52 – LA LUCHA INTERIOR – La respuesta de David a Amalec

Lucha interiorLa respuesta de David a Amalec

Entonces David y la gente que estaba con él alzaron su voz y lloraron, hasta que no les quedaron fuerzas para llorar… Y David estaba muy angustiado porque la gente hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba amargado, cada uno a causa de sus hijos y de sus hijas. Más David se fortaleció en el Señor su Dios… Y David consultó al Señor… Y El le respondió   (1 Samuel 30:4-8).

El panorama era desolador. Cuando pasan las hordas de Amalec por un territorio, una familia o una persona, el resultado es devastador. Veamos algunos contrastes. Saúl comenzó su carrera con una victoria sobre Amalec que acabó llevándolo a la derrota final, después de desobedecer completamente la palabra de Dios. Por su parte, David tuvo también sus encuentros con Amalec antes de ser rey, fue atacado ferozmente y expuesto a una prueba devastadora. Sin embargo, una experiencia inicial tan dramática dio lugar a un combate contra Amalec que acabó, siendo ya David rey, sometiendo a las bandas de amalecitas. (David tomó el oro de Edom, Amalec y otros que había sometido 2 Sam. 8:9-12 1 Crónicas 18:11).

Pero vayamos por partes. Veamos cómo reacciona David al dolor de la pérdida. La situación era dramática: lloraron hasta que no les quedaron mas fuerzas para llorar… David estaba muy angustiado porque la gente hablaba de apedrearlo, puesto que todo el pueblo estaba amargado. Y ante este panorama desolador se levanta el corazón de fe de un hombre de Dios: David se fortaleció en el Señor su Dios. He aquí la respuesta del hombre espiritual y renacido. El espíritu toma el control de la situación poniendo su mirada en el Señor y en el poder de su fuerza. Ese levantamiento le llevó a consultar a Dios, no quedó paralizado más tiempo del necesario, si no que «anduvo en el Espíritu» combatiendo las obras de la carne que lo habían atacado.

El Señor le respondió y le hizo entender cómo recuperar las pérdidas para llegar a un final victorioso: David recuperó todo lo que los amalecitas habían tomado, también rescató a sus dos mujeres. Nada de lo que era de ellos les faltó, pequeño o grande, hijos o hijas, botín o cualquier cosa que habían tomado para sí; David lo recuperó todo. Este es el mensaje del evangelio de Jesús. Podemos recuperar, en Cristo, todo lo que el hombre carnal nos ha robado andando en obras pecaminosas. En Cristo, las cosas viejas pasaron, todas fueron hechas nuevas.

         Ante un ataque imprevisto de las obras de la carne debemos reaccionar en el Espíritu recuperando el propósito de Dios con nuestras vidas.

51 – LA LUCHA INTERIOR – Un descuido y Amalec arrasa con todo

Lucha interiorUn descuido y Amalec arrasa con todo

Y aconteció que cuando David y sus hombres llegaron a Siclag al tercer día, los amalecitas habían hecho una incursión en el Neguev y contra Siclag, y habían asolado a Siclag y la habían incendiado; y se llevaron cautivas las mujeres y a todos los que estaban en ella, grandes y pequeños, sin dar muerte a nadie; se los llevaron y siguieron su camino. Cuando llegaron David y sus hombres a la ciudad, he aquí que había sido quemada, y que sus mujeres, sus hijos y sus hijas habían sido llevados cautivos  (1 Samuel 30:1-3).

Estamos en el final del reinado de Saúl y los acontecimientos que darán lugar a un cambio de dinastía en Israel. Se libra la última batalla con los filisteos; Saúl y sus hijos están al frente del ejército. Los augurios son malos. La adivina de Endor ha invocado a Samuel y el mensaje recibido es trágico para la casa de Saúl y el pueblo de Israel. David y los que le siguen viven en la ciudad de Siclag, lejos del alcance de Saúl, y vaga por diversos lugares hasta saber lo que el Señor hará con su vida.

Mientras tanto, las bandas de merodeadores amalecitas quieren sacar provecho de la situación. Aprovechando la ausencia de los varones en el campamento de David —que se encontraban en territorio filisteo dilucidando si irían a la guerra contra el ejército de Saúl; finalmente fue desaconsejado por los príncipes filisteos, y David con los suyos regresaron a  Siclag— lo atacaron y se llevaron todo lo que encontraron, incluyendo las mujeres, los hijos y las hijas de las familias que seguían al hijo de Isaí. El texto es estremecedor: habían asolado Siclag y la habían incendiado; se llevaron cautivas las mujeres y a todos los que estaban… había sido quemada y sus mujeres llevadas cautivas.

Si Amalec y sus bandas de asaltantes son una figura de la vida de la carne, aquí tenemos un cuadro muy gráfico de lo que pueden hacer las obras de la carne en la vida de una familia y un pueblo: asolar, incendiar y llevar en cautiverio. No podemos ignorar el poder destructivo de Amalec. David y los suyos fueron cogidos por sorpresa, estaban ocupados —ciertas ocupaciones desmedidas de los padres pueden provocar la invasión despiadada de asaltantes amalecitas que no perdonarán a la familia—, y al volver se encontraron con el desastre que les había sobrevenido de forma inesperada. Una vez más tenemos a los amalecitas asaltando el bienestar de las familias. Cómo afrontamos esos ataques determinará una buena parte de sus efectos.

         La vida familiar está siendo atacada por bandas de amalecitas para destruirla. Nadie se libra de esos ataques, pero podemos combatirlos.

50 – LA LUCHA INTERIOR – La muerte de Saúl a manos de un amalecita

Lucha interiorLa muerte de Saúl a manos de un amalecita

Y él me dijo: ¿Quién eres? Y le respondí: Soy amalecita. Entonces él me dijo: Te ruego que te pongas junto a mí y me mates, pues la agonía se ha apoderado de mí, porque todavía estoy con vida. Me puse, pues, junto a él y lo maté, porque yo sabía que él no podía vivir después de haber caído  (2 Samuel 1:8-10).

La vida y muerte —tanto física como espiritual— de Saúl estuvo muy ligada a los amalecitas. Primero tuvo lugar su muerte espiritual por causa de la desobediencia al no realizar la voluntad de Dios sobre Amalec. Luego vino la muerte física, también a manos de un amalecita. Por tanto, la vida de Saúl estuvo muy vinculada a este pueblo desechado por Dios.

Hemos dicho que Amalec es una figura de la vida carnal en el creyente, por tanto, debemos concluir que nuestras vidas también pueden ser afectadas trágicamente según la gestión que hacemos del hombre carnal. El mensaje del apóstol Pablo es claro y sin fisuras: El ocuparse de la carne es muerte. Los que practican las obras de la carne no pueden entrar en el reino de Dios. La paga del pecado es muerte.

Saúl es un tipo del creyente carnal. Comienza con un llamamiento de Dios, pero pronto desobedece su voz, la palabra de verdad no halla cabida en él, no mora en él, y se conforma con una mezcla de obediencia y desobediencia.

Jesús usó la parábola del sembrador para hablarnos de cuatro diferentes terrenos en los que es sembrada la semilla del reino. Todos la oyen, pero solo uno lleva fruto, el que la oye y obedece. Los otros lo hacen por un tiempo, pero luego abandonan.

El comienzo de la vida de Saúl fue esperanzador, aunque pronto su camino se torció y quedó atrapado en una esquizofrenia que le impidió desarrollar la voluntad de Dios. Las obras de la carne fueron la nota predominante de su reinado, acabando sus días pidiendo a un amalecita que acabara con su vida, la poca que ya le quedaba después de haber sido herido en batalla. La naturaleza del amalecita manifestó su carácter innato matando al ungido del Señor. No temió hacerlo. Todo lo contrario, creyó cumplir con su obligación terminando con la vida de Saúl. Esa es la naturaleza de pecado que habita en el hombre caído. No podemos ser indulgentes con las obras de la carne, acabarán matando en nosotros la vida de Dios y su llamamiento.

         Andar en el Espíritu y no satisfacer los deseos de la carne es condición indispensable para no acabar muertos a manos de un amalecita.

49 – LA LUCHA INTERIOR – El pecado no se borra con el tiempo

Lucha interiorEl pecado no se borra con el tiempo

Porque tú no obedeciste al Señor, ni llevaste a cabo su gran ira contra Amalec, el Señor te ha hecho esto hoy. Además, el Señor entregará a Israel contigo en manos de los filisteos; por tanto, mañana tú y tus hijos estaréis conmigo  (1 Samuel 28:18-19 LBLA).

El episodio de la vida de Saúl cuando fue a visitar a la adivina de Endor para hablar con Samuel, una vez que este había muerto, es uno de esos pasajes complejos de la Escritura. No entraremos aquí en él. Pero sí quiero poner de manifiesto que nuestro pecado no lo borra el tiempo. La desobediencia cometida por Saúl en los primeros años de su reinado en Israel no había sido olvidada por Dios en los días finales de su vida. El primer rey de Israel realizó muchas otras obras después de haber desobedecido a Dios en lo tocante a Amalec, pero ninguna de ellas borró la rebelión de su corazón.

Podemos «servir» muchos años como gobernantes y reyes —o pastores de iglesias— en Israel, y a la vez mantener sobre nuestra cabeza el juicio de Dios que un día nos alcanzará. La vida de Saúl fue un tormento para él mismo —y para muchos otros— desde el día que se obstinó en desobedecer la palabra de Dios. Mantuvo su posición privilegiada durante un tiempo, pasaron años de gobierno despótico, pero llegó el momento para rendir cuentas ante el trono de Dios.

La gloria del hombre es efímera. Podemos mantener una vida religiosa durante un tiempo, incluso durante toda la vida, pero si nuestro corazón no es obediente a la palabra de Dios ésta nos juzgará en el día postrero. Si pretendemos combatir al hombre carnal —que vive alejado de la voluntad de Dios— con justicia propia, rechazando la provisión de Dios en la cruz del calvario, (donde muere el hombre viejo y nace uno nuevo juntamente con Cristo), nos engañamos a nosotros mismos para llegar al fracaso final de nuestras vidas.

El pecado no se borra con el tiempo, sino con la sangre derramada del Justo, el Hijo de Dios, para beneficio de todos los que le obedecen. Nuestra regeneración beneficiará, no solo a nosotros, sino a todos aquellos que estén bajo nuestra influencia. Israel sufrió el desvarío de un gobernante demente por obstinarse en el error, hasta que Dios levantó un rey conforme a su propio corazón. Solo venceremos el poder del hombre carnal con el levantamiento de una vida llena del Espíritu.

         El pecado de un rey lleva a la nación al fracaso. El pecado de un padre atrae dolor a su familia. Solo el pecado borrado abre nuevas posibilidades de victoria y bienestar.

48 – LA LUCHA INTERIOR – Reconocimiento del pecado sin arrepentimiento

Lucha interiorReconocimiento del pecado sin arrepentimiento

Entonces Saúl dijo a Samuel: He pecado; en verdad he quebrantado el mandamiento del Señor y tus palabras, porque temí al pueblo y escuché su voz  (1 Samuel 15:24).

El perfil de Saúl demuestra el conflicto interno de muchos creyentes que quieren agradar a Dios sin abandonar la gloria de los hombres. Ya ocurrió en días de Jesús, muchos reconocían que era el Mesías, pero no se atrevían a proclamarlo porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios (Jn.12:43). Por eso dijo el Maestro: el que se avergüenza de mi delante de los hombres, yo me avergonzaré de él delante de mi Padre.

Saúl había ido a una misión contra Amalec, —figura del hombre carnal—, y estaba tratando de combatirlo con una obediencia parcial. Muchos creyentes quieren la libertad del Espíritu sin abandonar una vida desordenada. Es inútil. Saúl llegó al punto de reconocer que había pecado, quebrantado el mandamiento de Dios y la orden de Samuel de aniquilar a Amalec, sin embargo, ese reconocimiento no impidió que las ovejas y los bueyes siguieran en territorio israelita, y que el mismísimo rey Agag mantuviera toda su vida en el campamento de Israel. Fue el propio Samuel quién ejecutó el juicio de Dios sobre el rey amalecita.

Es decir, Saúl reconoció su pecado sin las obras dignas de arrepentimiento, y sin restituir el error cometido. Se debatía entre dos pensamientos: tratar de cumplir el mandato de Dios y el temor al pueblo. Saúl quería la aprobación divina sin abandonar sus intereses personales de ser honrado ante los hombres para mantener el gobierno del pueblo. Estaba dispuesto a adorar a Dios sin un corazón perfecto (15:25), y mantener una confesión de pecado superficial por la necesidad de ser honrado delante de los ancianos de su pueblo (15:30).

Muchos hacen concesiones religiosas para conseguir fines políticos. Es el pecado de Jeroboam. Saúl no comprendió que Dios lo había desechado. Su reino estaba herido de muerte, aunque faltaban años para su materialización definitiva. El curso de su reinado siguió adelante sin el favor de Dios ni el apoyo del profeta. Muchos pastores siguen con sus proyectos aunque han sido desechados por Dios. Hay puntos de inflexión donde traspasamos los límites que Dios ha marcado y ya no hay oportunidad para el regreso. Hay maridos que pretenden recuperar su familia por remordimiento de lo que han hecho mal, pero sin obras dignas de arrepentimiento. El Señor arrancó el reino de manos de Saúl, y lo dio a un prójimo «que es mejor que tu» (15:28).

         El reconocimiento de pecado que llega tarde no tiene la fuerza necesaria para un arrepentimiento transformador. Dios lo desecha.

47 – LA LUCHA INTERIOR – Rebelión y obstinación

Lucha interiorRebelión/adivinación y obstinación/idolatría

Porque la rebelión es como pecado de adivinación, y la desobediencia, como iniquidad e idolatría. Por cuanto has desechado la palabra del Señor, El también te ha desechado para que no seas rey  (1 Samuel 15:23).

El apóstol Pablo había predicado el evangelio en la región de Galacia, muchos de los que oyeron el mensaje lo recibieron con gozo, comenzaron a caminar en fe y por el Espíritu, pero pronto se desviaron del camino recto. Saúl comenzó bien el llamamiento de Dios, obtuvo diversas victorias rápidas sobre las naciones vecinas enemigas de Israel, fue con diligencia a combatir a Amalec cuando le fue requerido por Dios, pero creyendo haber obedecido el mandato divino, pronto se apartó de la fidelidad a la voz de Dios para dejarse guiar por pensamientos propios y opiniones del pueblo.

Pablo encaró a los gálatas con una pregunta determinante: ¿Tan insensatos sois? Habiendo comenzado por el Espíritu, ¿vais a terminar ahora por la carne? ¿Habéis padecido tantas cosas en vano? (Gá. 3:3,4). Por su parte, el profeta Samuel enfrentó al incipiente rey de Israel con un mensaje que ponía en evidencia la fragilidad de su obediencia: La rebelión es como pecado de adivinación, y la desobediencia, como iniquidad e idolatría. Necesitamos el impacto de la palabra de Dios despertando nuestras conciencias de obras muertas, para servir al Dios vivo y verdadero.

¡Es tan fácil apartarse del camino cuando alejamos nuestro oído de la verdad! Luego escogemos un camino de obediencia intermedia. Mezclamos la revelación de Dios con nuestras propias opiniones personales, razonamientos humanos que comienzan con cierta semejanza religiosa que nos apartan de la verdad, pero nos convencen que andamos por camino recto. Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte (Pr.16:25).

La corrección que hizo Samuel al rey Saúl nos puede parecer exagerada. Equiparó la desobediencia —«obstinación» dice en la Biblia RV60— con el pecado de idolatría, y la rebelión con adivinación. Pablo habló de perturbación (Gá.5:12) sobre las iglesias de Galacia por la mezcla del evangelio con la justicia propia. La Escritura es muy seria en la defensa de la verdad de la palabra de Dios. Saúl fue rechazado, y desde ese momento su vida se convirtió en un infierno para él mismo y para los que estaban cerca de él. Los gálatas corrían el peligro de caer de la gracia y que el evangelio les hubiese sido predicado en vano.

         Mantener una actitud de obstinación en el error conduce a la idolatría, y subestimar la palabra de Dios atrae un espíritu de adivinación.

46 – LA LUCHA INTERIOR – Obedecer es mejor que los sacrificios

Lucha interiorObedecer es mejor que los sacrificios

Y Samuel dijo: ¿Se complace el Señor tanto en holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la voz del Señor? He aquí, el obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grosura de los carneros  (1 Samuel 15:22).

El hombre natural y religioso está dispuesto a hacer esfuerzos y sacrificios. Un evangelio de obras parece motivar más porque apela a nuestra justicia propia, a nuestra participación en la salvación. También es más fácil de comprender y asimilar. Todas las religiones tienen una carga inmensa de obras para tratar de conseguir los beneficios de la divinidad. Muchos están bien dispuestos a realizar sacrificios costosos por el favor divino.

La disciplina personal tiene cierta reputación ante los hombres. Por ello, la mayoría de las personas preguntan qué cosas permite «tu religión» y cuáles prohíbe. Concebimos el sentimiento religioso alrededor de «hacer» o «no hacer». Sin embargo, el evangelio de la gracia de Dios está diseñado para sacarnos de la idolatría y obedecer. Elegidos según el previo conocimiento de Dios Padre, por la obra santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo… (1 Pedro 1:1,2). Nos convertimos de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero (1 Tes. 1:9).

Naamán, el sirio, estuvo dispuesto a hacer grandes sacrificios si lo hubiera propuesto el profeta Eliseo, pero consideró una humillación bajar al sucio rio Jordán y zambullirse siete veces para quedar libre de la lepra que le dominaba. Saúl pensó que incumplir el mandato de Dios guardando los animales de Amalec para ofrecerlos en holocausto «al Señor», era mejor que obedecer la voz de Dios. El profeta Samuel declaró la sentencia que resuena aún hoy en nuestros oídos: «obedecer es mejor que los sacrificios».

Como cristianos, fracasamos muchas veces en nuestra lucha contra «el pecado que mora en mí», tratando de combatirlo con disciplinas apoyadas en una gran fuerza de voluntad, en lugar de venir a la cruz del calvario y morir con Cristo a nuestras pasiones y deseos. Pablo dijo: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gálatas 2:20).

En cierta ocasión le preguntaron a Jesús: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? … Les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado (Jn.6:28-29).

         Obedecer es mejor que los sacrificios, y prestar atención a la voz de Dios más trascendente que muchas obras de justicia propia.

45 – LA LUCHA INTERIOR – Eludir nuestra propia responsabilidad

Lucha interiorEludir nuestra propia responsabilidad

Y Saúl respondió: Los han traído de los amalecitas, porque el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de los bueyes, para sacrificar al Señor tu Dios; pero lo demás lo destruimos por completo  (1 Samuel 15:15).

Cuando Saúl fue confrontado con la verdad de sus actos, su primera reacción fue justificarse a sí mismo echando sobre el pueblo la responsabilidad de su desobediencia. Saúl eludía así su responsabilidad, pero la voz de Dios en la boca del profeta le recordó la verdad de las cosas. Samuel hizo un recorrido histórico de su llamamiento. Dios le escogió cuando el hijo de Cis se veía pequeño a sus propios ojos.

¡Cuántos pastores comienzan su llamado viéndose incompetentes y desvalidos, pero una vez han probado el respaldo del Señor en ciertas acciones se vuelven vanidosos y comienzan a confiar en sí mismos, abandonan la humildad de sus orígenes para entrar de lleno en la soberbia de la superioridad sobre los demás, evitando toda palabra que les recuerde su incapacidad inicial, comenzando a «flirtear» con la posibilidad de que son «especiales» y por ello fueron elegidos.

Saúl fue enviado a una misión del Señor y la dejó inconclusa. No acabó con el anatema de los amalecitas −recuérdese el mismo mensaje en días de Josué y el pecado de Acán— porque temió al pueblo y no escuchó la voz de Dios (1 Sam. 15:24). Incluso dejó con vida al mismísimo rey de Amalec. El temor de los hombres y sus razonamientos carnales le condujeron a la desobediencia, y siempre hay un argumento para justificarla: Las ovejas y los bueyes son para sacrificar al Señor tu Dios.  El argumento tenía aparentemente su base en la Escritura. Estaba escrito que ofrecieran sacrificios a Dios en el Tabernáculo, pero los sacrificios nunca pueden substituir la obediencia. Obedecer es mejor que los sacrificios.

El hombre religioso está dispuesto a realizar cualquier tipo de sacrificio, —por costoso que pueda parecer—, pero ajustar su vida a la palabra de Dios viviendo  en obediencia a sus mandamientos conlleva la rendición de toda la vida. Saúl quiso combatir a Amalec en sus propias fuerzas carnales, con pensamientos religiosos, pero no hay victoria definitiva sobre la carne con fortaleza humana, ni fuerza de voluntad. Necesitamos la obediencia de mirar a Jesús en la cruz del Calvario. Cristo en nosotros, la esperanza de gloria. Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios

         No debemos eludir nuestra responsabilidad echándola sobre otros. Cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo.

44 – LA LUCHA INTERIOR – Pienso que cumplo sin cumplir

Lucha interiorPienso que cumplo sin cumplir

Entonces Samuel vino a Saúl, y Saúl le dijo: ¡Bendito seas del Señor! He cumplido el mandamiento del Señor. Pero Samuel dijo: ¿Qué es este balido de ovejas en mis oídos y el mugido de bueyes que oigo?  (1 Samuel 15:13-14).

La Escritura enseña que somos lo que pensamos. Pues como piensa dentro de sí, así es (Pr. 23:7 LBLA). Un pensamiento errado pasado por bueno nos introduce en una cárcel de difícil liberación. Saúl ha entrado en ella. Piensa que ha cumplido el mandamiento del Señor, pero lo ha hecho solo en parte. Se ha dejado seducir por una obediencia parcial. Su corazón está alegre, la conciencia no le acusa, está convencido que ha hecho lo correcto y que Dios lo aprueba. Sin embargo, la verdad va por otro camino muy distinto.

En ocasiones podemos vivir sinceramente errados, estar plenamente convencidos de una postura que conduce al fracaso. El envanecimiento personal es el camino más rápido para conseguirlo. El rey de Israel estaba dando los pasos para ello. Los que están en puestos de responsabilidad tienen la necesidad de asegurar sus obras en la revelación de la Escritura. Es fácil equivocarnos cuando las circunstancias confirman lo que hacemos.

El pasaje que estamos meditando en 1 Samuel capítulo quince relata un episodio de la guerra entre Israel y Amalec. Pues bien, paradójicamente, algunas veces podemos pretender combatir a Amalec, —figura de la vida carnal—, con las mismas fuerzas carnales que pretendemos evitar. Saúl había luchado contra Amalec como resultado de un mandato del Señor, pero lo había hecho a su manera, con una proporción de obediencia y otra de desobediencia. Estas mezclas nunca dan buenos resultados en el reino de Dios.

Saúl usó un lenguaje religioso. Cuando vio a Samuel le saludó así: ¡Bendito seas del Señor! Y a renglón seguido se jacta de haber cumplido el mandamiento de Dios. Romper este momento «mágico» para Saúl era una tarea pesada para Samuel. El profeta podría haber sido políticamente correcto y dar por bueno el nivel de obediencia de Saúl. Sin embargo, fue cortante. No hubo lugar a la tibieza del mensaje. Atrajo la atención de Saúl hacia el sonido de las ovejas y el mugido de los bueyes que había perdonado en su guerra con los amalecitas, incumpliendo así la voluntad de Dios.

La fe viene por el oír. La herejía también, escuchando doctrinas de demonios. Decir la verdad a los que están en autoridad es el mejor servicio que podemos hacer a la nación.

Nuestro oído puede recordarnos la magnitud de nuestra desobediencia.

43 – LA LUCHA INTERIOR – La palabra corrige y desenmascara

Lucha interiorLa palabra corrige y desenmascara

Entonces vino la palabra del Señor a Samuel, diciendo: Me pesa haber hecho rey a Saúl, porque ha dejado de seguirme y no ha cumplido mis mandamientos. Y Samuel se conmovió, y clamó al Señor toda la noche  (1 Samuel 15:10-11).

La mezcla de obediencia y desobediencia, el hombre carnal y el espiritual, nos engaña de tal forma, que comenzamos a tener una apreciación de las cosas muy distinta a la que tiene Dios de nosotros. Creyendo haberle servido con fidelidad, ponemos nuestras vidas rumbo al autoengaño que nos lleva al ensalzamiento de nuestra potencialidad. Creemos servirle, pero en realidad lo hacemos a nosotros mismos.

El engaño de Saúl es de tal magnitud que piensa que ahora es un «gran hombre de Dios», permitiéndose levantar un ministerio alrededor de sus propias obras. Para ello, no escatima en «levantar un monumento para sí» (1 Sam. 15:12 LBLA). Está orgulloso de su «obediencia», y piensa que debe ser conocida por todo el pueblo, que admiren su entrega incondicional al Señor y le imiten, viéndole como «el gran siervo que cree ser». Vano intento.

La palabra de Dios ya ha salido de su trono y contiene un mensaje muy distinto al que está creyendo Saúl. El mismo profeta Samuel queda estupefacto cuando recibe la visión de Dios sobre la actitud de Saúl. A Dios le pesa haberlo puesto por rey, un rey prototipo de líder carnal. Ha dejado de seguirle, aunque ha cumplido en parte su voluntad, pero no es suficiente, Dios necesita un hombre conforme a su corazón. No ha obedecido sus mandamientos, aunque a Saúl le parece que es un ejemplo digno de imitar.

La palabra de Dios es un espejo para vernos. Es una antorcha que alumbra. Es una espada que divide el alma del espíritu, y discierne los verdaderos motivos de nuestro corazón. Nos desnuda ante Dios. Nos expone a su veredicto. Y toda predicación que no tiene estos ingredientes no es predicación, es engañar al pueblo con pensamientos de paz cuando no hay paz.

Samuel quedó perplejo. Pasó toda la noche orando a Dios, conmovido por la dimensión del drama que estaba a punto de consumarse. Mientras tanto, Saúl hizo un monumento a sí mismo. Vive ajeno a la verdad revelada, pero cree con total «sinceridad» que ha cumplido con Dios. Esta es la lucha interior de muchos pastores y responsables de iglesias. El salmista dijo: Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Y ve si hay en mí camino malo, y guíame en el camino eterno (Sal. 139:23,24).

          Debemos estar siempre expuestos a la acción de la palabra de verdad, sabiendo que nuestro corazón es engañoso más que todas las cosas.