84 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Impartir algún don (2)

La vida en el Espíritu - MeditacionesImpartir algún don espiritual (II)

Porque anhelo veros para impartiros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados; es decir, para que cuando esté entre vosotros nos confortemos mutuamente, cada uno por la fe del otro, tanto la vuestra como la mía (Romanos 1:11-12).

La verdad de Dios no queda anulada por las falsedades o manipulaciones de los hombres. Cuando una perla ha sido pisoteada se menosprecia y confunde con el mismo barro. Esto ha ocurrido con verdades del evangelio que maestros contumaces del error han ocasionado la pérdida y el abandono en la iglesia para huir de tales extremos. Hay extremos. Hay falsificaciones. Hay que probar los espíritus, y las profecías, examinadlo todo y retener lo bueno. El llamado neo pentecostalismo causa estragos en la iglesia de Dios de nuestro tiempo con sus extravagancias y espectáculos irreverentes y profanos, que quieren pasarlos por «el gran poder de Dios» (como Simón el mago), o una unción mal entendida, pero eso no puede anular las verdades acerca del Espíritu y los dones.

Es fácil, por temor, evitar las manifestaciones del Espíritu, Pablo no lo hizo. Llegó a Roma decidido a poner en libertad dones espirituales que los hermanos ya tenían (porque los dones son del Espíritu, no de un hombre ungido), pero faltaba la imposición de manos del apóstol para liberar su función. La iglesia de Dios se edifica mediante los dones del Espíritu, la diversidad de dones del Cuerpo, dados para su edificación (veremos sobre los dones más adelante). Sin dones liberados y funcionando bajo el temor de Dios no seremos útiles en la extensión del reino. Pablo lo hizo con su discípulo aventajado Timoteo.

Mira el lenguaje de Pablo. «No descuides el don espiritual que está en ti, que te fue conferido por medio de la profecía con la imposición de manos del presbiterio» (1 Tim.4:14). En otra ocasión le dice: «Por lo cual te recuerdo que avives el fuego del don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos» (2 Tim.1:6). La mayoría de los maestros concuerdan en decir que el don de Timoteo era el de evangelista. Hubo varias ocasiones en la vida del discípulo Timoteo cuando impusieron las manos sobre él para que su desarrollo ministerial fuera eficaz. En una de ellas fue el presbiterio (grupo de ancianos de la congregación), y en otra fue el apóstol Pablo. También se le dijo que peleara la buena batalla acordándose de las profecías que se habían hecho sobre él (1 Tim.1:18). Imposición de manos y profecías ayudaron a Timoteo a cumplir su llamamiento dado por Dios.

         Pablo practicó la imposición de manos con Timoteo y otros discípulos para liberar la acción de los dones que ya habían recibido del Espíritu.

83 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Impartir algún don (1)

La vida en el Espíritu - MeditacionesImpartir algún don espiritual (I)

Porque anhelo veros para impartiros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados; es decir, para que cuando esté entre vosotros nos confortemos mutuamente, cada uno por la fe del otro, tanto la vuestra como la mía (Romanos 1:11-12).

El apóstol Pablo aún no había tenido ocasión de visitar la congregación de Roma, pero estaba ansioso de hacerlo, lo anhelaba de veras para poder confirmar su fe, siendo edificados a la vez mutuamente cada uno por la fe del otro. ¿Y cómo pensaba confirmar la fe de los discípulos en Roma? Mediante la impartición de algún don espiritual. Meditemos. Pablo creía en la imposición de manos para transmitir, (tal vez debemos decir: liberar), dones espirituales en la vida de los creyentes. Me llama poderosamente la atención esta expresión tan osada del apóstol.

La tradición judía está plagada de esta verdad. Jacob impuso sus manos sobre los hijos de José, Efraín y Manasés, para bendecirlos. Lo hizo también sobre cada uno de sus doce hijos poco antes de morir. Moisés lo hizo sobre Josué en diversas ocasiones para impartirle autoridad y recibir el espíritu de sabiduría (Dt.34:9) (Nm.27:18-20,23). La imposición de manos de Moisés transmitió autoridad, sabiduría y dignidad de líder. Pedro y Juan lo hicieron en Samaria para que los discípulos recibieran el Espíritu Santo. Pablo hizo lo mismo en Éfeso sobre los discípulos que ni siquiera habían oído hablar si había Espíritu. También lo hizo sobre Timoteo (veremos este caso en la próxima meditación). Incluso Simón el mago, impresionado por esta verdad manifestada en Samaria quiso comprar el don y fue reprendido por Pedro.

Siempre hay desequilibrados que están dispuestos a toda hora para imponer las manos como si fuera un acto mágico. Pretenden limitar la acción del Espíritu a través de sus manos, pero este hecho nunca anula la soberanía de Dios. Otros imponen manos vacías sobre cabezas huecas, el resultado es nulo. Algunos se conforman con el espectáculo externo de caídas al suelo o cualquier otra experiencia, pero si no hay respaldo divino en quién pretende transmitir o liberar dones será como metal que resuena o címbalo que retiñe. El apóstol Pablo tenía esta capacidad y anhelaba impartir dones a los hermanos en Roma. No todos la tienen, por mucho que griten o empujen sobre las cabezas de aquellos que ingenuamente piensan resolver sus dificultades mediante un acto «mágico». Pero hay quienes liberan la acción del Espíritu con su oración…

         Impartir o liberar dones espirituales confirma la fe de los discípulos.

Capítulo 7 – LOS DONES DEL ESPÍRITU

La vida en el Espíritu - MeditacionesLOS DONES DEL ESPÍRITU

Un tema siempre controversial con escuelas distintas. Los que dicen que acabaron en el tiempo de los apóstoles (cesacionistas), y quieres creemos que nunca han cesado (continuacionistas); a pesar del abuso o desuso que se ha producido a lo largo de la historia de la iglesia. Veamos la relación de dones que he elaborado para esta muestra, y que iré enviando los lunes,  miércoles y viernes durante las próximas semanas.

  1. Impartir algún don espiritual (I) (Ro.1:11,12)
  2. Impartir algún don espiritual (II) (Ro.1:11,12)
  3. Impartir algún don espiritual (III) (Ro.1:11,12)
  4. Dones y llamamiento de Dios irrevocables (Ro.11:28,29)
  5. Usemos los dones recibidos (Ro.12:6)
  6. El don de profecía (Ro.12:6)
  7. El don de servicio (Ro.12:7)
  8. El don de enseñanza (Ro.12:7)
  9. El don de la exhortación (Ro.12:8)
  10. El don de dar (Ro.12:8)
  11. El don de dirigir o presidir (Ro.12:8)
  12. El don de la misericordia (Ro.12:8)
  13. Cada uno ha recibido un don (1 Pedro 4:10)
  14. No debemos ignorar los dones (1 Co.12:1,2)
  15. Hablar por el Espíritu (1 Co.12:3)
  16. Dones, ministerios y operaciones (1 Co.12:4-6)
  17. Individualidades para el bien común (1 Co.12:7,11)
  18. El don de palabra de sabiduría (1 Co.12:8)
  19. El don de palabra de conocimiento (1 Co.12:8)
  20. El don de fe (1 Co.12:9)
  21. El don de sanidad (1 Co.12:9)
  22. El don de milagros (1 Co.12:10)
  23. El don de profecía (1 Co.12:10)
  24. El don de discernimiento de espíritus (1 Co.12:10)
  25. El don de lenguas (1 Co.12:10)
  26. El don de interpretación de lenguas (1 Co.12:10)

82 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – El Espíritu de santidad

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl Espíritu de santidad

… Y que fue declarado Hijo de Dios con poder, conforme al Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos: nuestro Señor Jesucristo (Romanos 1:4).

En estas meditaciones ya hemos visto ampliamente la operación del Espíritu de Dios en la vida de Jesús. Fue ungido con el Espíritu Santo y con poder, y anduvo haciendo bienes, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Jesús nació sin relación con el pecado. Fue engendrado, no creado, por el Espíritu Santo en el vientre de María. El día de su bautismo, para que se cumpliera toda justicia (Mt.3:15), fue declarado Hijo de Dios. Vino una voz del cielo que dijo: «Este es mi Hijo amado en quien me he complacido». El cielo confirmó que Jesús es el Hijo de Dios. Había nacido, según la carne, de la descendencia de David, pero fue declarado Hijo de Dios con poder, conforme al Espíritu de Santidad, por la resurrección de entre los muertos. Es decir, la muerte no pudo retenerlo porque no había pecado en él, aunque cargó con el pecado de todos nosotros.

La resurrección certificó el hecho de que el Hijo de Dios no podía ser retenido en el reino de la muerte porque su naturaleza era justa y santa, sin pecado; y aunque ocupó nuestro lugar en el lago de fuego y azufre, en la bajada  a los infiernos, el poder de la resurrección entró en él por cuanto se halló su Espíritu de santidad.

Aquí tenemos el epicentro de nuestra victoria sobre el pecado. Jesús fue hecho pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Co.5:21). Hubo un intercambio. Nuestra naturaleza pecaminosa fue juzgada en el cuerpo de Jesús, (al cargar con nuestra maldad), con un resultado doble: la muerte no pudo retenerlo porque su naturaleza era justa, sin pecado, y a la vez resucitó para nuestra justificación. Por eso podemos nacer de nuevo a una nueva vida. Pedro lo explica así: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quién según su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos» (1 P.1:3). El Espíritu de santidad que había en Jesús es el mismo Espíritu que ahora opera en todos los redimidos para que vivamos, por el mismo Espíritu, alejados del pecado. Andar en el Espíritu es vivir en santidad. Hemos sido santificados con la misma naturaleza nueva que Jesús ha sacado a vida por su resurrección.

         Andar en el Espíritu es vivir en santidad. Vivir en santidad es andar en el Espíritu, vivir por el Espíritu, ser llenos del Espíritu.

81 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Vivir y andar (2)

La vida en el Espíritu - MeditacionesVivir y andar por el Espíritu (II)

Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu (Gálatas 5:25).

Aunque ya hemos comentado textos de las cartas del apóstol Pablo a lo largo de estas meditaciones, especialmente el capítulo 8 de Romanos y algunos textos de Efesios y Gálatas, quiero hacer ahora un recorrido más amplio por las epístolas del Nuevo Testamento para ahondar más aún en la vida en el Espíritu. En las cartas tenemos las instrucciones apostólicas en este tema de tanta trascendencia. Por ello me propongo recorrerlas y pararnos en la mayoría de textos donde tenemos alguna enseñanza sobre la vida en el Espíritu.

Toda la vida cristiana depende del Espíritu, sin su operación en nosotros es imposible poder realizar la voluntad de Dios y acabar las obras que nos fueron dadas de antemano para que anduviéramos en ellas. También estamos expuestos a las mezclas y confusiones. A menudo confundimos el alma y su compleja disposición, con la vida en el Espíritu; necesitamos madurar, aprender de los errores y poner buen fundamento a nuestras experiencias sobre el cimiento estable de la palabra revelada.

Hemos dicho ya que no es lo mismo vivir por el Espíritu que andar por el Espíritu. Pablo dice que debe haber en nosotros una continuidad, es decir, si hemos comenzado una nueva vida mediante la obra del Espíritu en nosotros, ahora se debe consolidar con un caminar en el Espíritu. Y ello tiene que ver con el fruto que damos, la entrega que hacemos de todos los miembros de nuestro ser para servir a la justicia. Nuestra voluntad debe estar sometida a la voluntad del Espíritu, nuestras emociones controladas por el Espíritu, y nuestra mente debe ser renovada constantemente mediante la palabra de verdad vivificada por el Espíritu.

Para andar en el Espíritu todo nuestro ser debe estar involucrado, sin doblez ni divisiones internas. La clave siempre estará en buscar la llenura del Espíritu continuamente, sed llenos del Espíritu, que es lo mismo que permanecer en Cristo. El Señor es el Espíritu, son uno con el Padre, actúan en unidad en el discípulo para obtener la libertad gloriosa de los hijos de Dios. «El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad» (2 Co.3:17). Las cartas del Nuevo Testamento nos dan amplia enseñanza de cómo se debe producir una vida andando en el Espíritu, cuál es el fruto de esa vida, los dones y todo tipo de servicio. Os invito a iniciar desde ahora una nueva andadura después de ver las experiencias en el libro de los Hechos. Ahora debemos poner fundamento sólido a toda experiencia espiritual.

         Andar en el Espíritu consolida y establece la vida en el Espíritu.

80 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Vivir y andar (1)

ANDAR EN EL ESPÍRITU

         Las experiencias no son un fin en sí mismas, si no que deben afianzar el desarrollo de nuestro andar en el Espíritu. La clave de la vida cristiana está en andar en el Espíritu. Podemos ser llenos del Espíritu una vez, tener alguna experiencia ocasional, que aunque transformadora, debe producir en nosotros el anhelo constante de andar en el Espíritu, y permanecer en Cristo.

         Por eso me ha parecido necesario, después de las experiencias carismáticas, y antes de entrar de lleno en el tema de los dones espirituales, dejar constancia que nada de ello es posible sin vivir y andar en el Espíritu, que es el Espíritu de santidad.

  1. Vivir y andar por el Espíritu (I) (Gá.5:25)
  2. Vivir y andar por el Espíritu (II) (Gá.5:25)
  3. El Espíritu de santidad (Ro.1:4)

La vida en el Espíritu - MeditacionesVivir y andar por el Espíritu (I)

Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu (Gálatas 5:25).

La vida cristiana comienza por el Espíritu y la palabra, sin ello no hay vida de Dios, lo que tendremos será religión, imitación, falsificación, suplantación, pero nunca la vida engendrada en nuestro espíritu que inicia una nueva andadura vital y trascendental. Pablo dice:«nueva criatura es». Jesús enseña: «es necesario nacer de nuevo, del Espíritu»; si no es así no vemos ni entramos en el reino. Ahora bien, una vez habiendo nacido del Espíritu, (vivir por el Espíritu), necesitamos aprender a andar en el Espíritu, y para ello necesitamos crecer, madurar, volver a ser llenos del Espíritu una y otra vez, obedecer a Dios, poner la mente en las cosas del Espíritu (Ro.8:5-6 LBLA).

Tenemos un ejemplo magnífico de lo que quiero decir en la marcha de los israelitas por el desierto una vez fueron redimidos de la esclavitud de Egipto. Salieron con poder. La redención fue impactante. La esclavitud quedaba atrás, delante un andar en obediencia. Pablo lo explica de esta manera:«Porque no quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube y todos pasaron por el mar; y en Moisés todos fueron bautizados en la nube y en el mar» (1 Co.10:1-2). Meditemos. Israel fue rescatado de Egipto, todos pasaron por el mar Rojo, (figura del bautismo), y todos fueron guiados por la nube de día y el fuego de noche, (figura del bautismo del Espíritu). Ahora bien, no todos fueron obedientes, ni todos entraron en la tierra prometida. Vivieron por el Espíritu, pero no todos anduvieron en el Espíritu. Sin embargo, todos se movían cuando la nube se levantaba, y cuando la nube paraba el campamento de Israel, toda la congregación, acampaba (Nm.9:19-22). Por tanto, todos vivían por el Espíritu, pero no todos andaban en el Espíritu.

Pablo dijo a los gálatas: «¿Tan insensatos sois? Habiendo comenzado por el Espíritu, ¿vais a terminar ahora por la carne?» (Gá. 3:3). También enseña a los corintios que «por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo… a todos se nos dio a beber del mismo Espíritu» (1 Co.12:13), pero sabemos que no todos eran espirituales.  Hay personas que dicen haber sido bautizadas en el Espíritu pero como algo pasado, y hoy no viven llenos del Espíritu, por tanto, su testimonio pone en duda sus afirmaciones. Necesitamos ser llenos del Espíritu continuamente (Ef.5:18) para andar en el Espíritu.

         La vida nueva en el Espíritu la recibimos por gracia, pero andar en el Espíritu significa vivir en obediencia siendo llenos continuamente de Él.

74 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – El final del libro de los Hechos

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl final del libro de los Hechos

Y Pablo se quedó por dos años enteros en la habitación que alquilaba, y recibía a todos los que iban a verlo, predicando el reino de Dios, y enseñando todo lo concerniente al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbo (Hechos 28:30-31).

Hemos hecho un recorrido amplio por el libro de los Hechos de los apóstoles que algunos dan en llamar los hechos del Espíritu Santo. Contextualizando este recorrido con el tema principal que estamos viendo ¿Qué es el hombre? podemos notar que la acción del Espíritu de Dios sobre el hombre caído, ahora redimido y lleno del Espíritu, ofrece una transformación sobrenatural que no puede pasar inadvertida. El Padre no solo nos ha sellado con el Espíritu, sino que ha enviado la promesa de ser investidos de poder de  lo alto, llenos del Espíritu, para que los discípulos realicen su llamado.

Hemos visto que hay un proceso de capacitación en la vida del discípulo corroborado por diversas experiencias en distintos lugares. El día de Pentecostés fueron llenos del Espíritu con manifestaciones de hablar en nuevas lenguas. Volvieron a ser llenos poco después en una reunión de oración en medio de la persecución que se desató inmediatamente (Hch.4:31). Escogieron a siete hombres para servir a las viudas, varones llenos del Espíritu Santo y de fe. En Samaria Felipe predicó el evangelio con señales y prodigios, recibieron la palabra, pero necesitaban recibir posteriormente el Espíritu mediante la imposición de manos de los apóstoles Pedro y Juan. Saulo se convirtió en Pablo pero hasta tres días después no fue lleno del Espíritu, una vez que el discípulo Ananías fue enviado por el Señor para que orara por él con imposición de manos. Luego encontramos a Cornelio y los reunidos en su casa escuchando el evangelio en boca de Pedro y en medio de su predicación fueron llenos del Espíritu como el día de Pentecostés, lo supieron porque los oían hablar en lenguas y exaltar a Dios.

El Espíritu Santo tomó la iniciativa misionera y apartó a Bernabé y Saulo para ir a las naciones gentiles. En Éfeso había discípulos que nunca habían oído hablar del Espíritu Santo, cuando Pablo les habló y oró por ellos vino el Espíritu y hablaban en lenguas y profetizaban, predicando el evangelio en toda Asia Menor. Al final del libro Pablo está en Roma durante dos años predicando el reino de Dios y enseñando lo concerniente al Señor Jesucristo. Después puede ser que llegó a España con el mensaje de salvación… ese fue su anhelo.

         El libro de Hechos está lleno de experiencias producidas por el Espíritu Santo en la vida de aquellos que obedecen a Dios.

73 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – De Jerusalén a Roma

La vida en el Espíritu - MeditacionesDe Jerusalén a Roma. El tiempo de los gentiles

Y al no estar de acuerdo entre sí, comenzaron a marcharse después de que Pablo dijo una última palabra: Bien habló el Espíritu Santo a vuestros padres por medio de Isaías el profeta… Sabed, por tanto, que esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles. Ellos sí oirán. Y cuando hubo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí (Hechos 28:25-29).

Tenemos a Pablo en la capital del Imperio Romano. Vive en una casa alquilada durante dos años predicando el reino de Dios. El viaje hasta allí estuvo marcado por una cadena de aflicciones continuadas. Se había cumplido el testimonio que el Espíritu Santo había dado que le esperaban prisiones y aflicciones. Sin embargo, el Señor le libró y ahora se encuentra en Roma donde el apóstol siempre había querido llegar. Tal vez el viaje no fue como él imaginó pero al fin y al cabo allí estaba. Los últimos capítulos del libro de Hechos narran con todo lujo de detalle este episodio de la vida de Pablo.

La predicación del evangelio comenzó en Jerusalén, donde surgió una gran congregación de discípulos que llevaron el mensaje a otras ciudades. Ahora el apóstol de los gentiles está en la capital del mundo gentil. Los judíos de Roma se mostraban reacios al evangelio, Pablo se esforzó en persuadirles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas. Algunos eran persuadidos con lo que se decía, pero otros no creían (Hch.28:23-25). Cuando el grueso de los que vinieron a oírle comenzó a marcharse, el antiguo discípulo de Gamaliel los despidió con estas palabras: «Bien habló el Espíritu Santo a vuestros padres por medio de Isaías el profeta, diciendo: el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible, y con dificultad oyen con sus oídos; y sus ojos han cerrado».

La puerta del evangelio a los judíos iba cerrándose —por el endurecimiento de su corazón— y la de los gentiles se abría cada vez más. Comenzaba así lo que en la Biblia se conoce como el tiempo de los gentiles. Un tiempo donde el evangelio alcanzaría a las naciones gentiles, y el pueblo de Israel se enrocaría sobre la Toráh y la sinagoga (una vez destruido el templo en el año 70 d.C.) alejada del mesianismo de Jesús, aunque fue en la capital de Judea donde tuvo su origen la proclamación de la buena nueva. Fue allí donde el Espíritu Santo había descendido, pero ahora Roma y otras ciudades (Antioquia, Éfeso, Alejandría) tomaban el relevo en la propagación del evangelio del reino. Pablo lo expuso a la comunidad judía de Roma con estas palabras: «Sabed, por tanto, que esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles. Ellos sí oirán»

         El viaje de Pablo a Jerusalén y de aquí a Roma es una señal de cómo iba a cambiar el centro del evangelio de los judíos al mundo gentil.

72 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Una aparente contradicción

La vida en el Espíritu - MeditacionesUna aparente contradicción del Espíritu

Después de hallar a los discípulos, nos quedamos allí siete días, y ellos le decían a Pablo, por el Espíritu, que no fuera  a Jerusalén (Hechos 21:4).

El viaje de Pablo a Jerusalén revela algunas verdades que debemos meditar. Por un lado sabemos que en el corazón del apóstol se había fijado este propósito, no era un capricho ni un alarde, le había sido impuesta necesidad, como en el caso de predicar el evangelio (1 Co.9:16). Por otro tenemos a los hermanos queriendo influir en Pablo para que cambiara de parecer, puesto que sabían lo que le esperaba. El apóstol tenía el testimonio en su espíritu de lo que le aguardaba en Jerusalén; el mismo Espíritu le daba testimonio de prisiones y aflicciones. La acción del Espíritu en otros hermanos confirmaba que no fuera a Jerusalén, pero Pablo ya había tomado su decisión, y aunque apreciaba el amor de los hermanos, no estuvo dispuesto a ceder.

La presión subió de tono cuando un profeta llamado Agabo llegó a la ciudad de Cesárea, donde vivían Felipe y sus cuatro hijas doncellas que profetizaban (Hch. 21:8-9). Este Agabo tomó el cinto de Pablo, «se ató las manos y los pies, y dijo: Así dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al dueño de este cinto, y lo entregarán en manos de los gentiles» (21:11). Oyendo esto muchos lloraban y rogaban a Pablo que no subiera a la ciudad. El impacto emocional tuvo que ser muy fuerte, pero aquí se levantó una vez más la fortaleza de espíritu del apóstol para decir: «¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque listo estoy no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús» (21:13). Esta es la voz de un discípulo de Jesús.

La firmeza de Pablo doblegó el afecto de los hermanos concluyendo que no se dejaba persuadir, por tanto, callaron, diciendo: «Que se haga la voluntad de Dios». ¡Qué situación! Pablo podía haber evitado con dignidad y apoyo las aflicciones que le esperaban en Jerusalén, sin embargo, escogió ser maltratado con el pueblo de Dios, porque tenía puesta la mirada en el galardón, como Moisés (Heb. 11:24-26). Los hijos de los profetas decían a Eliseo: «no sabes que hoy te quitarán a tu señor; si, ya lo sé —respondía él— callad». Ese conocimiento le aferró más aún a su maestro Elías. Pablo hizo lo mismo. En ocasiones podemos escoger el camino fácil, la retirada con honores, incluso con el testimonio interior del Espíritu, pero el hombre espiritual, fortalecido con una fe inquebrantable avanza hacia su Jerusalén con determinación. Puede haber contradicción, tal vez, pero después queda Roma, y quién sabe si España…

         La vida llena del Espíritu supera los afectos humanos y va más allá de la voluntad permisiva de Dios para alcanzar su voluntad perfecta.

71 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Supervisores de la congregación

La vida en el Espíritu - MeditacionesSupervisores de la grey de Dios

Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual El compró con su propia sangre (Hechos 20:28).

Hemos cambiado la aflicción del evangelio por el reconocimiento de un título que nos da preeminencia y dominio sobre la grey de Dios. Esto está ocurriendo en demasiados lugares en este mismo momento. Por ello quiero pararme unos instantes en el texto que nos ocupa. Pablo está de viaje hacia Jerusalén y sabe lo que le espera: prisiones y aflicciones. Ha reunido a los ancianos en Mileto para dejarles su último mensaje (Hch.20:17). No volverán a ver su rostro más (20:25). Les da testimonio de que es inocente de la sangre de todos, pues no ha rehuido declararles todo el consejo o propósito de Dios (20:26,27). Sabe que después de su partida entrarán lobos rapaces que no perdonarán el rebaño, incluso de entre ellos mismos se levantarán algunos hablando cosas perversas para arrastrar a los discípulos tras ellos (20:29,30).

Me recuerdan las despedidas de Moisés y Josué ante el pueblo de Israel. Todos ellos anticiparon tiempos de desobediencia después de sus partidas, por ello pusieron mucho énfasis en la calidad de los obreros fieles para sostener la verdad en medio del levantamiento de la cizaña inevitable. Pablo les dice que tengan cuidado de ellos mismos; allí se debe fundamentar el éxito de mantener la verdad de Dios para pasarla a la siguiente generación. El obrero del Señor debe guardarse a sí mismo. Lo repetiría a Timoteo (1 Tim.4:16). Sobre esa premisa se fundamenta el poder guardar la grey de Dios. Procura, con diligencia, presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de que avergonzarse y que usa bien la palabra de verdad (2 Tim. 2:15).

El carácter del obrero es vital para que pueda realizar el cometido asignado por el Espíritu Santo: pastorear la grey de Dios. Hemos puesto el énfasis sobre el título «epískopos», traducido por obispo, y que significa supervisor, pero ese no es el énfasis de la Escritura, sino la función. La grey, −congregación−, ha sido comprada por la sangre del Cordero, no es propiedad del pastor de la iglesia local. El celo equivocado nos ha llevado en muchos casos a confundir nuestra función con disputas por nuestra posición. El obispo, anciano o pastor es un supervisor de la grey que es de Dios, y debe cumplir su cometido con fidelidad al Señor de la iglesia y no levantarse él mismo como «señor» del pueblo.

         El Espíritu Santo asigna funciones, no títulos, para que cada uno, según el don recibido, sirvamos a la congregación del Señor con fidelidad a Dios.