Introducción
El islam constituye uno de los desafíos más cruciales de nuestra generación. No hace mucho tiempo parecía lejano, exótico e inofensivo para los habitantes de Occidente; sin embargo, en las últimas décadas hemos asistido a un resurgir de la versión más violenta de las enseñanzas de Mahoma, y su naturaleza ha vuelto a demostrar que procede de lugares abismales difíciles de comprender para el humanismo presente.
Hemos asistido en el último tercio del siglo XX a un rebrotar militante del islam más radical, que no es otra cosa que la vuelta a sus verdaderas raíces. El gravísimo desafío que enfrentamos en estos momentos es que nuestros gobernantes están ignorando (por temor, comodidad, ceguera, intereses espurios, o toda ello a la vez) la realidad que se impone día tras día en nuestras ciudades y naciones europeas: la invasión en forma de inmigración ilegal y descontrolada que responde a una estrategia diseñada, no en un cuartel general identificado, sino en un sistema de creencias ampliamente extendidas hace trece siglos desde los desiertos de Arabia, que tiene unas ramificaciones incontrolables y que han permeado nuestras sociedades solapadamente, ante la pasividad de nuestros gobernantes y la apatía general.
La estrategia tiene al menos dos frentes bien marcados. Por un lado la invasión o conquista mediante la demografía, los vientres de las mujeres musulmanas que con una media de hijos muy superior a la de las familias occidentales, en clara decadencia (en este caso también las autoridades están permitiendo, mediante leyes que responden a la ideología de género y que van contra la familia natural) están llenando las naciones europeas cambiando el decorado y la cultura judeocristiana por la ley islámica (sharía), implantada con la aquiescencia de una falsa tolerancia que pretende ignorar la verdadera naturaleza del conflicto. Por el otro, el terrorismo indiscriminado, que nos amenaza y asesina mediante acciones altamente perturbadoras para una sociedad decadente, con una pérdida de identidad gravísima, y un hedonismo perverso que ha orientado esta generación a la cultura del placer y la ley del mínimo esfuerzo.
El islam está demostrando ser una ideología totalitaria que pretende la conquista del mundo (es literal en su ideario) para imponer la sumisión y una nueva ley, la sharía, o ley islámica, que es totalmente contraria a los valores judeocristianos (aunque ofrezca una cara de tolerancia con estas religiones que no es más que una máscara que esconde los verdaderos planteamientos que emanan del mismo Corán y los Hadiz) y el humanismo secularizado al que odian y pretenden destruir sin piedad alguna.
Para penetrar hasta el corazón mismo de esta densa oscuridad espiritual que ha cauterizado pueblos y naciones de los que muchos de ellos eran históricamente de raíz cristiana, debemos conocer la figura de su profeta, Mahoma, y el devenir original de esta doctrina que no es una religión clásica, sino todo un sistema de creencias que pretenden dominar la vida entera de personas y sociedades bajo una nueva ley impuesta por la espada hasta alcanzar la sumisión. Por ello, comenzaremos nuestro recorrido deteniéndonos en los aspectos biográficos más representativos de la figura del hijo de Abdullah (este era el nombre del padre de Mahoma), que significa hijo de Alá.
Debemos abordar esta cuestión con valentía, sin apatía, de frente, porque ya estamos rodeados de una realidad que no podemos negar por más tiempo. Hemos sido inundados por una riada que ha ido creciendo ante nuestra narices pero que solamente nos hemos dado cuenta de ella cuando las aguas ya comenzaban a amenazar con romper los muros que durante un tiempo actuaron de contención, y que hoy ni siquiera quienes tienen la obligación de defender las fronteras nacionales son capaces de hacerlo con la ansiada determinación. Estamos, pues, ante una amenaza clara y desafiante que no podemos ignorar, y que debemos hacer frente con la verdad que nos hace libres en la persona del Mesías de Israel.