15 – LA REDENCIÓN – La resurrección de Jesús base de nuestra justificación

La locura de la cruzLa resurrección de Jesús base de nuestra justificación

[Jesús]… fue entregado por causa de nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justificación  (Romanos 4:25 LBLA)

El evangelio de Dios es un misterio revelado. Estaba oculto durante mucho tiempo, deliberadamente mantenido en secreto (Ro.16:25); aunque fuese descubierto parcialmente a diversos personajes bíblicos, incluso escribieron de él sin comprenderlo en toda su amplitud. En los siglos pasados se veía una sombra. La revelación de Dios se mantuvo entre sombras, los destellos eran fugaces, pero todos apuntaban hacia una persona y un tiempo cuando iba a ser revelado. Pablo dice que ese tiempo llegó con la manifestación del Hijo de Dios. Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo.

Los profetas habían apuntado hacia el siervo del Señor que había de venir. El Espíritu que estaba en ellos anunciaba los sufrimientos del Mesías y las glorias que le seguirían (1 Pedro 1:10-12). Ahora se ha dado a conocer a todas las naciones para guiarlas a la obediencia de la fe (Ro.16:26). La redención se ha realizado. La obra está consumada. ¿Qué base tenemos para saberlo? Jesús ha resucitado y ha sido glorificado a la diestra del Padre. La muerte no pudo retenerlo. La resurrección ha permitido nuestra justificación. La victoria sobre el pecado y la muerte se ha consumado.

Jesús está glorificado a la diestra del Padre y por ello ha enviado la promesa del Espíritu Santo. Ahora el Espíritu de Dios convence de pecado, justicia y juicio. Revela la obra de Jesús. Nos conduce a la invocación de su nombre. Nadie puede llamar a Jesús Señor sino por el Espíritu. Nuestros pecados son perdonados invocando su nombre. En el nombre de Jesús está concentrada toda la obra de redención. Jesús es Señor. Dios le ha hecho Señor y Cristo. Ha sido glorificado, por tanto, el Espíritu ha sido derramado para ser una fuente que salta para vida eterna.

Por ello, el mensaje central de los apóstoles, después que Jesús fuera recibido arriba, fue la resurrección y la exaltación. La declaración de Jesús como Señor. El arrepentimiento de los hombres que oyen y reciben la palabra para perdón de pecados y vida de entre los muertos. Jesús fue entregado por nuestras transgresiones. Sin pecado no es necesaria la redención. Y Jesús resucitó para nuestra justificación. Se levantó de los muertos venciendo la naturaleza de pecado y muerte. Ahora es nuestro hombre en el cielo, está a la diestra del Padre, es nuestro abogado, intercesor, sumo sacerdote, mediador, Cordero inmolado, redentor. Nuestra mirada debe estar puesta en él; es el autor de nuestra fe y salvación.  Alabado sea su nombre.

         Sin resurrección no hay justificación, nuestra fe es vana. La resurrección de Jesús ha hecho posible nuestra justificación. Esta es la fe triunfante.

14 – LA REDENCIÓN – Abraham fue justificado por la fe

La locura de la cruzAbraham fue justificado por la fe

Porque ¿qué dice la Escritura? Y creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia…   (Romanos 4:3 LBLA)

En el patriarca Abraham encontramos la base de nuestra fe, tanto la fe del pueblo de Israel, como la fe de los creyentes en Yeshúa. El padre de la fe tuvo obras, aunque esas obras tampoco eran suficientes delante de Dios para justificarle, sino que creyó en Dios y le fue contado por justicia. Lo dice la Escritura: Y Abram creyó en el Señor, y El se lo reconoció por justicia (Génesis 15:6). ¡Qué valor inmenso le da el apóstol a la Escritura! ¡Está escrito! La verdad de Dios está encerrada en la Escritura.

La fe es antes que la ley. Abraham es anterior a Moisés. En el capítulo 4 de Romanos Pablo lo expone magistralmente. No ha recibido una nueva revelación, sino luz sobre lo escrito. Podemos leer la Biblia indefinidamente y no encontrar revelación. Saulo de Tarso lo hizo por un tiempo. Pero cuando el Espíritu esparce luz sobre la Escritura podemos ver las maravillas de su palabra.

El apóstol de los gentiles fundamenta su exégesis en el padre de la fe, Abraham, pero también ve la misma revelación en los Salmos de David. David habla de la bendición que viene sobre el hombre a quien Dios atribuye justicia aparte de las obras: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido perdonadas, y cuyos pecados han sido cubiertos. Bienaventurado el hombre cuyo pecado el Señor no tomara en cuenta (Rom. 4:6-8 con Salmos 32:1,2). Luego incluye en la justicia de Dios a los incircuncisos, es decir, los gentiles, que vivían alejados de los pactos y las promesas hechas a Israel. Para que fuera [Abraham] padre de todos los que creen sin ser circuncidados, a fin de que la justicia también a ellos les fuera imputada” (Rom. 4:11). Y también a los judíos (Rom.4:12).

El padre de la fe recibió la justicia de Dios mediante la fe. Y no solo por él fue escrito que le fue contada, sino también por nosotros, a quienes será contada: como los que creen en aquel que levantó de los muertos a Jesús nuestro Señor, el cual fue entregado por causa de nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justificación (Rom. 4:23-25). Una vez más vemos que en el evangelio la justicia de Dios se revela por medio de la fe. Y ese evangelio estaba oculto durante un tiempo para ser manifestado. La revelación del misterio que ha sido mantenido en secreto durante siglos sin fin, pero que ahora ha sido manifestado, y por las Escrituras de los profetas, conforme al mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las naciones para guiarlas a la obediencia de la fe” (Rom. 16:25-26).

         La Escritura revela en Abraham, David y los profetas, la justicia de Dios mediante la fe, y alcanza a todas las naciones para ser bendecidas por fe.

13 – LA REDENCIÓN – Justificados por la fe (II)

La locura de la cruzJustificados por la fe (II)

… Porque en verdad Dios es uno, el cual justificará en virtud de la fe a los circuncisos y por medio de la fe a los incircuncisos  (Romanos 3:30 LBLA)

La justificación es aplicar justicia a alguien mediante sólidos argumentos. Si la base del argumento no se sostiene no puede haber justificación. El juez la desestimará y la causa que se juzga mantendrá toda su fuerza contra el acusado. La base de nuestra justificación por la fe es tan fuerte que Jesús mismo entró en el tabernáculo celestial con su sangre para obtener eterna redención. La prueba de que ha sido aceptada por Dios es que el Espíritu Santo fue derramado una vez que Jesús fue glorificado y sentado a la diestra de Dios. La obra estaba consumada. Dios quedó satisfecho. Su justicia estaba a salvo. Por tanto, puede salvar a los que por fe se acercan a Él. El cetro de justicia ha sido extendido como gracia. Hemos hallado gracia.

Ahora bien, una vez que se anuncia la buena nueva, el mensaje choca frontalmente con los hábitos adquiridos. La mentalidad religiosa que los sustenta es piedra de tropiezo para quienes han estado acostumbrados hasta aquí a purgar pecados, hacer penitencias, ofrecer libaciones, mostrar obras que nos diferencian de otros que no alcanzan nuestro propio nivel de justicia propia. La verdad ha encontrado piedras de tropiezo.

Las tradiciones de los hombres, las costumbres que nos dan seguridad, y el ritual que engaña nuestras conciencias, son ahora nuestros peores enemigos. Por ello, los gentiles que no iban tras la justicia de Dios recibieron el evangelio masivamente, pero el pueblo de Israel —y en él todos los pueblos con arraigo en tradiciones religiosas— resisten la buena nueva y persiguen a sus anunciadores, en quienes ven ladrones de su propia justicia y gloria, que rebajan y anulan su orgullo patrio, sus ídolos, reduciéndolos a la nada.

Pablo, pensando en su propio pueblo, en Israel, y en la Shemá que sostiene su confesión de fe, les dice: Porque en verdad Dios es uno, y no hará diferencia a la hora de justificar a todos mediante la fe, sin las obras de la ley, sean estas la circuncisión y la ley litúrgica, las penitencias, o el conocimiento bíblico. Todos hemos quedado incluidos en los mismos parámetros; los que ya estaban revelados por los profetas: El justo vive por fe (Habacuc 2:4). Es la fe en aquel que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él (2 Corintios 5:21).

         Ningún sistema religioso es suficiente para justificarnos. La fe en el Hijo de Dios nos coloca a todos en las mismas condiciones de redención.   

12 – LA REDENCIÓN – Justificados por la fe (I)

La locura de la cruzJustificados por la fe (I)

Para demostrar en este tiempo su justicia, a fin de que El sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús… Porque concluimos que el hombre es justificado por la fe aparte de las obras de la ley  (Romanos 3:26,27 LBLA)

Pablo comienza su carta a los romanos diciendo que, en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe; como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá (Rom. 1:17). Ser justificados por fe está en oposición abierta al intento del hombre por participar en la salvación. Desde el principio Adán quiso hacerlo, una vez caído en pecado, se construyó un vestido de hojas de higuera para cubrirse del temor y la vergüenza que sentía por haberse rebelado contra el Dios que le había dado todo. Sin embargo, Dios les cubrió con un vestido de piel, resultado de una ofrenda, un sacrificio, derramamiento de sangre.

El intento del hombre cuando cae en la cuenta de que ha cometido un error y un error grave, es tratar de minimizar los efectos de su acción. La culpabilidad resultante de nuestros errores impulsa nuestra voluntad tratando de mitigar en lo posible el daño realizado. Sin embargo, Dios no permite la intervención humana en la obra que puede satisfacer su justicia. Una vez que el elemento humano, por tanto caído y pecaminoso, entra en acción, la obra pierde su eficacia y la rebaja, es insuficiente para satisfacer la santidad de Dios.

Dijimos que la salvación es obra de Dios de principio a fin. Para demostrar en este tiempo su justicia. El nivel de justicia de Dios es inmensamente superior a la justicia humana, como los cielos son más altos que la tierra. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, declara el Señor. Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos (Isaías 55:8,9). Pablo dice luego: A fin de que El sea justo.

Dios no tendrá por inocente al culpable. Su reino es un reino de justicia. Para que Dios sea justo, y pueda justificar al culpable, no puede rebajar sus exigencias, y éstas solo pueden ser satisfechas por la sangre del justo, el Cordero de Dios que fue inmolado. Nadie puede tocar esta salvación. Las obras humanas y religiosas contaminan la obra y la hacen ineficaz, no sirve. Se justifica al que tiene la fe en Jesús, el autor de la salvación de ellos. Las obras de la ley son insuficientes, los sistemas religiosos no bastan, la fe en Jesús debe levantarse y mirarle colgado en la cruz, como la serpiente fue levantada en el desierto, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, sino que tenga vida eterna.

         La justificación por la fe le da la gloria al que nos salvó.

11 – LA REDENCIÓN – Justificados por su gracia (II)

La locura de la cruzJustificados por su gracia (II)

Siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús  (Romanos 3:24 LBLA)

Debemos distinguir entre la redención realizada y la justificación aplicada. La redención fue realizada únicamente por Jesús, su obra es única, ninguna religión puede añadir un ápice a la consumación de la obra de Jesús. La redención fue realizada por el Mesías. Es el Redentor. No podemos ser redimidos con oro o plata, tampoco con títulos o nombramientos diversos, aunque seamos de una familia de rango abolengo, ni nuestras obras realizadas con la mejor de las intenciones pueden añadir un codo a la obra perfecta y acabada del Hijo de Dios.

Parece evidente, pero la historia de la iglesia está llena de intentos por echar agua, o mezclarla con disolventes para obtener méritos en la obra que solo pertenece a la divinidad. Dios no acepta otra cosa para redimir al hombre que la sangre derramada en la cruz del Calvario. La salvación pertenece a nuestro Dios (Apc.7:10). No hay intervención humana en ella, no puede haber brazo de carne que sostenga una salvación tan grande. Es de Dios. La gloria es de Dios. La justicia es de Dios. Su naturaleza y carácter está en juego. No comparte su gloria.

Ahora bien, de esa salvación o redención, cuelga —como diríamos en términos informáticos— la justificación que es aplicada al hombre de fe, mediante la gracia de Dios. La justificación se puede aplicar al hombre caído cuando la acepta por fe, y aquí sí hay intervención humana, entra en juego nuestra voluntad para recibir o rechazar. La redención es obra de Dios, Dios estaba en Cristo, reconciliando al hombre consigo mismo. La justificación se aplica a todo aquel que recibe la abundancia de la gracia y del don de la justicia.

Aquí tenemos la combinación: Dios redime, el hombre es justificado. La voluntad de Dios ejecuta la obra en la persona del Hijo; la voluntad del hombre recibe por fe, o rechaza por incredulidad, dureza de corazón o porque el sistema religioso al que pertenece ha ocupado el lugar de la salvación. Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios (Ef.2:8).

Todas las religiones, en mayor o menor medida, pretenden mezclar la obra de redención con sus propias obras; es abominación a Dios. La revelación del Espíritu manifiesta la obra de Jesús y nos conduce al arrepentimiento y la fe para recibir por gracia el don de Dios.

         La justificación por la fe es una verdad revelada que nos coloca en actitud de recibir o rechazar, pero nunca de realizar. Jesús lo ha hecho posible.

10 – LA REDENCIÓN – Justificados por su gracia (I)

La locura de la cruzJustificados por su gracia (I)

Siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús  (Romanos 3:24 LBLA)

De principio a fin, la salvación es obra de Dios. La salvación pertenece a nuestro Dios (Apc. 7:10). La Biblia lo llama una salvación tan grande (Heb. 2:3). Fue anunciada primeramente por el Señor, confirmada por los que la oyeron y Dios testificó también con señales, prodigios, milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad. Esta salvación tan grande contiene todo el consejo de Dios para restaurar al hombre de su caída, y devolverlo al propósito original.

La salvación tiene diversas fases. Toda ella tiene un propósito: rescatar al hombre, restaurarle, regenerarle y conducirle a una posición nueva, que supera y va más allá de la creación en Adán; es hacernos conforme a la imagen de su Hijo (Rom. 8:29). El propósito final de la salvación es llevar muchos hijos a la gloria, habiéndolos transformado a la imagen del Hijo, y vencido el poder del pecado y de la muerte, llevarlos a un estado glorioso de redención en el que no habrá más posibilidad de rebelión y pecado. Ya no habrá muerte,  no habrá llanto, ni dolor, las primeras cosas habrán pasado y todas han sido hechas nuevas.

Esta gran salvación de Dios tiene diversas fases y debemos comprenderlas. La ira, el juicio, la ley, el pecado y la condenación resultante, han colocado al hombre en una posición insostenible, y es en esa fase donde aparece la encarnación del Hijo de Dios para redimir, rescatar y justificar al hombre caído. La justificación del hombre es un milagro solo posible por la justicia satisfecha del Santo.

Ser declarados justos, siendo pecadores, no es posible para ningún sistema religioso, por ello, esta verdad revelada ha transformado la vida de los hombres y las sociedades. Esta verdad quedó enterrada bajo la arena de la ignorancia, oscurecida por el manto del poder religioso y oculto a los ojos de generaciones y generaciones.

La justificación del hombre, en base a la redención que realizó el Hijo de Dios, es tan determinante en el devenir de los pueblos y familias, que fue sacada a luz nuevamente con una fuerza increíble en el siglo XVI por hombres como Martin Lutero, que Dios usó para devolver la verdad al pueblo. La verdad de la justificación por la fe contiene una parte esencial de la salvación que Dios ha preparado para las naciones. Si no entendemos bien esta verdad esencial en nuestra comunión con Dios, otras muchas verdades que cuelgan de ella quedarán en un vacío, o serán distorsionadas con mezclas indeseables.

         El evangelio de Dios contiene la verdad de la redención, y ésta incluye la justificación del hombre por fe, recibida gratuitamente por su gracia.

9 – LA REDENCIÓN – Por medio de la fe en Jesucristo

La locura de la cruzPor medio de la fe en Jesucristo

Pero ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios ha sido manifestada, atestiguada por la ley y los profetas; es decir, la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen; porque no hay distinción (Romanos 3:21-22 LBLA)

La justicia de Dios ha sido manifestada. Es decir, la justicia divina ha sido satisfecha. Tal vez podemos invertir el orden y decir que una vez satisfecha la justicia de Dios, ha sido manifestada para ser aplicada a todos aquellos que creen en aquel que la ha hecho posible: Jesucristo. Por eso, en ningún otro hay salvación, porque  no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cuál podamos ser salvos (Hch. 4:12).

Jesús ha satisfecho la justicia de Dios para que podamos acercarnos en plena certidumbre de fe, para alcanzar gracia y la ayuda oportuna. Esa justicia ha sido testificada por la ley y por los profetas, por tanto, hay una secuencia de continuidad. Estaba encerrada para ser manifestada. Se veía en sombra, pero ahora ha sido revelada en plenitud en la persona y obra de Jesús. Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre (1 Tim. 2:5).

Esta gracia estaba destinada. Es el plan de Dios desde la eternidad, pero se ha presentado progresivamente para alcanzar a todos aquellos que han llegado al fin de los tiempos. La redención estaba  preparada incluso antes de la caída. Porque El estaba preparado desde antes de la fundación del mundo, pero se ha manifestado en estos últimos tiempos por amor a vosotros (1 Pedro 1:20). Y antes dijo el apóstol Pedro: Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles (1 Pedro 1:10-12 RV60).

La revelación del evangelio estaba contenida en la ley y los profetas, es decir, las Escrituras judías. Somos deudores (Ro.15:27). Seamos agradecidos. Aceptemos la soberanía de Dios. Y pongamos nuestra fe en el Mesías de Israel, el redentor del mundo.

           La fe en Jesús activa todo el plan de salvación a nuestro favor. Satisface la justicia de Dios. Crea un nuevo hombre en justicia y santidad de la verdad. Nos regenera. Eleva nuestra dignidad. Nos hace hijos de Dios.

8 – LA REDENCIÓN – La justicia de Dios

La locura de la cruzLa justicia de Dios

Pero ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios ha sido manifestada, atestiguada por la ley y los profetas; es decir, la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen; porque no hay distinción (Romanos 3:21-22 LBLA)

La ira de Dios, su justo juicio; la ley que es insuficiente; la circuncisión también, y el pecado que hemos heredado; todo ello coloca al hombre en una posición insostenible. Delante de Dios, un Dios santo, con unas demandas imposibles de cumplir por la imposibilidad de una naturaleza mala e impotente para alcanzar la justicia más elevada de Dios, estamos vendidos. El veredicto no tiene margen de error: culpables. La sentencia es la muerte. Para Dios sí hay pena de muerte, aunque tarde un tiempo en llegar. La paga del pecado es muerte. La consecuencia de vivir en la carne, según las apetencias del hombre caído, es condenación. Muerte eterna. Separados de Dios. Condenados al abismo y el lago de fuego. El Hades nos espera sin esperanza. La cárcel perpetua es nuestro destino. ¿Cómo escaparemos? (Heb. 2:3). ¿Quién nos librará de este cuerpo de  muerte? (Rom. 7:24). Dios es fuego consumidor (Heb. 12:29). … y yo lloraba mucho, porque nadie había sido hallado digno de abrir el libro… Entonces uno de los ancianos me dijo: No llores; mira, el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro (Apc. 5:1-5).

Hay uno que ha vencido para libertarnos. Hay uno que dispuso su voluntad para venir en nuestro rescate. Entonces dijo: He aquí, yo he venido para hacer tu voluntad… Por esta voluntad hemos sido santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo ofrecida de una vez para siempre (Heb. 10:9,10). Jesús dispuso su voluntad y dio su vida en rescate por muchos. En esa voluntad el destino de millones de hombres y mujeres ha cambiado para toda la eternidad.

La justicia de Dios ha sido satisfecha por el justo. ¡Hay un justo! El justo por los injustos, para llevarnos a Dios (1 Pedro 3:18). La ecuación ha sido resuelta. ¿Qué ecuación? La de encontrar una respuesta que despeje la incógnita y solucione la ira, el juicio, la ley, el pecado y la justicia de Dios. Como está escrito: Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El (2 Co.5:21). Es el misterio de la redención que necesita ser revelado por el Espíritu y la Escritura. Porque «el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo».

En el evangelio, la justicia de Dios se revela por fe y para fe… (Ro.1:17).

7 – LA REDENCIÓN – Todos pecaron

La locura de la cruzTodos pecaron

Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios (Romanos 3:23 LBLA)

El pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte. Todos hemos participado de esa naturaleza maligna, por tanto, todos hemos sido despojados de la gloria de Dios. Aquel vestido que cubría al primer hombre y la primera mujer fue quitado, quedaron desnudos y separados de la comunión de vida con Dios. Esa naturaleza la hemos heredado de nuestros padres. Y aunque nos hayan educado bajo las demandas de un sistema religioso, seamos judíos o gentiles, con ley o conciencia natural, todos hemos participado en el inicio de nuestra existencia del mal que entró en el corazón del hombre y lo apartó de Dios.

El pecado destruye la comunión con Dios. No podemos alcanzar su justicia. Es demasiado elevada y ningún sistema religioso puede ayudarnos plenamente para recuperar la gloria perdida. Necesitamos un Redentor. Necesitamos redención. Necesitamos un justo. Pero, como está escrito: no hay justo, ni aún uno; no hay quién entienda, no hay quién busque a Dios; todos se han desviado, a una se hicieron inútiles; no hay quién haga lo bueno, no hay ni siquiera uno (Rom. 3:10-12).

Necesitamos un justo que satisfaga plenamente la justicia de Dios. Pero si todos los hombres pecaron y están destituidos de su gloria ¿de dónde vendrá nuestro socorro? Necesitamos un hombre sin pecado como propiciación delante de Dios que pueda presentar una ofrenda ante el trono de justicia, satisfaga las demandas de la santidad de Dios, y pueda ser aplicada a quienes la aceptan como rescate de sus vidas. Eso es redención.

Y solo hay uno que puede hacerlo, que nació sin pecado, que se hizo hombre, aunque era Dios. La doble naturaleza de Jesús como Hijo de Dios e Hijo del Hombre viene en nuestro rescate. Ahora la gloria perdida en Adán podemos recuperarla para ser revestidos de Cristo, nuestro sumo sacerdote, redentor y propiciación. Gracias a Dios por su don inefable.

Todo lo anterior a la revelación del Hijo Unigénito fue una preparación para ser alcanzados por la gloria postrera de la casa de Dios. Porque El ha sido considerado digno de más gloria que Moisés en toda la casa de Dios… Cristo fue fiel como Hijo sobre la casa de Dios, cuya casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin nuestra confianza y la gloria de nuestra esperanza (Hebreos 3:1-6).

         El pecado nos impide alcanzar su gloria; nos destituye y despoja del vestido, pero el Rey ha venido para devolver al hombre lo que perdió en Adán.      

 

6 – LA REDENCIÓN – La circuncisión tampoco es suficiente

La locura de la cruzLa circuncisión tampoco es suficiente

Pues ciertamente la circuncisión es de valor si tú practicas la ley, pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión se ha vuelto incircuncisión (Romanos 2:25 LBLA)

La pertenencia a una comunidad concreta tampoco nos redime. Todos nacemos en un entorno social, cultural y religioso especifico, sin embargo, esa identidad natural no nos hace más o menos aceptos delante de Dios. No es la identidad natural la que nos redime. La salvación es de Dios, no de una nacionalidad concreta. Ciertamente el judío tiene ciertas ventajas porque han recibido la palabra de Dios (Rom. 3:1,2), y en ella tienen la revelación de su voluntad. Pero tener la palabra de Dios no significa cumplirla.

Dios le dio a Abraham la circuncisión como señal del pacto que hizo con él y su descendencia, pero ahora Pablo nos dice que tampoco la circuncisión vale nada si no va acompañada del cumplimiento estricto de la ley. Pues ciertamente la circuncisión es de valor si tú practicas la ley, pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión se ha vuelto incircuncisión (Rom. 2: 25).

¿De qué sirven unas gotitas de agua al nacer y declarar cristiano al recién nacido, si en el transcurso de su vida no hace la voluntad de Dios? ¿De qué vale nacer en una familia de tradición religiosa, de cualquier denominación, si la persona no ajusta su vida a la revelación de Dios? Sirve en cuánto a los límites y freno al pecado que pone una educación conforme a la ley de Dios, pero si la persona no acepta y pone su corazón en ello de nada le sirve. Es judío el que lo es interiormente, y la circuncisión es la del corazón, por el Espíritu, no por la letra; la alabanza del cual no procede de los hombres, sino de Dios (Rom. 2:29).

La circuncisión tampoco redime. Porque ni la circuncisión es nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación (Gá. 6:15). Y esa nueva creación solo se obtiene mediante redención, una redención que tiene como base la obra única y acabada en la cruz del Calvario por Jesús, el Redentor de Israel y las naciones. La ley ha sido nuestro ayo para llevarnos al encuentro con el que nos redime (Gá. 3:24). Es Cristo quién nos redime de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición, a fin de que en Cristo, la bendición de Abraham viniera a los gentiles, para que recibiéramos la promesa del Espíritu mediante la fe (Gá. 3,14).

         No es la circuncisión, ni la ley, ni cualquier tradición religiosa las que pueden redimirnos, sino la fe en el Mesías que obra por amor.