, y en medio de ti serán repartidos despojos. Porque yo reuniré a todas las  naciones para combatir contra Jerusalén… Después saldrá YHVH y peleará con aquellas naciones… Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos (Zacarías 14:1-4) E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días… aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo… Y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria (Mateo 24:29,30)

Tribulación antes de su venida

El hombre natural busca seguridad. Los padres anhelan certezas para sus hijos, sus economías y destinos. Las empresas invierten para asegurarse resultados presumiblemente ciertos. La teología también pretende solucionar algunos de los enigmas y zozobras del género humano, uno de ellos elemental, la necesidad de seguridad. La Escritura habla de seguridad en muchos de sus pasajes y contextos, pero generalmente como resultado de un conflicto. No hay seguridad sin batalla. Como no puede haber paz sin haber peleado antes para obtener la victoria que permita asentar nuevas bases de convivencia que establezcan mejores parámetros asegurando un futuro mejor. El ser humano busca y necesita seguridad.

Pero está escrito que vivimos en un mundo movible, donde las condiciones de vida son inciertas y sometidas a cambios. Por tanto, no debemos engañarnos con una falsa paz y seguridad. Fue lo que anunciaron los profetas falsos de la generación de Jeremías. Curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz (Jer.6:14 y 8:11). También el apóstol Pablo advirtió en los mismos términos a los tesalonicenses sobre el anuncio de una falsa paz y seguridad de la que hablarán muchos en el tiempo que precede a su venida, para encontrarse repentinamente con destrucción y caos. Que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina (1 Tes.5:3).

El corazón del hombre es engañoso y prefiere la mentira placentera, a la verdad libertadora y desafiante. Los profetas, el Maestro, y los apóstoles anunciaron tribulación antes de la venida del Mesías. Advirtieron de tiempos peligrosos. El propósito es no dormir ni ser devorados por los placeres de la vida que adormecen los sentidos. Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día (Lc.21:34).

Hoy vivimos en medio de una generación extrañamente confiada, entregada a los placeres y la vacuidad de la vida, viviendo atrapada en un mundo virtual y de ficción que pretende esconder y negar la realidad. Cierta dosis de ocio y recreación es útil y necesaria para soportar la cruda realidad, pero alejarse desmedidamente de ella solo puede conducir al autoengaño nocivo. Hay fuerzas destructivas del alma.

Durante demasiado tiempo se ha enseñado a muchos cristianos a mantener una actitud escapista mediante un arrebatamiento anterior a la gran tribulación, pero las Escrituras dicen lo contrario. Antes de su venida hay una reunión de naciones preparadas para la guerra. Antes que lleguen los días anunciados por Isaías y Miqueas en los que no alzará espada nación contra la nación, ni se ensayarán más para la guerra (Miq.4:3); vienen los días anunciados por el profeta Joel: Proclamad esto entre las naciones, proclamad guerra, despertad a los valientes… forjad espadas de vuestros azadones, lanzas de vuestras hoces; diga el débil: Fuerte soy (Joel 3:9,10). Luego anuncia la reunión de las naciones en el valle de Josafat para la batalla anterior al día del Señor.

El profeta Zacarías hace constar la reunión de las naciones para combatir contra Jerusalén; la ciudad será tomada, saqueadas las casas, violadas las mujeres; antes que salga YHVH y pelee con aquellas naciones, afirmando sus pies en el monte de los Olivos (Zac. 14:1-4). Por tanto, conflicto y tribulación antes de su venida.

Israel ha vivido siempre en medio de gran oposición. La iglesia viva de Dios también. Hay quien se opone al desarrollo de los hijos de Dios en la tierra, y siempre se coloca delante de la mujer que lo da a luz para devorar el propósito divino (Apc.12:3,4). Herodes mandó matar a todos los niños de Belén y sus alrededores cuando nació el Mesías, y entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías: Voz fue oída en Ramá, grande lamentación, lloro y gemido; Raquel que llora a sus hijos, y no quiso ser consolada porque perecieron (Mateo 2:17,18).

Antes de nacer un nuevo día hay dolor. Así fue en su primera venida y lo será en su retorno. La vida y la inmortalidad fueron sacadas a luz después de la agonía de la cruz, la sepultura y el descenso a las profundidades de la tierra, para ser levantado en resurrección. El nuevo día que está por llegar no vendrá sin dolor y angustia, pero, como dijo el apóstol, más vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón (1 Tes.5:4). Debemos velar y orar para no caer.

El Maestro lo enseñó claramente en su discurso de Mateo 24. Después de anunciar las señales que preceden a su venida, de reseñar la tribulación en forma de guerras, tropiezos, engaños, incremento de la maldad y muchas otras obras del mal, dice: E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días… aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo… y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria (Mt.24:29,30). En la Escritura no existe una venida invisible del Mesías para arrebatar a la iglesia, desencadenar la gran tribulación y volver después de manera visible con la esposa para reinar, sin que los santos hayan pasado en medio de gran tribulación antes de gozarse con el Libertador de Sion.

La iglesia de Dios siempre ha existido y crecido en medio de gran tribulación a lo largo de los siglos. Hoy también. Muchos están siendo masacrados en naciones musulmanas y otras opuestas al Dios de Israel. La Teología Dispensacionalista de los últimos tiempos tiene lagunas insalvables en su desarrollo, sin embargo, se ha establecido como verdad absoluta en ciertas corrientes de pensamiento escatológico.

Invocar y confesar el nombre de Jesús, creer que ha venido en carne, ha muerto y resucitado y volverá para establecer su reino mesiánico siempre ha recibido la oposición de los poderes de las tinieblas.

El Señor hará temblar los cielos y la tierra antes que venga el Deseado de todas las naciones, y llene de gloria su casa (Hageo 2:6,7). Antes de su venida: guerra y tribulación. El Señor sabe rescatar de tentación a los justos (2 Pedro 2:9). Si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él (2 Tim.2:11,12). Es necesario entrar en el reino a través de muchas tribulaciones (Hch.14:22). Este es el mensaje en la mayoría de libros de la Biblia. Busqué hace años todos los pasajes donde hay tribulación y padecimientos por Cristo para los justos, y prácticamente en todos los libros del Nuevo Testamento aparecen textos que lo confirman.

Somos del Señor. Si vivimos, para él vivimos; si morimos, para él morimos. Sea que vivamos o muramos, del Señor somos (Ro. 14:8). En el mundo tendremos aflicción, pero el Señor ha vencido al mundo (Jn.16:33). Observa. Ha vencido al mundo, no dice que seamos librados de la aflicción. Jesús por lo que padeció aprendió (Heb.5:8). Primero los padecimientos, luego las glorias (1 Pedro 1:11). El día de su venida está precedido de ira, juicio y guerra (Amós 5:20). Un día de juicio (Joel 1:5; 2:1,11,31; 3:14) (Mal.4:5). El día de venganza (Is.61:2). El Señor pondrá a Jerusalén por piedra pesada a todos los pueblos. Los que se la cargaren serán despedazados, todas las naciones se juntarán contra ella (Zac.12:1-3). Guerra antes del reino de paz universal.

No vivimos aún en el Milenio. Esperamos la redención final. El anhelo de la creación es ser libertados de la esclavitud del pecado, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Si el reino de Dios avanza en los corazones de los hombres mediante el anuncio del evangelio habrá más justos y con ellos más gozo y paz (Pr.29:2); pero predicar el reino mesiánico sin el Mesías en Jerusalén es engañar y mentir. Falsos profetas y maestros. Precisamente el tiempo engañoso que precede a su venida. Un tiempo donde la mentira y confusión predominan de forma cotidiana.

No hay mayor tribulación que vivir engañado. La mentira es un poder infernal que conduce a la peor de la esclavitud. La verdad liberta. En el amor no hay temor. Nuestra esperanza no es escapar de la tribulación, sino estar firmes y constantes en medio de ella, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que nuestro trabajo en el Señor no es en vano.