35 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLas señales de su venida (VI) – El aumento de la maldad (1)

… Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará (Mateo 24:12)

         La conjunción «y» se usa habitualmente como valor de unión, suma o adición, sirve para añadir un nuevo elemento. En nuestro recorrido añade una nueva señal de los tiempos finales. Da continuidad a los sucesos enlazados anteriores al advenimiento del Mesías-Rey.

El texto que tenemos para meditar introduce una consecuencia del aumento de la maldad: el amor de muchos se enfriará. Ambas realidades van juntas. Hay un aumento de la maldad que produce un enfriamiento del amor. Es la triste realidad de la iglesia de Laodicea, abandonaron su primer amor.

Estamos asistiendo, sin duda, a un aumento de la maldad en el corazón del hombre. La dureza se inicia cuando el hombre no tiene en cuenta a Dios. No le da gracias, se envanece en sus razonamientos y su necio corazón es entenebrecido. Una sociedad sin Dios legisla sin temor de Dios. No hay Dios. Solo el hombre. No hay juicio. Solo ante los hombres, y estos pueden ser fácilmente engañados, de ahí la loca carrera para camuflar, aparentar, disimular, fingir, esconderse detrás de cierta educación en las formas, un tono de voz modulada que encubre la mentira como forma de vida. Filosofías relativistas. Nada es bueno ni malo.

Por tanto, se impone el aumento de la maldad que navega bajo esos parámetros seculares sin control, inventando males, llamando a la luz tinieblas y a las tinieblas luz. El apóstol Pablo lo llama el misterio de la iniquidad que ya estaba en acción en sus días, y que irá en aumento, hasta que el Señor lo mate con el espíritu de su boca, y lo destruya con el resplandor de su venida (2 Tes. 2:7-9).

Este aumento de la maldad produce apostasía en los creyentes, y da paso a la manifestación del hombre de pecado, el hijo de perdición. Lo hemos visto ampliamente en la serie sobre el hombre condenado. El hombre de pecado vive dominado por el mal, un dueño a quién sirve con delectación y se complace con todos aquellos que practican el pecado en su gran diversidad de formas y manifestaciones.

Cada día se suceden ante nuestros ojos noticias aterradoras  a través de una infinidad de imágenes y mensajes en los medios de comunicación que hielan la sangre, y acaban insensibilizando a nuestra generación en una conformidad ante el mal que enquista la conciencia y la cauteriza. Los ejemplos son innumerables. Nuestro gemido debe ser el que adelante su venida.

         El aumento de la maldad produce el enfriamiento del amor que a su vez congela el alma anunciando la necesidad libertadora del reino mesiánico.

34 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLas señales de su venida (V) – Dolores de parto (5)

La mujer cuando da a luz, tiene dolores, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo (Juan 16:21,22)

         Cierta enseñanza placentera, al estilo de la generación del Estado del bienestar, han educado a muchos en nuestro tiempo a adquirir una conciencia escapista. Me explico. Nosotros no sufriremos. Las generaciones anteriores de cristianos sí, nosotros no. Israel sí. La iglesia no. Aunque el mensaje de Jesús sea: en el mundo tendréis aflicción, no lo hemos oído, tenemos comezón de oír, hemos adaptado nuestro oído a la comodidad de nuestras apetencias.

Estamos diseñados para eludir el sufrimiento. A nadie le gusta sufrir. Procuramos la comodidad. Aunque sabemos que vivimos en un mundo caído necesitado de redención final.  Con esto no estoy abogando por una conciencia fatalista, hay esperanza, Jesús dijo: pero confiad, yo he vencido al mundo. Lo cual no anula los tiempos de sufrimiento por diversos motivos, padecimientos por causa del evangelio.

No es para todos igual, ni en todos los lugares. Pero debemos estar preparados sabiendo que vivimos en un mundo incierto, inestable, movible, y si nos aferramos a esta vida terrenal la perderemos, pero si vivimos con la mirada puesta en el Autor de la vida, en las cosas de arriba, en el reino venidero, la ganaremos.

El corazón es engañoso y fácil de modelar hacia una conciencia de placer y bienestar, pero falsa. Dicen paz, paz, pero no hay paz. La violencia predomina. Nos queda el evangelio, que contiene esperanza, la gloriosa esperanza de su venida en poder y gloria para reinar en Jerusalén.

Ese día es anhelado por la misma creación, que ha sido sujetada a vanidad, esperando la manifestación gloriosa de los hijos de Dios. Primero gemidos (Rom.8:19-23). Y no solo gime la creación. Nosotros, los hijos de Dios, también, esperando la adopción, la redención de nuestros cuerpos de muerte para ser liberados de la esclavitud a la libertad gloriosa de hijos.

Algunos lo quieren ya aquí y ahora, pero es dar coces contra el aguijón. Ese diseño pertenece al siglo venidero, bajo el reinado del Mesías-Rey. Tenemos las primicias del Espíritu pero no la plenitud. En nuestro texto dice Jesús: Os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.

         Una de las señales inequívocas de su venida, con sus múltiples facetas, son los dolores de parto que anuncian el nacimiento de un nuevo día.

33 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLas señales de su venida (IV) – Dolores de parto (4)

… Y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra… Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria… Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios (Lucas 21:25-31)

         Siguiendo con los «ayes» que vimos en nuestro anterior capítulo, esa sucesión ininterrumpida de acontecimientos, y enlazando con el texto de Lucas donde aparece la misma enseñanza de Jesús sobre el tiempo anterior a su venida, veamos ahora algunos ejemplos más. En la tierra angustia de las gentes. Angustia. Nuestro diccionario define este término de la siguiente manera: «estado de intranquilidad o inquietud muy intensa causado especialmente por algo desagradable, la amenaza de una desgracia o un peligro».

Hay una diversidad de sucesos que pueden producir angustia, entre ellos: angustia por la crisis económica, por la incertidumbre sobre el futuro, por no poder cobrar la pensión en su día, por no poder ayudar a los hijos en sus necesidades, por la inestabilidad de los gobiernos ante el movimiento de masas migratorias, especialmente de origen islámico, que no se adaptan a las normas del país de acogida, sino que pretenden implantar su forma de vida basada en la ley sharía. Angustia ante la impotencia de los fenómenos naturales como terremotos sucesivos en ciertos países, huracanes, tsunamis de una intensidad nunca vista, enfermedades nuevas para las que no hay cura por el momento.

Esa angustia que no encuentra resortes para sostenerse, produce enfermedades del alma como la ansiedad, depresiones con un cuadro de dolencias psicosomáticas que mantienen a sociedades enteras confundidas y desfalleciendo en su ánimo por el temor a las oleadas sucesivas de circunstancias que se acumulan sin dar tregua.

Aparece, en las sociedades más avanzadas, el mayor índice de suicidios que contradice el argumento de que el materialismo y el bienestar traen la felicidad. La falta de sentido de dirección y futuro, la ausencia de incentivos duraderos para sostener la esperanza conduce a las multitudes al desenfreno por el placer temporal, sin valores, ni principios. Gobernantes que hacen cosas que no convienen. Todo ello dolores de parto. Principio de dolores que anuncian la llegada del día. Entonces verán… Sabed que está cerca el reino de Dios. La redención final.

         Los dolores de parto anuncian el alumbramiento del nuevo día, no bajo los parámetros del presente siglo malo, sino los poderes del siglo venidero de justicia y paz mediante el príncipe de paz.

32 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLas señales de su venida (III) – Dolores de parto (3)

Y oiréis de guerras y rumores de guerra; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes y hambres y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores (Mateo 24:6-8)

         La vida natural viene precedida por dolores de parto que empujan su alumbramiento. Cuando Jesús nació en Belén como la luz verdadera que alumbra a todo hombre hubo dolores. Murieron muchos niños inocentes por la sentencia de Herodes. Dolores en Israel. En el tiempo cuando nació Moisés,  ―legislador y libertador de los hebreos―, para ser instrumento de Dios en la redención de Israel, hubo muchos niños hebreos que murieron por una sentencia de Faraón.

Hoy estamos asistiendo, de forma aparentemente aséptica, al sacrificio de millones de niños en el seno materno mediante el aborto, por sentencia de los gobiernos que permiten y apoyan el asesinato de niños inocentes en todas las naciones, antes del alumbramiento de un nuevo día.

Parece una ley inexorable que antes de la luz viene un tiempo de gran oscuridad. El pueblo asentado en tinieblas luz le resplandeció (Mt.4:16). La luz en las tinieblas resplandece (Jn.1:5). Dios mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, y es el que resplandeció en nuestros corazones, para la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo (2 Co.4:6).

No es una novedad decir que vivimos tiempos de gran oscuridad por muy diversos motivos, lo cual vuelve a enseñarnos que estamos a las puertas del día con más luz. Como dice el apóstol Pedro: Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones (2 Pedro 1:19).

La Escritura enseña con claridad que la vida se abre camino mediante dolores de parto, y la luz se manifiesta después de grandes oscuridades. Es la enseñanza de Jesús al anunciar los días anteriores a su venida. Hay una serie de acontecimientos concatenados en una sucesión imparable y sucesiva: guerra y rumores de guerra, levantamientos nacionalistas de nación contra nación y reino contra reino ―un mensaje claro del despertamiento de los nacionalismos―; y pestes, y hambres y terremotos, todo ello como principio de dolores. Es  muy similar a los «ayes» continuados que aparecen en Apocalipsis y los profetas.

         La continuidad de los dolores de parto, −contracciones seguidas−, del tiempo presente anuncian el eminente regreso del Rey a Jerusalén.

31 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLas señales de su venida (II) – Dolores de parto (2)

Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca (Lucas 21:28)

         La historia de la iglesia ha tenido décadas, incluso siglos, dedicados al debate de algún punto doctrinal y teológico. En los siglos II, III y IV fue la naturaleza del Hijo, si era Dios y Hombre; solo Dios; solo Hombre; o ambas naturalezas. El pasado siglo XX fue testigo de un debate largo, muy largo, ―aún no ha terminado― sobre los acontecimientos y señales de los últimos tiempos.

Se han dicho toda clase de disparates. Algunos ya pasaron de moda, otros permanecen en forma de doctrina. Se ha hecho teología ficción especulando sobre quién será el anticristo, cómo será el arrebatamiento, si la tribulación es antes o después de la venida de Jesús. En definitiva, todo un compendio de posturas divergentes sobre las señales del fin. Nosotros no vamos a entrar en ese debate aquí, señalaremos algunas de las señales que nos parecen más relevantes.

Hemos iniciado este apartado sobre las señales de su venida con lo que la Biblia llama dolores de parto, o principio de dolores (Mt.24:8). Detengámonos en el contexto del pasaje donde se mencionan los acontecimientos anteriores a la redención de la que habla el Señor en Lucas 21.

Observemos que una vez más se alude a la redención para el pueblo de Israel y todos aquellos que esperan su venida. Una redención, según la mentalidad judía de la época, física en primer lugar, liberación de la esclavitud; así como de una dimensión espiritual que alcanza al espíritu del hombre.

El mensaje redentor que anunció Jesús en la sinagoga de Nazaret comprendía elementos físicos y espirituales. Veamos. El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Jesús sanó a los ciegos físicos. Trajo perdón de pecados. Puso en libertad a los oprimidos por el diablo y anunció buenas noticias a los pobres. Aspectos físicos y espirituales de la redención.

Ahora anuncia señales en el sol, la luna y las estrellas; en la tierra angustia de las gentes, confusión y desfallecimientos por el temor que sobreviene como dolores de parto anteriores a la redención final que preceden a su segunda venida. No olvidemos: redención literal y espiritual. Lo iremos viendo.

         Hay una diversidad de dolores en forma de angustia, confusión, desfallecimientos y temor que preceden a la venida redentora del Mesías.

30 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLas señales de su venida (I) – Dolores de parto (1)

Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca (Lucas 21:28)

         Enlazando con la esperanza de su venida tenemos la pregunta recurrente sobre cuándo será ese momento y que señales habrá de su venida. En los próximos capítulos iremos viendo algunas de las señales más evidentes del advenimiento del día del Señor, es decir, el momento cuando será establecido el reino mesiánico en la tierra. Porque su venida tiene que ver con el reino prometido a David. Dijimos que esa es la esperanza de Israel, lo sigue siendo hoy.

Era lo que esperaban muchos en Israel en los días cuando apareció el Mesías. Las cosas no acontecieron como algunos esperaban y la separación entre la comunidad judía que creyó en Yeshúa como el Hijo de Dios, aquel del que hablaban los profetas; (como le dijo Felipe a Natanael: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret. Jn.1:45); y la congregación de gentiles, se fue distanciando más y más hasta quedar completamente separadas durante los últimos dieciocho siglos.

Fue un proceso gradual e irreversible que condujo a la primacía de la iglesia sobre la sinagoga, el abandono de muchas de las raíces hebreas de la fe del evangelio, dado que el nuevo liderazgo de la iglesia fue mayoritariamente de procedencia gentil, en detrimento del liderazgo primigenio de los apóstoles judíos.

Vino la persecución, que primeramente había sido de los judíos sobre los cristianos; se volvió al revés cuando la nueva religión se institucionalizó en el Imperio Romano, dando lugar a la teología del reemplazo y una historia luctuosa que no podemos abordar aquí.

Pero ahora, habiendo sido llevados cautivos los judíos a todas las naciones, y hollada Jerusalén por los gentiles, hasta que el tiempo de los gentiles se cumpla (Lc.21:24), se inicia un retorno a la esperanza del reino mesiánico, precedido por los dolores de parto antes del alumbramiento.

En este tiempo de dolores de parto se suceden distintos acontecimientos, algunos de los cuales anunció Jesús en su discurso a los discípulos antes de ser entregado a la cruz. Leamos. Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra. Y añade: Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca (Lc.21:25-28).

         Los dolores de parto permanecerán durante un tiempo indeterminado anunciando el preludio de la redención de Israel. 

29 -El reino mesiánico

El reino mesiánicoLa esperanza del reino venidero (XIV) – Saulo de Tarso

Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena (Hechos 28:20)

         La esperanza de Israel, la consolación de Israel (Lc.2:25) y la redención en Jerusalén (Lc.2:38) es un mismo episodio en la mente hebrea, formada por el mensaje de los profetas. Se trata en definitiva del advenimiento del reino mesiánico, cuyo trono será establecido en Jerusalén. Esta es la esperanza de Israel a la que se refiere el apóstol Pablo en nuestro pasaje y en Hechos 26:6-8.

Por esta esperanza estaba sujeto a cadenas en Roma, viviendo en una casa alquilada donde recibió a los principales de los judíos y con quienes estuvo reunido en diversas ocasiones. Pablo les habló del reino de Dios, la esperanza que ellos mismos abrigaban, aunque los sucesos no estaban teniendo lugar tal y como habían imaginado.

La mentalidad hebrea, formada mediante siglos de instrucción sistemática en la expectativa de la redención del pueblo, comenzando con el advenimiento del Mesías-Rey, no comprendió que la redención hubiera tenido lugar mediante la obra expiatoria del Justo en la cruz del Calvario para llevar los pecados del pueblo.

Ese mensaje está contenido en el evangelio de Dios que Pablo anunciaba. Era un mensaje que contenía salvación y vida eterna, una dimensión espiritual que al judío le causaba tropiezo, teniendo su conciencia adoctrinada en un reino físico y una redención física, cuya historia lo ponía de manifiesto desde los días cuando fueron redimidos de la esclavitud de Egipto.

Las fiestas establecidas por el Señor en la ley de Moisés recuerdan la liberación el día de la Pascua, las primicias en la tierra que habían recibido en heredad, y Sucot (fiesta de los Tabernáculos) que recordaba los cuarenta años en el desierto. Todo ello centralizado en un reino en Israel de la mano del hijo de David, el heredero del pacto que Dios hizo con el hijo de Isaí.

La dimensión espiritual de esta redención no era comprendida por muchos judíos, un velo se levantó en ellos que impedía verlo; sin embargo, los gentiles, que no tenían este bagaje tradicional recibieron la buena nueva de salvación con rapidez por falta de tropiezos teológicos. Ahora bien. De la misma forma ocurrió lo contrario. Poco tiempo después el reino se interpretó solamente en forma espiritual, y la iglesia se alejó de la dimensión física que contiene un reino en Jerusalén mediante el Mesías hijo de David.

Hoy es la iglesia la que no ve los aspectos literales del mensaje de los profetas porque ha espiritualizado la esperanza de Israel.

         La esperanza de Israel condujo a Pablo a cadenas y prisiones, de la misma forma que la iglesia ha encadenado a Israel por la esperanza del reino.

28 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLa esperanza del reino venidero (XIII) – Los apóstoles

Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? (Hechos 1:6)

         Después de haber sido sepultado por José de Arimatea y Nicodemo, Jesús resucitó de entre los muertos y estuvo durante cuarenta días hablando a sus discípulos acerca del reino de Dios.

La expectativa que el mismo Señor había sembrado en el corazón de los apóstoles fue tan indiscutible que provocó una pregunta evidente: ¿Restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Hubo un tiempo cuando muchos de los suyos pensaron que el reino se manifestaría de manera inminente. Fue cuando estaba cerca de su llegada a Jerusalén para ser entregado en expiación. Ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente (Lc.19:11). Sin embargo, Jesús había sido entregado a la muerte y los discípulos fueron testigos de todo el proceso.

Finalmente le habían visto resucitado, y aunque habían pasado por el valle de sombra en cuanto a su expectativa de la manifestación del reino ―las cosas no parecían haber ocurrido como pensaron―, nuevamente, después de estar con ellos por espacio de cuarenta días oyéndole hablar sobre el reino, la pregunta se hizo obvia: ¿Restaurarás el reino a Israel en este tiempo?

Ya habían formulado preguntas similares con anterioridad. Recordemos. Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? Jesús respondió ampliamente con las señales que precederían a su venida, el regreso para establecer el reino mesiánico.

La mente hebrea, impregnada del lenguaje de los profetas de Israel y la larga espera de la venida del hijo de David, veía verosímil que estuvieran cerca, muy cerca, del advenimiento de la gran esperanza de Israel.

Porque de una cosa no había duda: era el reino en Israel. Estaría focalizado en Jerusalén, su capital. Donde se levantaría el trono de David y ellos reinarían con él.

Sabemos hoy que esa expectativa continuó después que Jesús fuera alzado al cielo, aunque por el momento tocaba recibir la llenura del Espíritu y anunciar el evangelio a toda criatura, comenzando desde Jerusalén.

Siempre relacionaron la parusía de Jesús con el inicio del reino mesiánico. Esa era la esperanza de Israel, el mensaje de los profetas, la enseñanza del Maestro, y lo que esperaban los discípulos después que el Señor fuera glorificado a la diestra del Padre.

Volvería para establecer el reino a Israel, desde Jerusalén, y traer un gobierno de paz y justicia a las naciones desde Sion. La teología de los siglos posteriores se encargaría de cambiar esta esperanza espiritualizándola.

         Hasta muy poco antes de la partida al cielo del Señor los discípulos mantuvieron la expectativa del advenimiento del reino mesiánico en Israel.

27 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLa esperanza del reino venidero (XII) – José de Arimatea

Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y justo. Éste, que también esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos, fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús (Lucas 23:50-52)

         Se puede pertenecer a un concilio que toma decisiones erróneas e injustas y a la vez no participar del acuerdo general. Es posible disentir, poniéndolo de manifiesto, y no seguir la corriente general de la mayoría. Más aún. Podemos vivir bajo la fuerte influencia del dominio de las tinieblas, como lo estaba en aquellos días la ciudad de Jerusalén, y no tomar parte del desenfreno generalizado. Y no solamente es posible mantenerlo en secreto (Jn.19:38), sino que podemos tomar decisiones que ayuden a mitigar el dolor y la iniquidad de hechos profundamente injustos.

José de Arimatea lo hizo. No participó de la confabulación generalizada de la mayoría en el proceso que se le hizo a Jesús. Tampoco se dejó intimidar por el temor a las represalias por disentir de la opinión mayoritaria, sino que su bondad y justicia de carácter le llevó a pedir a Pilato el cuerpo de Jesús para darle sepultura.

Había en Jerusalén hombres justos y piadosos en los días cuando se juzgó al Justo. Hubo judíos que no participaron de la trama orquestada contra el Autor de la vida. José de Arimatea fue uno de ellos, ayudado por Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras (Jn.19:39). Ambos eran discípulos de Jesús, aunque secretamente por miedo de las autoridades judías (Jn.19:38).

Podemos ver el conflicto espiritual que se estaba llevando a cabo en la ciudad de David. Por un lado la expectativa de la manifestación del reino de forma inminente. José de Arimatea lo esperaba. Y por el otro, una atmósfera de oscuridad y temor que no hicieron mella en las almas buenas y justas como las de estos dos discípulos del Maestro, aunque participaban de puestos relevantes en el concilio. No tuvieron la fuerza necesaria para frenar el juicio contra el Cordero de Dios, pero mostraron con sus hechos, hasta donde pudieron, que mantenían la esperanza del reino en sus corazones. Seguramente con interrogantes, como nosotros, pero dispuestos a hacer lo que estaba en sus manos para aliviar la causa del reo.

El cuerpo de Jesús fue sepultado según la costumbre de los judíos, y todo ello realizado por dos amantes del reino cuya esperanza abrigaban en sus corazones.

         La ceguera generalizada de la ciudad de Jerusalén no impidió que hombres justos mantuvieran la esperanza del advenimiento de su reino.

26 – El reino mesiánico

El reino mesiánicoLa esperanza del reino venidero (XI) – Uno de los malhechores

Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso (Lucas 23:42,43)

         La Escritura deja constancia inequívoca de que había una expectativa muy extendida entre la población judía de la manifestación del reino de Dios en la persona del Mesías, hijo de David. La espera en la consolación de Israel, su redención, y la inmediata consumación del advenimiento del reino prometido estaba en un nivel muy alto. El mensaje reincidente y constante de Jesús sobre la llegada del reino no hacía más que exacerbar dicha expectativa.

Hemos visto que se proclamó en su nacimiento. Lo vemos en el inicio del ministerio público a Israel. Jesús lo expone ampliamente en una diversidad de parábolas, y deja claro que si él echa fuera los demonios por el Espíritu el reino de los cielos se ha acercado. Ahora bien, hemos visto que hay tres aspectos del reino de Dios. Uno en el corazón, aceptando al rey como Señor. Otro que tiene su manifestación en la ciudad de Jerusalén donde se levantará el trono de David nuevamente, y el tercero llamado reino eterno al final de los tiempos.

La mayoría de los seguidores del Mesías unían las dos primeras manifestaciones del reino en una misma. Por tanto, muchos creían, entre ellos los propios discípulos, que el reino se manifestaría en breve, el reino mesiánico, en la ciudad de Jerusalén.

El pasaje que tenemos para estudiar demuestra que aunque el rey había sido clavado a una cruz, la esperanza de la manifestación de su reino no se había perdido. Uno de los dos malhechores, clavado al lado de Jesús lo puso de manifiesto de forma innegable: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.

El espíritu profético que había en esos días en la ciudad de Jerusalén actuaba como una poderosa influencia sobre las multitudes. Incluso sobre quienes no seguían al Maestro.

El que llamamos «buen ladrón» mantenía esta expectativa. Pero, el otro, que llamamos «el mal ladrón» también quiso arrancar un último beneficio de aquel a quien llamaban Rey de los judíos, diciéndole: Si tú eres el Cristo [el Ungido y Mesías], sálvate a ti mismo y a nosotros.

El mensaje de la mesianidad de Jesús, con la manifestación inminente de su reino, había calado en toda la sociedad, y no debemos simplificarlo diciendo que tenían una esperanza política del Mesías, porque todos los profetas habían hablado con claridad de la redención múltiple que llevaría a cabo el hijo de David, incluyendo la liberación del yugo romano.

         La expectativa de la inminente manifestación del reino mesiánico se había apoderado de la sociedad jerosolimitana de tal forma, que hasta los ladrones colgados al lado de Jesús la mantuvieron hasta el final.