104 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Don de milagros

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl don de milagros

… A otro, poder de milagros… (1 Corintios 12:10)

Recordemos el inicio de la exposición del apóstol Pablo en este capítulo. «En cuando a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que seáis ignorantes. Sabéis que cuando erais paganos, de una manera u otra erais arrastrados hacia los ídolos mudos». El apóstol quiere que no ignoremos los dones, y además relaciona el hacerlo con regresar al paganismo, donde se adoran ídolos mudos, sin vida; por el contrario el evangelio es poder de Dios para salvación, y al predicarlo se debe hacer «con el poder de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios» (Ro.15:19). En otro lugar dice: «Y ni mi mensaje ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no descanse en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios» (1 Co.2:4-5).

El evangelio es de Dios. Es sobrenatural. Depende del Espíritu Santo, no de nuestras fuerzas, por tanto, el mismo Espíritu distribuye dones para llevarlo a cabo. Uno de ellos es el don de milagros. Está escrito que «Dios hacía milagros extraordinarios por mano de Pablo…» (Hch. 19:11).

Un milagro es una obra sobrenatural que sobrepasa las posibilidades humanas. Jesús cambió el agua en vino, milagro. Dio de comer a multitudes con unos pocos panes y peces, milagro. Anduvo sobre las aguas, milagro. El sol y la luna se pararon cuando Dios atendió la voz de Josué, milagro. Moisés extendió su vara y el mar se abrió, milagro. La Biblia es un libro de milagros. La salvación de muerte a vida por  la regeneración es un milagro fundado sobre la muerte expiatoria y el milagro de la resurrección de Jesús. Si despojamos el evangelio de los milagros nos quedará metal que resuena y címbalo que retiñe.

Estos dones son del Espíritu para ser manifestados en su voluntad específica. No debemos oponernos a ellos, sino someternos al Espíritu y ser canales de bendición, no de exaltación propia, sino con temor y temblor (1 Co.2:3-4). Puede haber excesos, pero, una vez más, eso no anula la verdad revelada. Los dones más espectaculares precisan, si cabe, un vaso más refinado para no corromperse y hacer mal uso del don. El abuso trae deshonra al evangelio, la falta de uso nos limita y nos devuelve al paganismo. La carencia en la enseñanza de esta verdad tendrá como resultado la ausencia de dones. No podemos ir más allá de lo que creemos, y la fe viene por el oír la palabra de Cristo.

Deberíamos arrepentirnos de nuestra incredulidad en algunas verdades que son el consejo de Dios y que impiden el avance de su reino en la tierra.

103 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Don de sanidad

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl don de sanidad

… A otro, dones de sanidad por el único Espíritu… (1 Corintios 12:9).

El tema de la sanidad divina es complejo de forma recurrente. Ha habido malas experiencias, excesos, desequilibrios, espectáculo y aprovechamiento que ha llevado a buena parte de la iglesia actual a moverse en dos extremos: por un lado los que abusan de un tema tan sensible y que incluye mucho dolor, y por otro quienes huyen de él para evitar las dificultades que puede acarrear. Ambos extremos son contrarios a la verdad bíblica. Vayamos por partes.

La voluntad de Dios es sanar, por eso ha dado este don a la iglesia. Lo vemos en el ministerio de Jesús, el cual es el reflejo exacto de la voluntad de Dios en la tierra. «Y Jesús iba por toda Galilea, enseñando en sus sinagogas y proclamando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo» (Mt. 4:23-24). La sanidad está incluida en la redención. «Y al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; y expulsó a los espíritus con su palabra, y sanó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que fue dicho por medio del profeta Isaías cuando dijo: El mismo tomó nuestras flaquezas y llevó nuestras enfermedades» (Mt.8:16-17 con Is.53:3-6). Jesús enseñó a sus discípulos que ellos también harían las mismas obras, incluso mayores (Jn.14:12). El libro de los Hechos lo pone de manifiesto de forma inequívoca.

El apóstol Pedro les dice a los reunidos en la casa de Cornelio que Jesús fue ungido con el Espíritu Santo y con poder, y este anduvo haciendo bienes, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él (Hch. 10:38). Por tanto, la predicación del evangelio debe incluir orar por los enfermos y echar fuera demonios. Este es el equipo de dones para el ministerio evangelístico (1 Co.12:28).

El mismo Espíritu ha dado dones de sanidad a ciertas personas para que su predicación incluya sanidades. No todos tienen este don, tampoco todos se sanan, muchos regresan a sus casas enfermos, entrar en el interrogante de por qué unos se sanan y otros no es un debate interminable, pero debemos saber que Dios ama a los enfermos, en algunos sanándolos y en otros no, de la misma manera que el evangelio se predica a todos, la voluntad de Dios es que todos sean salvos, pero sabemos que no todos se salvan. Los excesos y las malas experiencias no deben ahogar la palabra de verdad. Dios quiere sanar y esa debe ser nuestra oración inicial; en los casos en que no sea así el Espíritu nos guardará con paz y esperanza.

         El Espíritu Santo ha dado dones de sanidad a algunos hermanos para bendecir a los necesitados y hacer avanzar el plan de Dios que es por fe.

102 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Don de fe

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl don de fe

… A otro, fe por el mismo Espíritu… (1 Corintios 12:9).

La fe es uno de los grandes temas en la Escritura. Debemos diferenciar algunas cosas cuando hablamos de fe. Por un lado tenemos la fe que todo hijo de Dios recibe por gracia para salvación (Ef.2:8); la medida de fe distinta para cada uno que Dios distribuye como Él quiere (Ro.12:3); la fe como fruto del Espíritu que habla sobre todo de fidelidad (Gá. 5:22); y el don de fe que es el que nos ocupa ahora.

Los dones están íntimamente ligados a la voluntad del Espíritu, no del hombre. El portador de dicho don debe saber discernir en cada momento cuándo el Espíritu le guía a manifestarlo, se aprende con el uso andando en el Espíritu. Los dones no son para usarlos de forma caprichosa sino en humildad y dependencia del Espíritu. El don de fe es para milagros y señales. Actuó en el apóstol Pedro al sanar al cojo de la puerta de la Hermosa (Hch.3:1-10). Este cojo estaba en ese lugar de continuo, Pedro y Juan habrían pasado por allí en otras ocasiones, sin embargo en un momento especifico se desató la acción que dio lugar al milagro. Por otra parte el apóstol no sanó a todos los cojos de Jerusalén, el Espíritu le guió de forma específica a este.

Pablo tuvo una fe milagrosa cuando estaba recogiendo leña en la isla de Malta y se le prendió una víbora venenosa, sacudiéndola en el fuego no sufrió ningún daño (Hch. 28:1-6). No tuvo necesidad de médico o tratamiento alguno. No todos tienen esta clase de fe o medida de fe. Está escrito: «La fe que tú tienes, tenla conforme a tu propia convicción delante de Dios. Dichoso el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba» (Ro.14:22).

Por su parte el profeta Elías tuvo una fe asombrosa para desafiar a los profetas de Baal en el monte Carmelo. Poco después huía de una mujer, Jezabel, que lo había amenazado. Lo cual nos recuerda una vez más que necesitamos la acción del Espíritu en la manifestación de los dones, depender de Él y no extralimitarnos, sino actuar según la fe recibida.

Los discípulos no pudieron echar fuera el demonio de aquel joven epiléptico cuando bajaron del monte de la Transfiguración con Jesús. Preguntado el Maestro del por qué, les dijo: «Por vuestra poca fe» (Mt.19:19,20). Los discípulos tenían fe, pero no el don de fe para esta ocasión. El apóstol Pablo que había experimentado milagros extraordinarios en Éfeso y otros lugares, tuvo que dejar a Trófimo enfermo en Mileto (2 Tim.4:20); a Timoteo que bebiera vino por sus frecuentes enfermedades estomacales, y él mismo vivió atormentado por un mensajero de Satanás que no pudo evitar.

         El don de fe es una acción sobrenatural que desata milagros y señales.

101 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Don de conocimiento

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl don de palabra de conocimiento

… A otro palabra de conocimiento según el mismo Espíritu… (1 Corintios 12:8).

En la versión Reina Valera 60 se traduce por palabra de ciencia. Se trata de un conocimiento escondido a la mente natural pero revelado por el Espíritu al hombre de Dios con el fin de resolver situaciones estancadas, o que pueden provocar engaño y falsedad a la hora de tomar decisiones. Lo vemos en el apóstol Pedro cuando supo ver el corazón de Simón el mago; Felipe, que llevaba más tiempo con él, no supo percibirlo. Pedro le dijo: «No tienes parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios» (Hch.8:21).

El profeta Eliseo dio una palabra de conocimiento a la mujer sunamita en cuya casa le habían hecho un aposento; seguramente en este caso podemos unir el don de profecía con el de conocimiento. «Entonces él le dijo: Por este tiempo, el año que viene, abrazarás un hijo» (1 Reyes 4:16). Sin embargo, el mismo profeta no tuvo el conocimiento de la angustia de la misma mujer cuando se presentó delante de él años más tarde. «Cuando ella llegó al monte, al hombre de Dios, se asió de sus pies. Y Giezi se acercó para apartarla, pero el hombre de Dios dijo: Déjala, porque su alma está angustiada y el Señor me lo ha ocultado y no me lo ha revelado» (1 Reyes 4:27). Curioso. Esto nos debe hacer pensar que los dones no son patrimonio del hombre sino del Espíritu. No son para usarlos cuando se nos antoja, sino cuando el Espíritu quiere. «Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, distribuyendo individualmente a cada uno según la voluntad de El» (1 Co.12:11).

Por tanto el don de conocimiento nos adentra al interior de los corazones de ciertas personas para discernir (don de discernimiento actuando conjuntamente) la realidad de una situación oculta al entendimiento humano y solucionarla. Conocimiento y sabiduría suelen ir juntos. El primero para entender y el segundo para aplicar. Revelación interior y sabiduría que saca a luz verdades ocultas.

En diversas ocasiones Jesús supo lo que sus interlocutores y adversarios estaban pensando mediante el don de conocimiento. «Y al instante Jesús, conociendo en su espíritu que pensaban de esa manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿por qué pensáis estas cosas en vuestros corazones?» (Mr.2:8). Por eso Jesús no se fiaba de ellos, porque El sabía lo que había en el hombre (Jn. 2:24-25). Este don, junto con el de sabiduría, para predicadores,  maestros y consejeros que hace más eficaz su función usando con precisión la palabra de verdad (2 Tim.2:15).

         La manifestación del don de ciencia o conocimiento penetra más allá del velo de carne para conocer la realidad oculta en una persona o circunstancia.

100 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Don de palabra de sabiduría

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl don de palabra de sabiduría

Pues a uno le es dada palabra de sabiduría por el Espíritu… (1 Corintios 12:8).

La fuente de sabiduría de la que estamos hablando es el Espíritu Santo, por tanto, es una sabiduría espiritual (1 Co.2:6-8). La Escritura diferencia diversos tipos de sabiduría. Hay sabiduría espiritual que procede del Espíritu de Dios y reposó sobre el retoño del tronco de Isaí, un vástago sobre el que descansaría el Espíritu del Señor, espíritu de sabiduría y conocimiento (Isaías 11:1-2). Pablo dice que en él, el Mesías, están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento (Col.2:1-3). También se le llama sabiduría de lo alto, que es primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, sin vacilación, sin hipocresía (Stg.3:17).

Por otro lado se menciona la sabiduría terrenal, animal y diabólica que se manifiesta en forma de celos amargos, ambición personal, arrogancia, miente contra la verdad, y produce confusión y toda cosa mala (Stg.3:14-16). Por toda la Escritura se nos insta a adquirir la sabiduría de Dios; especialmente el libro de Proverbios fue escrito con ese fin: «para aprender sabiduría e instrucción» (Pr.1:1,2). «Lo principal es la sabiduría; adquiere sabiduría, y con todo lo que obtengas adquiere inteligencia» (Pr.4:7). Se nos dice que si alguno tiene falta de sabiduría la pida a Dios, el cual da abundantemente y sin reproche le será dada (Stg. 1:5). Esa es la voluntad de Dios para sus hijos, que seamos sabios.

Ahora bien, además de todo ello, tenemos el don de sabiduría que es dado a algunos en el cuerpo del Mesías para su edificación. Este don lo vemos actuando en Salomón cuando supo discernir quién de las dos mujeres que reclamaban la maternidad del hijo vivo era la verdadera (1 Reyes 3:24-28). Lo vemos en la vida de Abigail, mujer de Nabal, cuando evitó la ruina de su casa por la decisión necia de su marido al no atender a los enviados por David, y a éste le impidió una mancha en su futuro reino por la precipitación del juicio (1 Sam.25:28-33). Lo vemos en la respuesta del Maestro cuando los fariseos le trajeron a la mujer sorprendida en adulterio: «El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra» (Jn.8:7). Y también cuando le preguntaron sobre si era lícito dar tributo a Cesar, respondiendo magistralmente: «Dad a cesar lo que es de cesar, y a Dios lo que es de Dios» (Mt.22:21). Este don resuelve situaciones complejas que parecen irresolubles. Cristo nos ha sido hecho sabiduría de Dios (1 Co.1:30).

         El don de sabiduría es dado a algunos para resolver situaciones específicas, que parecen imposibles, abriendo un camino donde no se ve.

99 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Individualidades para el bien común

La vida en el Espíritu - MeditacionesIndividualidades para el bien común

Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común… Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, distribuyendo individualmente a cada uno según la voluntad de El (1 Corintios 12:7,11).

Individualidades no para el individualismo, sino para el bien común. Los dones o manifestaciones del Espíritu son para el bien común, para la edificación del cuerpo del Mesías, no para la exaltación de una personalidad predominante en la congregación. La simbiosis entre nuestra individualidad original dada por Dios, y la edificación del cuerpo de Cristo en su amplitud debe ser el equilibro que debemos mantener.

El texto del apóstol habla de «cada uno» por un lado, y de «el bien común» por otro. El Espíritu de Dios distribuye funciones diversas a personas individuales pensando en la edificación de todo el cuerpo. El Espíritu Santo, al distribuir sus manifestaciones, no está pensando en acentuar al individuo, sino usarlo como canal para expresar o manifestar su voluntad de edificar a aquellos que serán ministrados en última instancia por Él mismo. La fuente es Dios. Las manifestaciones las hace el Espíritu a través de un vaso de barro escogido, por tanto, no hay lugar para gloriarse de uno mismo, sino en aquel de quién proceden todas las cosas.

Pretender usar el don de Dios para enriquecerse, creyendo que la piedad es un medio de ganancia, solo traerá el juicio de Dios, que siempre comienza por su casa. Por eso dice Jesús que al que mucho se le da, mucho se le demandará. Caer en el error de Balaán, que por lucro se apartó de la verdad y se obstinó en el error (Judas 11), conduce a poner tropiezo a los hijos de Israel, a comer cosas sacrificadas a los ídolos y a cometer actos de inmoralidad (Apc.2:14). Toda una cadena degenerativa de disolución y pecado que comienza en un mal uso del don recibido.

Pertenecemos a un cuerpo aunque recibamos dones específicos para desarrollar una función personal siempre dentro del cuerpo y para el cuerpo. Porque no somos nuestros, hemos sido comprados para agradar a aquel que nos compró con su sangre. Por tanto, si vivimos para el Señor vivimos, y si morimos para el Señor morimos, sea que vivamos o que muramos, somos del Señor. En medio de los dos textos que estamos meditando tenemos la lista de dones espirituales que el apóstol Pablo menciona en su carta a los corintios. Veremos en las próximas meditaciones una síntesis de cada uno de ellos.

         Nuestra individualidad está unida a un cuerpo, el del Mesías, donde hay muchos dones y funciones operando para el bien común.

98 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Dones, ministerios y operaciones

La vida en el Espíritu - MeditacionesDones, ministerios y operaciones

Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios el que hace todas las cosas en todos (1 Corintios 12:4-6).

Diversidad dentro de la unidad, esta podría ser la síntesis de este texto. Hay diversidad de dones, diversidad de ministerios (servicios) y diversidad de operaciones. La unidad está en la fuente de donde emanan todos ellos: el Espíritu, el Señor y Dios. Es decir, aquí tenemos uno de esos pasajes donde encontramos la manifestación de la unidad del Dios Tri-uno, manifestando la complementación diversa de su naturaleza expresada de distinta forma en los que son suyos. Vemos al Dios Trino involucrado en la obra que se lleva a cabo en la tierra a través de los miembros del cuerpo de Cristo.

Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. A veces la iglesia del Señor expresa una estrechez insoportable y contraria a la verdad en su manifestación de cuerpo que parecería que en lugar de diversidad lo que hay es un solo don, el de la persona que dirige o predica. Toda la enseñanza de Pablo en este sentido muestra la verdad de un cuerpo con muchos miembros, ninguno mayor que el otro, aunque reconociendo la distinción de manifestaciones de cada uno. Sin embargo, aunque hay diversidad de dones la fuente de donde brotan todos ellos es la misma: el Espíritu Santo.

Por otro lado tenemos diversidad de ministerios, dones ministeriales en forma de personas llamadas a funciones distintas dentro de la multiforme gracia de Dios para servir al cuerpo de Cristo en su amplitud. Esos dones los encontramos especificados en Efesios 4:11-12. «Y El dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo».

Debemos recordar que la función de los ministerios es servir, no enseñorearse. Es edificar a los santos no aprovecharse de ellos y esquilmarlos. Y por último se habla de operaciones diversas que Dios hace entre los suyos. Son las acciones de su gracia en la vida de cada uno de nosotros para que podamos servirle y edificarnos los unos a los otros en amor. Todo procede de Dios y tiene como fin su gloria. Hemos sido llamados para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado.

Reconocer la diversidad del cuerpo del Mesías nos ahorra muchos atrasos en el avance del plan de Dios.

97 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Hablar por el Espíritu

La vida en el Espíritu - MeditacionesHablar por el Espíritu

Por tanto, os hago saber que nadie hablando por el Espíritu de Dios, dice: Jesús es anatema; y nadie puede decir: Jesús es el Señor, excepto por el Espíritu Santo (1 Corintios 12:3).

La fuente de los dones espirituales es el Espíritu de Dios, que a su vez emanan de la obra redentora de Jesús. El don de Dios es Cristo, don inefable y glorioso, y de ese don en plenitud ha repartido a los hombres porciones en forma de dones que se desprenden de él mismo. Jesús los distribuye a través del Espíritu según la gracia concedida a cada uno. Así está escrito: «Pero a cada uno de nosotros se nos ha concedido la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por tanto, dice: Cuando ascendió a lo alto, llevo cautiva una hueste de cautivos, y dio dones a los hombres» (Ef.4:7-8).

Cuando el Mesías subía al lugar más alto, a la diestra del Padre, iba dejando en el camino dones a los hombres que tenían su mismo Espíritu. La plenitud de Dios en la persona de Jesús se desmenuza para hacernos coparticipes de sí mismo, reparte distintos dones a diferentes personas, pero la fuente es la misma: Jesús. El Espíritu no hace nada por su propia cuenta, sino que administra los dones en aquellos que son de Cristo, que llaman a Jesús Señor por el mismo Espíritu. Por tanto, dice el apóstol, hablar por el Espíritu no puede ser para llamar a Jesús anatema, es decir, maldito, sino que hablar por el Espíritu es glorificar al Hijo, la fuente de donde emanan los dones. Cualquiera que dice que actúa en los dones del Espíritu y no tiene a Jesús como centro de su manifestación está separado, −es anatema−, de la verdadera fuente de vida eterna.

No podemos ministrar en los dones del Espíritu y deshonrar a Jesús. Podemos hablar por el Espíritu, sí, el Espíritu habla por medio de los que son suyos, y siempre lo hace para glorificar al Dador de la vida, no para acentuar su egolatría. Hablar por el Espíritu tiene como fundamento el señorío de Jesús. Y nadie puede llamar a Jesús Señor excepto por el Espíritu. Esa invocación se basa en la unión con Cristo, siendo un espíritu con él (1 Co.6:17); de esa forma los dones podrán ser ministrados desde la fuente de su emanación produciendo fruto de vida y edificación para el que han sido dados. Hablar por el Espíritu tiene que ver con los dones de expresión oral como profecía, enseñanza, sabiduría, ciencia. Siempre manteniendo la unidad con Cristo y ministrando desde esa unión en el Espíritu.

         Hablar por el Espíritu tiene como base la invocación de que Cristo es el Señor, actuando en los dones desde esa unión indispensable con él.

96 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – No debemos ignorar los dones

La vida en el Espíritu - MeditacionesNo debemos ignorar los dones

En cuando a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que seáis ignorantes. Sabéis que cuando erais paganos, de una manera u otra erais arrastrados hacia los ídolos mudos (1 Corintios 12:1,2).

Vamos a adentrarnos ahora en el capítulo de la Biblia que más ampliamente aborda el tema de los dones espirituales, aunque como hemos dicho antes hay mas dones que los que aparecen aquí, lo vimos en las meditaciones correspondientes a Romanos capítulo 12. Desglosemos el texto.

Pablo no tiene complejos en abordar un tema que para nosotros, siglos más tarde, ha venido a ser motivo de controversia. El apóstol de los gentiles no quiere que los hermanos de Corinto ignoren acerca de los dones espirituales, lo cual quiere decir que es posible ser cristiano y vivir ignorándolos. Hacerlo es motivo de pérdida. Todo aquello que no se enseña del amplio consejo de Dios queda relegado, por tanto, ignorado, y sin oír la enseñanza no hay una fe activada para poner en marcha aquello que se ignora. Lo vimos con toda claridad en el caso de los discípulos que encontró Pablo en Éfeso que ni siquiera habían oído hablar si había Espíritu (Hch. 19:2).

Ignorar una verdad del evangelio es perderla. No enseñarla es desobediencia. Muchos adoptan una actitud fácil ante un tema complejo en el que entra en juego algo más que la teoría interminable. Los dones deben ser manifestados para edificación del cuerpo de Cristo, pero hay dones que su manifestación produce polémicas o desórdenes, y poco a poco los desplazamos para que no compliquen nuestro «buen orden eclesiástico», procurando centrarnos en aquellos otros dones que son más «educados», y por tanto, más fácilmente aceptables. No abogo por el desorden ni el desatino, pero ciertas manifestaciones de algunos dones es inevitable que alteren la tranquilidad de  nuestros cultos. Especialmente si un endemoniado se manifiesta, o una mujer encorvada provoca la acción de Jesús en sábado.

Pablo enseña que ignorar los dones espirituales puede devolvernos a las prácticas paganas de ser arrastrados a ídolos mudos. Contrasta los cultos paganos, sus ritos y ceremonias muertas, con la manifestación viva de los dones del Espíritu operando entre los hermanos donde Cristo es glorificado e invocado por el mismo Espíritu. La historia de la iglesia demuestra que abandonar la llenura del Espíritu con la manifestación de los dones nos introduce en un estado de muerte e idolatría.

         La ignorancia de los dones por falta de revelación puede ser corregida con la verdad, pero ignorarlos nos reintroduce en el paganismo mudo.

95 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Cada uno ha recibido un don

La vida en el Espíritu - MeditacionesCada uno ha recibido un don

Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndoos los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios (1 Pedro 4:10).

Antes de adentrarnos en el capítulo más conocido de los dones del Espíritu, (1 Corintios 12), me gustaría hacer un interludio entre los dones vistos en Romanos y los que veremos en 1 Corintios. No porque unos sean más importantes que otros, o más sobrenaturales, todos los dones del Espíritu trascienden el ámbito natural, por tanto son sobrenaturales, proceden del Espíritu, no del hombre. Sino porque creo que es necesario hacer énfasis en algunos aspectos esenciales cuando hablamos de los dones.

Debemos diferenciar entre talentos y dones. Los primeros son capacidades sobresalientes en ciertas personas que superan el nivel habitual de capacidad en alguna habilidad especial. Aunque en última instancia todo procede de Dios, debemos decir que para ejercer un talento del tipo que sea, musical, en ciencia, en deporte, etcétera, no se necesita ser espiritual, es decir, el hombre natural puede tener (de hecho tiene y algunos son sorprendentemente llamativos) un talento especial aunque su vida esté alejada de Dios. Por su parte un don espiritual solo puede ser recibido por aquellas personas que han nacido de nuevo, forman parte del reino de Dios y están conectados al Espíritu de Dios.

Los dones de los que habla el apóstol Pedro en el texto que nos ocupa son para usarlos en el servicio a los hermanos, para servirnos los unos a los otros, habiéndolos recibido de la multiforme gracia de Dios. No son para comerciar con ellos y obtener ganancias. Son dados de gracia para ser ministrados de gracia. Como dice el apóstol «de gracia recibisteis, dad de gracia». Esta es una diferencia sustancial con el talento natural que suele ser motivo de enriquecimiento personal y renombre del que lo posee.

El apóstol Pedro deja nítidamente claro que cada uno ha recibido un don especial. Todos los hermanos, miembros del cuerpo de Cristo, hemos recibido al menos un don para poder servir a los demás como buenos administradores de la gracia recibida. Generalmente suele ser nuestro servicio predominante, aquel que brota de forma «natural» en nuestro diario vivir, dentro del ámbito del Espíritu. Esta es una doctrina apostólica. Muy amplia en Pablo, pero también en Pedro.

         El don recibido por gracia debe ser ministrado desde la misma fuente de gracia en la que nos fue dado. Y hacerlo como fieles administradores.