34 – LA LUCHA INTERIOR – La mano alzada de Moisés

Lucha interiorLa mano alzada de Moisés

Y Josué hizo como Moisés le dijo, y peleó contra Amalec; y Moisés, Aarón y Hur subieron a la cumbre del collado. Y sucedió que mientras Moisés tenía en alto su mano, Israel prevalecía; y cuando dejaba caer la mano, prevalecía Amalec  (Éxodo 17:10-11 LBLA).

Este episodio de la primera batalla que tuvo que enfrentar Israel, una vez que entró en el desierto, tiene mucha enseñanza para nosotros. El mensaje original que Dios dio a Moisés para que llevase a Faraón fue: Deja salir a mi pueblo para que me sirva. Ahora el pueblo ha salido, ha sido redimido de la esclavitud de Egipto y la tiranía de Faraón. Sin embargo, sigue habiendo enemigos. Amalec, figura de la carne, está al acecho y ha buscado el momento oportuno para atacar a Israel.

El servicio del pueblo de Dios se lleva a cabo en medio de enemigos que se oponen al llamamiento. El diablo siempre anda alrededor buscando para impedir el cumplimiento de Dios en nuestras vidas, en nuestras familias y naciones.

¿Cómo enfrentó Moisés esta pelea? Generalmente se interpreta la subida a la cumbre del collado de Moisés, Aarón y Hur como una figura de la vida de oración, es correcto, necesitamos vida de oración en la congregación para encarar la batalla con los enemigos de nuestros avances. Pero creo que también podemos ver en Moisés al legislador, portador de la ley de Dios, la palabra de Dios. Por tanto, cuando Moisés tenía en alto su mano, —la ley de Dios debe estar levantada en nuestros corazones para hacer frente a los amalecitas, ¿Con que limpiará el joven su camino, con guardar tu palabra… en mi corazón he guardado tus dichos para  no pecar contra ti (Sal. 119:9-11)—, Israel prevalecía.

Cuando las autoridades de una nación levantan la palabra de Dios en sus leyes, el pueblo prevalece sobre la maldad; cuando los padres de familia son temerosos de Dios y ordenan sus vidas y casas según sus estatutos, la familia puede hacer frente a las bandas de amalecitas que atacarán su estabilidad. Si abandonamos la palabra de Dios como baluarte de nuestra fe, pronto nuestros pensamientos serán invadidos por corrientes ideológicas de este siglo, seremos anegados por la mentira, y el hombre carnal tomará el control.

Israel nos enseña aquí, que desde temprano en la carrera, debemos hacer frente al enemigo mediante la oración y la palabra de verdad. Si nos cansamos en mantener la confesión de nuestra fe, pronto seremos zarandeados por las circunstancias y víctimas de bandas enemigas que vienen a impedir nuestro desarrollo espiritual.

         Las manos alzadas por la verdad, y las rodillas no paralizadas de la oración, nos darán la victoria sobre Amalec.

33 – LA LUCHA INTERIOR – Sal a pelear contra Amalec

Lucha interiorSal a pelear contra Amalec

Y Moisés dijo a Josué: Escógenos hombres, y sal a pelear contra Amalec. Mañana yo estaré sobre la cumbre del collado con la vara de Dios en mi mano (Éxodo 17:9 LBLA).

En ocasiones somos derrotados antes de salir a pelear. Hay una actitud pasiva en cierto tipo de cristianismo que mantiene una forma errada en cuanto a la guerra espiritual. También tenemos hoy en el lado opuesto iglesias que han llevado la guerra espiritual a extremos indeseados. Unos viven la vida cristiana como si el diablo no existiera, anegados por el humanismo y materialismo más ramplón; y otros, excitados por un desequilibrio que ve demonios en el mover de una hoja.

No podemos ignorar que la Biblia está llena de batalla. Hay una batalla en la vida del cristiano que no debemos evitar. Pablo le dijo a Timoteo: Pelea la buena batalla de la fe. Jesús dijo: Desde los días de Juan el Bautista el reino de los cielos sufre violencia, y lo violentos lo arrebatan (Mt.1 11:12). Nuestras armas no son carnales, sino poderosas en Dios para derribar fortalezas, y llevar cautivos los pensamientos altivos, y las vanas imaginaciones, a la obediencia de Cristo.

Amalec atacó a Israel en un momento de debilidad y descanso, lo hizo por la espalda, en la retaguardia, pero una vez que el pueblo se recompuso, Moisés (el hombre más manso de la tierra en aquellos días) dijo a Josué: Sal a pelear contra Amalec.

No podemos permitir a la simiente carnal que domine nuestros afectos y nos atrape en su espiral de pecado e inmundicia. Hay que salir a pelear. Moisés lo hizo en su lugar, en la cumbre del collado, por su parte Josué enfrentó cara a cara las bandas de asaltantes amalecitas. Dos dimensiones y ámbitos de la lucha. Una en «los aires», otra en la tierra. Nuestra lucha no es contra sangre ni carne, sino contra principados y potestades, contra huestes de maldad en las regiones celestes. Pero no todo es espiritual.

Vivimos en un mundo material y físico, por tanto, en muchas ocasiones deberemos complementar el ámbito espiritual con el desarrollo natural de las cosas. No somos gnósticos, somos hijos del reino, seres tripartitos, y necesitamos actuar en fe y con osadía en todas las esferas de nuestra vida. Siempre hay que complementar la acción con oración, nunca orar sin actuar, o actuar sin orar. Esta combinación nos enseña la batalla que Moisés y Josué presentaron a Amalec. Moisés tenía en su mano la vara de Dios, Josué tenía la espada, también de Dios. Vara y espada para derrotar a Amalec. Disciplinas espirituales junto con las acciones oportunas.

         El pueblo que conoce a su Dios se esforzará y peleará. Amalec debe ser combatido y encarado para que no dañe nuestra retaguardia.

32 – LA LUCHA INTERIOR – Amalec pelea contra Israel

Lucha interiorAmalec pelea contra Israel

Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim  (Éxodo 17:8 LBLA).

Amalec significa «belicoso» o «pueblo que lame». La violencia, el robo, los asaltos y la traición están en su ADN. El carácter de este pueblo se distingue por asaltar de improviso al pueblo de Dios, en momentos de gran debilidad, para saquear su herencia. Está orientado al saqueo más que a la edificación de su propio pueblo. Se mueve en bandas de salteadores buscando la espalda de sus víctimas para hacer el mayor daño posible.

El cristiano experimenta en ocasiones estos asaltos de forma súbita que le roban las fuerzas espirituales para resistir al diablo. Por momentos queda atrapado en la vieja naturaleza pecaminosa que neutraliza el potencial de la nueva vida. Lo vemos de forma analógica en el pasaje que tenemos para meditar.

Israel ha salido de Egipto, ha cruzado el Mar Rojo, ha superado las primeras murmuraciones por la aflicción del desierto, ha recibido el maná del cielo y agua de la roca, pero ahora, de forma repentina, aparece un enemigo de improvisto para atacarle en Refidim. Refidim significa «espacios», «camas» (lugares de descanso), o «sostén» y «soporte».

Cuando parece que ha llegado el tiempo de calma, en los momentos cuando nos relajamos creyendo que el peligro ha pasado, y podemos disfrutar de un merecido descanso, aparece Amalec para pelear y destruir. Acuérdate de lo que te hizo Amalec en el camino cuando saliste de Egipto, como te salió al encuentro en el camino, y atacó entre los tuyos a todos los agotados en tu retaguardia cuando estabas fatigado y cansado; y él no temió a Dios (Dt. 25:17-18). Este es el carácter de Amalec. Atacar al pueblo de Dios cuando está cansado, y lo hace por la retaguardia, sin dar la cara, sin una lucha abierta, si no escondida, a traición, y en los momentos de máxima debilidad.

Las obras de la carne tienen el mismo potencial destructivo. No hay tregua. Hemos recibido un llamamiento a velar y orar para no caer en tentación. A la verdad el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil. Vestíos de toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra todas las asechanzas del diablo.

Los que estaban con Nehemías en tiempos de la restauración de la muralla de Jerusalén, con una mano empuñaban la pala y con la otra la espada. El rey David, un día que se quedó solo, sin ir a la batalla, una banda de amalecitas en forma de lujuria de la carne se abalanzó sobre él y no pudo neutralizarla. El diablo ha venido a matar, robar y destruir. El pueblo de Dios que ignora sus maquinaciones será presa de sus ardides.

         Tenemos un enemigo que no podemos ignorar, ni siquiera en los tiempos de descanso. Amalec permanece al acecho para pelar contra Israel.

31 – LA LUCHA INTERIOR – Amalec nieto de Esaú

AMALEC ENEMIGO DE ISRAEL

  1. Amalec  nieto de Esaú (Génesis 36:8-16 LBLA).
  2. Amalec pelea contra Israel (Éxodo 17:8 LBLA).
  3. Sal a pelear contra Amalec (Éxodo 17:9 LBLA).
  4. La mano alzada de Moisés (Éxodo 17:10-11 LBLA).
  5. El cansancio en la batalla (Éxodo 17:12 LBLA).
  6. Amalec deshecho pero no destruido (Éxodo 17:13,14).
  7. El pecado nos derrota frente a Amalec (Números 14:40-45).
  8. El hombre sin temor de Dios (Deuteronomio 25:17-19 LBLA).
  9. Coaliciones de enemigos contra Israel (Jueces 6:3,6).
  10. Victorias iniciales sobre la carne (1 Samuel 14:47,48).
  11. La victoria se consolida por la obediencia a la palabra (1 Samuel 15:1-3).
  12. Obediencia imperfecta es desobediencia (1 Samuel 15:7-9 LBLA).
  13. La palabra corrige y desenmascara (1 Samuel 15:10-11).
  14. Pienso que cumplo sin cumplir (1 Samuel 15:13-14).
  15. Eludir nuestra propia responsabilidad (1 Samuel 15:15).
  16. Obedecer es mejor que los sacrificios (1 Samuel 15:22).
  17. Rebelión/adivinación y obstinación/idolatría (1 Samuel 15:23).
  18. Reconocimiento del pecado sin arrepentimiento (1 Samuel 15:24).
  19. El pecado no se borra con el tiempo (1 Samuel 28:18-19 LBLA).
  20. La muerte de Saúl a manos de un amalecita (2 Samuel 1:8-10).
  21. Un descuido y Amalec arrasa con todo (1 Samuel 30:1-3).
  22. La respuesta de David a Amalec (1 Samuel 30:4-8).

 

Lucha interiorAmalec nieto de Esaú

Y habitó Esaú en la región montañosa de Seir; Esaú es Edom. Estas son las generaciones de Esaú, padre de los edomitas, en la región montañosa de Seir. Estos son los nombres de los hijos de Esaú: Elifaz, hijo de Ada, mujer de Esaú…Timna fue concubina de Elifaz, hijo de Esaú, y le dio a luz a Amalec… Estos son los jefes de entre los hijos de Esaú. Los hijos de Elifaz, primogénito de Esaú, son… y el jefe Amalec  (Génesis 36:8-16 LBLA).

Cuando nos familiarizamos con el contenido bíblico podemos apreciar diversas cosas que llaman la atención. Una de ellas es la importancia que da la Biblia a las genealogías. Para nosotros no tienen demasiado interés, pero debemos comprender que hay una línea genealógica a la que Dios quiere que pongamos especial atención, es la descendencia de Abraham. La simiente de la mujer que había de venir, −profetizada en Génesis 3:15, y que aplastaría la cabeza de la serpiente−, debe ser identificada correctamente.

Además, hay otras genealogías especificadas en la Escritura a la que se dedica especial atención. Mi apreciación personal es que esas familias tienen un carácter determinado que va pasando de padres a hijos y de generación en generación. Una de ellas, —que transita en paralelo a la familia que tiene las promesas— es la descendencia de Esaú. Lo hemos ido viendo en las anteriores meditaciones, ahora quiero pararme en uno de los descendientes de Esaú, concretamente, en uno de sus nietos, Amalec, que tiene una relevancia especial en la Escritura por lo que iremos viendo en próximas reflexiones.

Pues bien, en los textos que nos ocupan vemos el árbol genealógico de Esaú. Esaú es Edom, padre de los edomitas, que se establecieron en el monte Seir, una región montañosa al sureste de Israel y el sur del Mar Muerto.

El primer hijo de Esaú fue Elifaz, quién tuvo una concubina llamada Timna que le dio a luz un hijo llamado Amalec. Por tanto, tenemos que Amalec es nieto de Esaú. Esta circunstancia no tendría mayor importancia si no fuera porque vemos en los amalecitas una gran parte del carácter que hemos ido viendo en Esaú y sus descendientes.

Amalec fue uno de los jefes de la casa de Esaú, y la Escritura enfatiza su carácter opuesto a Israel, el pueblo de Dios. Veremos muchas de las características de Edom en los amalecitas, figura del hombre carnal, opuesto al nuevo hombre, nacido del Espíritu. Por todo ello, creo que merece la pena que hagamos un recorrido analizando los textos donde vemos la forma de actuar de Amalec, su carácter y su lucha contra los hijos de la promesa.

         Esaú, Edom, los edomitas, Amalec y los amalecitas aparecen en la Escritura como parientes de Israel pero opuestos a la soberanía de Dios.

30 – LA LUCHA INTERIOR – El profeta Malaquías sobre Edom

Lucha interiorEl profeta Malaquías sobre Edom

Aunque Edom dice: Hemos sido destruidos, pero volveremos y edificaremos las ruinas, el Señor de los ejércitos dice así: Ellos edificarán, pero yo destruiré. Y los llamarán territorio impío y pueblo contra quien el Señor está indignado para siempre  (Malaquías 1:4 LBLA).

La naturaleza del hombre carnal no puede ser domesticada. Una y otra vez se levanta sobre sus mismas ruinas y patrones de conducta. Una de las mayores frustraciones del cristiano es su lucha interior con la vieja y vana manera de vivir heredada de la naturaleza adámica y personificada en la vida de Esaú.

Aunque el hombre viejo ha sido destruido en la cruz del Calvario, −hemos sido unidos a Jesús en su muerte, sepultura y resurrección−, está al acecho, sin importarle el juicio que ha sido decretado sobre él. En cuánto tiene la ocasión se levanta para impedir que avancemos en los propósitos de Dios. Aunque hayamos tenido victorias sobre ciertas áreas de nuestra vida, debemos morir cada día —como diría Pablo— y no darle lugar a la carne hasta la redención final de nuestro cuerpo (Ro.8:23).

La misma obstinación encontramos en la naturaleza del reino de Edom. Recuerda: la obstinación es idolatría (1 Sam. 15:23). Y la idolatría nunca se cansa de rebrotar una y otra vez bajo los parámetros del hombre caído y los sistemas religiosos.

En el último de los profetas del Antiguo Testamento volvemos a encontrarnos con Edom. Malaquías habló de la destrucción del reino de Edom, pero volvió a levantarse en días de los macabeos, incluso se dice que fueron incorporados a la vida de Israel. Precisamente el rey Herodes era idumeo, gobernando Israel en días de la aparición del Mesías, opuesto al nacimiento de las profecías, queriendo matar a los niños judíos, siendo a la vez su rey. De esta forma tenemos la naturaleza edomita mezclada con el pueblo de la promesa. Carne y Espíritu queriendo hacer la misma obra. Imposible.

Dios está indignado contra este pueblo para siempre. No hay reconciliación posible. Dios aborrece a Esaú. Nosotros debemos aborrecer las obras de la carne y vivir llenos del Espíritu. Debemos saber que Esaú no se rendirá a pesar del juicio decretado sobre él. Aunque sea destruido por un tiempo vuelve a reaparecer. Por tanto, dice Jesús: Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil  (Mr. 14:38).

         Edom es un territorio impío que rebrota una y otra vez en el devenir de los pueblos, por eso el Señor está indignado contra él para siempre.

29 – LA LUCHA INTERIOR – El profeta Ezequiel sobre Edom (5)

Lucha interiorEl profeta Ezequiel sobre Edom (V)

Entonces sabrás que yo, el Señor, he oído todas las injurias que has hablado contra los montes de Israel, diciendo: Están desolados; nos han sido dados para alimento  (Ezequiel 35:12 LBLA).

La voz del profeta es un recuerdo a los hombres de que Dios oye sus palabras y responde a su soberbia. La naturaleza injuriosa del reino de Edom es una analogía para nosotros de la vida del hombre carnal. Sus palabras ofensivas contra Israel se refrendan en la oposición que ejerce el hombre caído a la voluntad de Dios.

Esaú quiso sacar provecho del juicio de Dios sobre Israel y Judá, llevados al cautiverio por Asiria y Babilonia, anexionándose su tierra para alimento y engorde de su codicia. Así es la naturaleza del mal en el corazón del hombre no regenerado. Injuriar es agraviar o dañar a otro. Hacerlo cuando está en su máxima debilidad demuestra una cobardía y miseria propia de la maldad.

Israel ha vivido una diáspora de 1800 años desde que fue destruida en el año 70 d.C. y poco más tarde en el 132 d.C. a manos del emperador Adriano. Esa destrucción anunciada por el mismo Jesús (Mt. 24:2) no sería definitiva, sino que vendría el tiempo de su restauración, el rebrotar de la higuera, también anunciado por el Maestro de Nazaret (Lc. 21:29,30). Sin embargo, las naciones se apoderaron de la tierra de Israel aprovechando su dispersión y persiguiéndola en las naciones donde se establecían.

En el año 1948, después de un proceso gradual, los judíos rebrotaron en su tierra como nación, y a partir de ese momento el conflicto ha sido imparable y se ha extendido de tal forma que parece afectar a la estabilidad mundial. La misma naturaleza de Esaú/Edom reaparece en la historia de Israel una y otra vez. De la misma forma que la lucha entre la carne y el Espíritu está presente de forma indefinida en el interior del cristiano.

También hoy, como ayer, Dios oye todas las palabras injuriosas que se lanzan sobre Israel y la iglesia. Es más, el Señor ve en esas palabras un mensaje lanzado contra Él mismo. Con arrogancia habéis hablado contra mí y habéis multiplicado vuestras palabras contra mí; yo lo he oído (Ez. 35:13). Y emite su veredicto: Así dice el Señor Dios: Para alegría de toda la tierra, yo haré de ti [Edom] una desolación (Ez.35:14). Los enemigos de Israel quedarán asolados, y aquellos que se deleitan en las obras de la carne no pueden heredar el reino de Dios. Como te alegraste sobre la heredad de la casa de Israel porque fue asolada, así te haré yo a ti. Serás una desolación… y sabrán que yo soy el Señor (Ez. 35:15).

         La injuria contra Israel y la iglesia es una ofensa a Dios.

28 – LA LUCHA INTERIOR – El profeta Ezequiel sobre Edom (4)

Lucha interiorEl profeta Ezequiel sobre Edom (IV)

Por cuanto has dicho: Las dos naciones y las dos tierras serán mías, y las poseeremos, aunque el Señor estaba allí  (Ezequiel 35:10 LBLA).

El salmista dijo en cierta ocasión: Sean gratas las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti (Sal. 19:14). Toda la Escritura enseña sobre la trascendencia de nuestras palabras delante de Dios. Jesús dijo que de lo que hay en el corazón habla la boca. Muerte y vida están en poder de la lengua, y comeremos de su fruto: vida o muerte. Somos salvos por la confesión de nuestros labios, después de creer con el corazón y arrepentirnos de nuestros pecados. En muchas ocasiones la palabra hablada nos viene devuelta con retribución. Te has enlazado con las palabras de tu boca, por tanto, el sabio nos insta a no dar sueño a nuestros ojos hasta quedar libres del lazo de una palabra inoportuna que nos ha esclavizado (Pr. 6:2-5).

Hay palabras que Dios no puede soportar, son como puñales que penetran en el cielo y provocan una reacción inmediata. Recordemos las palabras de Ananías y Safira delante del Espíritu de Dios y el apóstol Pedro. También las del enviado por el rey de Asiria para conquistar Jerusalén en días del rey Ezequías (Is. 37:23-24). Las palabras cargadas de soberbia son una afrenta al Dios de Israel. Uno de los mandamientos es: no tomar el nombre de tu Dios en vano.

Esaú, desde bien temprano, menosprecio y habló mal de la herencia del Señor, la primogenitura. En el texto que estamos meditando la palabra que ofendió a Dios fue esta: Las dos naciones y las dos tierras serán mías, y las poseeremos. Seguramente se refería al reino del norte (Israel), que ya estaba en el cautiverio asirio; y al reino del sur (Judá), que había sido llevado al cautiverio por Babilonia. Edom quiso aprovechar la situación y apropiarse de la tierra que el Señor dio a Abraham y su descendencia atrayendo la ira de Dios sobre sí mismo.

Aún en los momentos de máxima debilidad de Israel, el Señor mantiene su promesa de la tierra a su pueblo, y es celoso en gran manera sobre aquellos que pretenden apropiársela, menospreciando su voluntad. Los medios de comunicación deberían tomar buena nota y no dejarse engañar por la propaganda islámica actual. Hay palabras que ofenden a Dios porque ponen en duda su soberanía y sus promesas. El resultado lo vemos en el siguiente versículo: Por tanto, vivo yo —declara el Señor Dios—, haré contigo conforme a tu ira y conforme al celo que mostraste a causa de tu odio contra ellos [Israel], y me haré conocer entre ellos cuando te juzgue (Ez. 35:11 LBLA).

         Nuestras palabras, opuestas a la voluntad de Dios y su pueblo, se volverán contra nosotros. El hombre sabio teme ante el Dios de Jacob.

27 – LA LUCHA INTERIOR – El profeta Ezequiel sobre Edom (3)

Lucha interiorEl profeta Ezequiel sobre Edom (III)

Por tanto, vivo yo —declara el Señor—, que a sangre te entregaré y la sangre te perseguirá; ya que no has odiado el derramamiento de sangre, la sangre te perseguirá  (Ezequiel 35:6 LBLA).

Dios es amor, pero aborrece el pecado. Jesús amó la justicia, pero aborreció la iniquidad, por eso Dios le ungió con aceite de alegría más que a sus compañeros (Heb. 1:9). El hombre con la naturaleza de Esaú ama el pecado y no aborrece el derramamiento de sangre.

Las naciones cuyos gobernantes legislan sin aborrecer el derramamiento de sangre quedarán dentro del juicio emitido sobre Edom. En ocasiones, las leyes encubren ese derramamiento de sangre mediante artimañas del lenguaje, con eufemismos engañosos que solo calman la conciencia de aquellos que se engañan a sí  mismos. El aborto es un claro ejemplo de lo que estoy diciendo. Cada aborto practicado deliberadamente es derramar sangre inocente. Una sociedad que no aborrece esa iniquidad, sino que la justifica con argumentos sobre el derecho a decidir de la mujer, está actuando en la naturaleza de Edom. No odia el derramamiento de sangre, por tanto, la sangre le perseguirá.

Una sociedad que permite la violencia, justificando al infractor y condenando al inocente, mantiene la simiente de Esaú en su seno.

Toda sangre derramada injustamente levanta una voz al cielo desde la tierra. La sangre de Abel, derramada por la mano de su hermano, levantó una voz tan fuerte que fue oída en el cielo y emitió un juicio que marcaría la vida de Caín. Y El le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Ahora pues, maldito eres de la tierra, que ha abierto su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Cuando cultives el suelo, no te dará más su vigor, vagabundo y errante serás en la tierra (Gn. 4:10-12).

La sangre derramada tiene voz. Esa voz clama por retribución. La vida está en la sangre, por tanto, derramarla es quitar la vida y quedar convicto ante el trono de Dios. La sangre de los mártires por causa de Jesús será vengada (Apc. 6:9,10). Esaú estuvo dispuesto a derramar sangre y la sangre le persiguió.

En muchas ocasiones, cuando un hombre mata a su mujer, la sangre le persigue de tal forma que solo quitándose la vida puede apagar la voz de su conciencia acusadora. Pero hay una sangre que también habla, y lo hace más fuerte que la sangre de Abel, es la sangre del Justo, derramada en la cruz del Calvario para que podamos obtener la justicia de Dios y escapar de la naturaleza perversa de Esaú.

         Si amas a Dios odiarás el derramamiento de sangre inocente.

26 – LA LUCHA INTERIOR – El profeta Ezequiel sobre Edom (2)

Lucha interiorEl profeta Ezequiel sobre Edom (II)

Y vino a mí la palabra del Señor, diciendo: Hijo de hombre, pon tu rostro hacia el monte Seir, y profetiza contra él, y dile: Así dice el Señor Dios: He aquí estoy contra ti, monte Seir, extenderé mi mano contra ti, y te convertiré en desolación y en soledad. Dejaré en ruinas tus ciudades, y serás convertida en desolación; y sabrás que yo soy el Señor. Por cuando tuviste enemistad perpetua y entregaste a los hijos de Israel al poder de la espada en el tiempo de su calamidad, en el tiempo del castigo final  (Ezequiel 35:1-5 LBLA).

Está escrito que por dos o tres testigos se decidirá todo asunto (2 Co.13:1). Hemos visto que diversos profetas de Israel profetizaron sobre Edom. Su mensaje es coincidente. Lo cual viene a confirmar que en el consejo celestial se emitió una palabra determinante sobre la descendencia de Esaú. El Señor estaba en contra de esta nación y emitió su juicio definitivo para que quedara en desolación, soledad y ruina.

No se puede resistir la voluntad soberana de Dios. La soberbia del hombre levanta sus argumentos altivos contra el consejo divino, pero debemos aprender que no se puede resistir a Dios. Es Dios quién resiste a los soberbios; y es al diablo a quién debemos resistir, sometiéndonos al Señor.

Cuando no estamos dispuestos a humillarnos ante el Rey del Universo, será el mismo Señor quién nos doblegará y entregará a desolación y ruina. Está escrito que un día toda rodilla se doblará delante del Señor, y toda lengua confesará que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre. Hoy podemos hacerlo voluntariamente, aceptando la voluntad del Señor sobre nuestras vidas y que no llegue a nosotros el día del juicio anunciado sobre los que participan de la misma naturaleza edomita. Si rechazamos la bondad de Dios el día de salvación, nos encontraremos con su ira que no podremos eludir.

El juicio sobre Edom vino por causa de su enemistad perpetua hacia Israel. Esa enemistad no agradó a Dios, y Él no ha cambiado. La cruz de Jesús ha derribado toda enemistad y pared intermedia de separación entre el judío y el gentil. Si rechazamos la intermediación de la sangre derramada del justo en la cruz del Calvario para nuestra reconciliación, estaremos frente a la ira del justo juicio de Dios sobre una naturaleza impía, incapaz de arrepentirse.

Esaú no solo mantuvo su enemistad hacia Israel, sino que aprovechó sus momentos de máxima debilidad para hacerle el mayor daño posible. Esta palabra se levanta hoy también sobre todas las naciones que se empeñan en el antisemitismo y odio a Israel. El juicio será el mismo: desolación, soledad y ruina.

         Mantener la enemistad hacia Israel es oponerse a Dios. El antisemitismo es pecado. La teología del reemplazo no es la voluntad de Dios.

25 – LA LUCHA INTERIOR – El profeta Ezequiel sobre Edom (1)

Lucha interiorEl profeta Ezequiel sobre Edom (I)

Así dice el Señor Dios: Por cuanto Edom ha obrado vengativamente contra la casa de Judá, ha incurrido en grave culpa y se ha vengado de ellos, por tanto, así dice el Señor: Yo extenderé también mi mano contra Edom y cortaré de ella hombres y animales y la dejaré en ruinas; desde Temán hasta Dedán caerán a espada. Pondré mi venganza contra Edom en mano de mi pueblo Israel, y harán en Edom conforme a mi ira y conforme a mi furor; así conocerán mi venganza, declara el Señor Dios  (Ezequiel 25:12-14 LBLA).

Hemos dicho que varios de los profetas de Israel profetizaron sobre Edom. Hasta ahora hemos visto la profecía de Isaías, Jeremías, Abdías y ahora veremos la de Ezequiel.

Toda la Escritura muestra con nitidez que Dios interviene en los asuntos de las naciones. La mentalidad materialista y laica de nuestra generación pretende ignorarlo porque ignora la Escritura y el poder de Dios. El apóstol Juan nos dice que el mundo está bajo el maligno, nos habla del príncipe de la potestad del aire que opera en los hijos de desobediencia.

Hay un dominio espiritual detrás de las naciones que se oponen a la voluntad de Dios, y esa oposición siempre se manifiesta mediante resistir su palabra y perseguir al pueblo de Dios. El diablo se opone a Dios a través de su animadversión al pueblo que tiene las promesas y el evangelio, es decir, Israel y la iglesia.

El reino de Edom manifestó su naturaleza vengativa contra la casa de Judá cuando Israel estaba en su máxima debilidad. Esta actitud fue considerada grave en el consejo de Dios y por ello se emitió un juicio contra la casa de Esaú. Todo lo que el hombre siembra, eso siega. Edom sembró venganza y recogió venganza y ruina. La mano ejecutora sería el mismo Israel. Esta verdad se repite en la Escritura en varias ocasiones.

Dios pone su ira y furor en mano de imperios o reinos. Así fue con Babilonia sobre Judá, lo fue sobre Babilonia a mano de los persas. Por tanto, vemos muchos casos donde el Señor envía sus juicios mediante pueblos que más tarde son juzgados. No hay ningún reino establecido sobre verdadera justicia hasta que vengan el Rey de Israel.

Dios puso en manos de España el descubrimiento del Nuevo Mundo y gran parte de lo que vendría después, hasta que a su vez fue juzgada por sus extralimitaciones. No debemos ser ligeros a la hora de emitir veredictos sin revelación, pero sí debemos conocer las verdades reveladas que nos dan luz sobre el devenir de los pueblos. La justicia engrandece a la nación, más el pecado es afrenta de las naciones (Pr. 14:34).

         Edom nos enseña a no ser vengativos con Israel ni con ningún otro pueblo. El evangelio enseña que no debemos vengarnos nosotros mismos.