112 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Apóstoles

La vida en el Espíritu - MeditacionesDones ministeriales – apóstoles

Y en la iglesia, Dios ha designado: primeramente, apóstoles (1 Corintios 12:28).

He querido enfatizar en las tres meditaciones anteriores (no es mío, si no enseñanza paulina) la verdad del cuerpo del Mesías en su diversidad de dones y funciones para tener una base sólida al entrar ahora a hacer un breve recorrido por los dones ministeriales. Comenzaremos, claro, por el primero, los apóstoles. «Primeramente apóstoles». Todos sabemos que la palabra apóstol significa «enviado», y no puede haber predicación del evangelio si no hay los que son enviados, es decir, apóstoles (Ro.10:14,15). Jesús escogió a doce para que estuvieran con él, para que tuviesen autoridad y para enviarlos a predicar (Mr. 3:13-19). Son los doce apóstoles. Uno de ellos traidor, Judas, que fue substituido por Matías (Hch.1:23-26). De entre ellos destacaron algunos, y fueron contados por columnas de la primitiva congregación: Jacobo, Pedro y Juan (Gá. 2:9).

Luego vino el llamamiento de Pablo como apóstol de los gentiles, enviado a las naciones, de quién tenemos información y enseñanza más que de ningún otro. La enseñanza apostólica referida a los primeros, incluyendo a Pablo, es el fundamento de nuestra fe, juntamente con los profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesús mismo (Ef.2:20). Todo lo cual constituye el fundamento de nuestra fe.

Los primeros discípulos estaban entregados continuamente «a las enseñanzas de los apóstoles…» (Hch.2:42). En este sentido no se puede hablar de apóstoles con la misma autoridad. «Primeramente, apóstoles». Punto. Luego ha habido y hay dones ministeriales enviados a pueblos y naciones para predicar el evangelio de Dios, pero nunca con el mismo nivel de autoridad que los primeros apóstoles. Hoy se usa y abusa de este término como un título, muchos se autodenominan apóstoles antes de usar su propio nombre; Pablo nunca lo hizo, (como ha reseñado un pastor de Madrid en uno de sus escritos), si no que siempre iba primero el nombre, Pablo, luego la función, apóstol de Jesucristo (Ro.1:1). Hoy se dice: el apóstol (título), luego viene el nombre de la persona y en muchos casos (demasiados) con luces de neón. Solo deberíamos meditar con valentía por las listas que hace Pablo en sus cartas a los corintios para recordar cuáles son las señales de un verdadero apóstol de Jesús, nunca un título, si no una función, y está plagada de persecuciones por ser enviado a predicar al Mesías y este crucificado (1 Co.4:9-13) (2 Co.11:10-33) (1 Co.1:22-24).

         Primeramente apóstoles para poner el fundamento y edificar la congregación de Dios; escogidos para una función no para ostentar un título.

111 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – La diversidad procede de Dios

La vida en el Espíritu - MeditacionesLa diversidad procede de Dios mismo

Porque el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos… Ahora bien, Dios ha colocado a cada uno de los miembros en el cuerpo según le agradó… Ahora bien, vosotros sois el cuerpo del Mesías, y cada uno individualmente un miembro de él (1 Corintios 12:14,18,27).

La diversidad no es para combatirla si no para aceptarla. Toda la creación de Dios revela esta verdad. También en el cuerpo del Mesías. La tendencia de los regímenes totalitarios procedentes de Babilonia buscan la uniformidad, el dominio y gobierno piramidal imponiendo el pensamiento único, un gobierno mundial. Jesús dijo: «No será así entre vosotros, sino que el que quiera ser el mayor que sea como el que sirve». Aquella es la doctrina de los nicolaítas, la cual el Señor aborrece (Apc.2:6,15). Era la forma de gobierno de Diótrefes (3 Jn.9,10), a quién le gustaba ser el primero, que prohibía y expulsaba de la iglesia a los hermanos que no se sujetaban a su autoritarismo.

Los creyentes forman un cuerpo con diferentes dones y funciones dados por Dios mismo para la edificación de los demás. No ha elevado a unos por encima de otros, tampoco ha dado una cabeza visible en la tierra para ser su representante. Hay funciones y manifestaciones del Espíritu a través de muchos miembros. Ningún miembro puede elevarse por encima de los demás. Cuando un hermano con su don está en el ejercicio de sus funciones los demás miembros se le sujetan, no por imposición, si no por la aceptación de la verdad del cuerpo enseñada por Pablo. Dar una categoría especial a unos sobre otros es no discernir el cuerpo. Hacer acepción de personas nunca ha sido la voluntad de Dios.

El Señor es soberano para escoger y enviar a unos u otros, darles el equipo necesario para llevar a cabo su llamamiento, como lo hizo con Pablo y Bernabé en aquella reunión de ministración en la congregación de Antioquia. La relevancia procede de Dios y debe ser reconocida y aceptada, no para hacer diferencias de valoración, si no para reconocer el cuerpo en la diversidad soberana de Dios. Saber lo que cada uno es y lo que no es nos evitará siempre ser motivo de conflicto para nosotros mismos y para otros. Por tanto, la uniformidad (tener todos una misma forma) no es el propósito de Dios; tampoco hacer todos una misma cosa; más bien formamos parte de la gloriosa diversidad del cuerpo de Cristo; en él sí tomamos todos una misma forma, la forma de la plenitud compuesta de cada una de las partes y medidas recibidas del don de Cristo (Ef.4:7).

         Somos un cuerpo con muchos miembros colocados cada uno en él como a Dios le agradó. Aceptación y reconocimiento debe ser la norma.

110 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Bautizados en un cuerpo

La vida en el Espíritu - MeditacionesBautizados por el Espíritu en un cuerpo

Pues por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber del mismo Espíritu (1 Corintios 12:13).

Por eso se nos dice en otro lugar que debemos guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. A pesar de nuestra gran diversidad somos uno en el Espíritu. Esta unidad ha sido producida por el mismo Espíritu cuando nos sumergió en Él, hemos sido bautizados por el Espíritu en un cuerpo. Esa unidad tiene un fundamento: Jesucristo (1 Co.3:11), y se edifica sobre él con las verdades esenciales que de él emanan: «Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu… una misma esperanza… un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos, y en todos» (Ef.4:4-6).

E inmediatamente el apóstol introduce en su enseñanza, una vez más, la parte que cada uno ha recibido de la plenitud de Cristo. «Pero a cada uno de nosotros se nos ha concedido la gracia conforme a la medida del don de Cristo» (Ef.4:7). Antes ha dicho que debemos «preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz» (Ef.4:3). Esa fue la oración sacerdotal de Jesús poco antes de ser entregado (Jn.17).

El bautismo del Espíritu en un cuerpo no lo realizamos nosotros, sino que es el Espíritu mismo quién produce este bautismo. La Escritura habla de diversos bautismos (Heb.6:2): en agua, en el Espíritu, en el cuerpo, también bautismo de sufrimiento. Ahora estamos hablando del bautismo en el cuerpo por el Espíritu. Aquí no hay intervención humana, debemos reconocer a aquellos que han sido bautizados en el mismo cuerpo, bajo las bases mencionadas, y tener comunión con ellos a pesar de las discrepancias que pudiera haber en formas y estilos.

Debemos reconocer lo que el Espíritu dice, lo que aprueba, aunque a nuestros ojos «denominacionales» pudiera parecer extraño. Fue lo que hicieron Pedro y quienes le acompañaron a casa de Cornelio. «Por tanto, si Dios les dio a ellos el mismo don que también nos dio a nosotros después de creer en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poder estorbar a Dios?» (Hch.11:17). Son los sellados por el Espíritu (Ef.1:13) después de haber escuchado el mensaje de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, por tanto no estamos hablando de ecumenismo, sino del reconocimiento de aquellos que han sido bautizados por el Espíritu en el cuerpo del Mesías. Habrá mezclas, pero la verdad está clara en el Espíritu.

         Hay un Espíritu, un cuerpo y muchos miembros diversos procedentes de todas las naciones que han bebido del mismo Espíritu.

109 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Individualidad dentro de la diversidad

LOS DONES MINISTERIALES

Podemos decir que los dones espirituales son el equipo, ―las herramientas―, que el Espíritu Santo da a los dones ministeriales, que son personas. Hemos visto una relación, no exhaustiva, de dones espirituales, ahora veremos la lista de dones ministeriales, que como digo, son personas llamadas por Dios a una función específica dentro de la diversidad del cuerpo de Cristo.

  1. La individualidad dentro de la diversidad del cuerpo (1 Co.12:11)
  2. Bautizados por el Espíritu en un cuerpo (1 Co.12:13)
  3. La diversidad procede de Dios mismo (1 Co.12:14,18,27)
  4. Dones ministeriales – apóstoles (1 Co.12:28)
  5. Dones ministeriales – profetas (1 Co.12:28)
  6. Dones ministeriales – evangelistas (Ef.4:11)
  7. Dones ministeriales – pastores y maestros (Ef.4:11)
  8. Dones ministeriales – capacitar a los santos (Ef.4:12)
  9. Dones ministeriales – llevar a la madurez y plenitud (Ef.4:13)
  10. Dones ministeriales – para salir de la niñez espiritual (Ef.4:14)
  11. Dones ministeriales – la meta es Cristo (Ef.4:15,16)

La individualidad dentro de la diversidad del cuerpoLa vida en el Espíritu - Meditaciones

Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, distribuyendo individualmente a cada uno según la voluntad de El (1 Corintios 12:11).

Una y otra vez el apóstol usa la expresión «a cada uno», «a uno», «a otro» para remarcar la verdad de que los dones del Espíritu son dados por el Espíritu a cada uno en particular, de forma individual, con el fin de edificar al cuerpo. Es decir, subraya la individualidad pero dentro de la diversidad de un mismo cuerpo.

Todas las manifestaciones de los dones pertenecen a un mismo Espíritu, desde un cuerpo y para un mismo cuerpo, aunque hay que reconocer la función propia de cada miembro para la edificación mutua. Toda esta obra de ingeniería espiritual la pone en marcha el Espíritu de Dios como si fuera una inmensa orquesta para que cada uno, en unión con el otro, pueda ejercer la habilidad que le ha dado el Espíritu en beneficio de todos. Es una verdad preciosa y liberadora, sencilla y clara, pero que por su incomprensión se ha vuelto motivo de rivalidades, envidias y pleitos, o sea, las obras de la carne.

Piensa. «Pero todas estas cosas las hace uno». El gravísimo error lo cometemos cuando partiendo del cuerpo nos aislamos de él para atraer la atención sobre nuestra propia manifestación y elevar la individualidad a categoría de doctrina esencial, perdiendo en ello el equilibrio del Espíritu. Forzamos así la construcción de un cuerpo extraño, una especie de Frankenstein compuesto por piezas extrañas que deforman el cuerpo. Cada don está unido al Espíritu para operar desde el mismo Espíritu, porque recibe de Él la función para edificar el cuerpo. Si nos desviamos de esta dependencia esencial y vital, acabaremos produciendo un cuerpo extraño, levantando un sistema religioso al estilo del pecado de Jeroboam, que partiendo del llamamiento de Dios inventó de su propio corazón días de fiesta, puso sacerdotes que no eran de la tribu de Leví y lo institucionalizó tomando fuerza por la mezcla político-religiosa con resultados desastrosos para Israel, el pueblo escogido por Dios.

«Distribuyendo individualmente a cada uno según la voluntad de El . Estamos sometidos a la voluntad del Espíritu de Dios. Todo lo que se sale de ese sometimiento es rebelión, un cuerpo extraño, por tanto el resultado estará muy alejado de la voluntad revelada de Dios. El Espíritu respeta nuestra individualidad, la potencia, la usa, pero siempre en beneficio de la totalidad, nunca para la exaltación de la parte, sino para la unidad del todo. Deberíamos aprender bien esta verdad.

         Los dones del Espíritu son dados individualmente a cada uno para ser usados en beneficio de la totalidad del cuerpo y su edificación.

108 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Don de interpretación de lenguas

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl don de interpretación de lenguas

… A otro, interpretación de lenguas. (1 Corintios 12:10).

Dice el apóstol Pablo que ahora conocemos en parte (1 Co.13:12), por ello siempre quedarán lagunas en nuestro entendimiento a la hora de tratar de comprender las diversas manifestaciones del Espíritu. También dijo en otro lugar y ocasión: «Y para estas cosas ¿quién es suficiente?» (2 Co.2:16). Por tanto, no pretendamos tener un concepto más elevado que el que debemos tener, tampoco más bajo, ni extralimitarnos en lo que no conocemos. Los dones son dados por el Espíritu para edificación del cuerpo de Cristo.

El don de lenguas e interpretación van juntos, actúan al unísono y generalmente se dan en la misma persona. El apóstol nos enseña que ambos dones vienen a tener la misma función que profetizar. «Yo quisiera que todos hablarais en lenguas, pero aún más, que profetizarais; pues el que profetiza es superior al que habla en lenguas, a menos de que las interprete para que la iglesia reciba edificación» (1 Co.14:5).

La interpretación no es una traducción palabra por palabra, sino que el Espíritu da las palabras que interpretan el mensaje dado en lenguas. En ocasiones se comprende la idea y se verbaliza con las palabras que el intérprete usa para expresarse. Estos dones los he visto manifestarse en diversas ocasiones, unas veces a través de la misma persona y otras a través de personas distintas. Sea como fuere, el propósito es la edificación de los oyentes y la gloria de Dios.

A los que fueron llenos del Espíritu en casa de Cornelio dice que «les oían hablar en lenguas y exaltar a Dios» (Hch. 10:46). Ambas cosas juntas. El Espíritu glorifica a Dios y a Jesús. Puede ser que alguno de los idiomas que hablaron los demás lo entendieron o interpretaron por el mismo Espíritu.

Hablar en lenguas no es balbucear palabras, se trata de idiomas, ya sea humano o angélico, por tanto suenan como un idioma, con fluidez, distinta entonación, diversidad de palabras y no siempre el mismo vocablo. Incluso puede haber cambio de idioma, lo he experimentado en diversas ocasiones. La mente racional puede revelarse y buscar argumentos para contradecir lo que parece extraño, pero el texto bíblico, la enseñanza del apóstol Pablo en 1 Corintios 14, no deja lugar a dudas.

Pablo dice que «Cuando os reunís, cada cual aporte salmo, enseñanza, revelación, lenguas o interpretación. Que todo se haga para edificación» (1 Co.14:26). Tampoco tienen todos este don, no todos interpretan (1 Co.12:30), es uno más de la relación que aparece en la Escritura.

         El culto a Dios está concebido en la Escritura como una manifestación múltiple de los diversos miembros, dones y funciones del cuerpo de Cristo.

107 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Don de lenguas

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl don de lenguas

… A otro, diversas clases de lenguas… (1 Corintios 12:10).

No todos tienen este don, pero todos podemos hablar en lenguas (Mr. 16:17) para edificación propia (1 Co.14:5). Pablo hablaba en lenguas más que todos los corintios (1 Co.14:18). Por tanto, debemos separar dos cosas. Una es hablar en lenguas para edificación personal, y la otra para edificar la iglesia que debe ir acompañado del don de interpretación para que los hermanos reciban edificación. Si no hay intérprete en la congregación debe hablar para sí mismo y para Dios (1 Co.14:27,28).

Las lenguas con interpretación edifican la iglesia, las lenguas sin intérprete son para la edificación propia. Este aspecto lo deja meridianamente claro el apóstol Pablo en su enseñanza. «El que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios, pues nadie lo entiende, sino que en su espíritu habla misterios» (1 Co.14:2). Y luego dice: «El que habla en lenguas, a sí mismo se edifica» (1 Co.14:4). Hay oración con el entendimiento y hay oración con el espíritu. «Porque si yo oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. Entonces ¿qué? Oraré con el espíritu, pero también oraré con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento» (1 Co.14:14,15).

Todo el contexto enseña que orar con el espíritu es orar en lenguas, ininteligibles a la razón humana, pero entendidas por Dios. Hay lenguas humanas y angélicas (1 Co.13:1). Las primeras son idiomas aprendidos racionalmente, las segundas son lenguas no aprendidas por la razón sino que emanan del mismo Espíritu. Las lenguas humanas se aprenden y responden a las distintas naciones, pero las lenguas del Espíritu tienen su fuente en el Espíritu.

La vida de oración y alabanza son enriquecidas mediante la oración en el espíritu y el cántico en el espíritu. También puede dar el Espíritu Santo lenguas humanas sin haberlas aprendido como en el día de Pentecostés. No debemos caer en el fanatismo de orar siempre en lenguas creyendo que así somos más espirituales. Debemos ser niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar (1 Co.14:20).

El uso de los dones  no es para impresionar a nadie, sino para la edificación de los demás. En cuanto al don de lenguas no todos lo tienen (1 Co.12:30), como ocurre con los demás dones. Tampoco debemos prohibir hablar en lenguas; que todo se haga decentemente y con orden (1 Co.14:39,40).

         El don de lenguas es para edificar a los hermanos, juntamente con su interpretación. El hablar en lenguas es para edificación propia y personal.

106 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Don de discernimiento de espíritus

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl don de discernimiento de espíritus

… A otro, discernimiento de espíritus… (1 Corintios 12:10).

Vivimos tiempos de gran confusión y mezcla, que, aunque no es nada nuevo, sí lo es en su amplitud y predominio. Jesús dijo que en los últimos tiempos habría un aumento de la maldad, y el amor de muchos se enfriaría (Mt. 24:12). Cada vez más el engaño se hace más sutil, la mezcla y la imitación más refinada, por lo que es imprescindible para la iglesia del Señor manifestar la necesidad de todos los dones en general y este que nos ocupa en particular. Nuestra lucha es contra «huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales» (Ef.6:12). No podemos ignorar sus maquinaciones (2 Co.2:11).

Necesitamos el don de discernimiento de espíritus. El apóstol Juan nos dice que no creamos a todo espíritu, sino que probemos los espíritus, si son de Dios (1 Jn.4:1), porque hay muchos falsos profetas en el mundo. A veces la confusión se da entre los mismos hermanos y discípulos. Jesús tuvo que decirles en una ocasión a los suyos «de que espíritu sois» (Lc.9:55), porque habían confundido las cosas. Por tanto, tenemos que discernir los espíritus en las personas, también en aquellos que predican y enseñan, esto fue lo que hicieron los ilustres hermanos de Berea al mismísimo Pablo.

El apóstol de los gentiles discernió que los gálatas habían sido fascinados por falsos predicadores (Gá.3:1). Hoy parece que la ingenuidad es de tal magnitud que cuando alguien usa términos bíblicos o religiosos los damos por buenos sin más. Necesitamos discernir, y esto viene por la madurez de los creyentes (Heb. 5:14). También hay el don de discernimiento en algunos hermanos.

Lo vemos en Pablo cuando entendió quien operaba detrás de la chica que les presentaba como «siervos del Dios Altísimo, quienes os proclaman el camino de salvación» (Hch. 16:17) y era un espíritu de adivinación; «esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, se volvió y dijo al espíritu: ¡Te ordeno, en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella! Y salió en aquel mismo momento». También supo discernir quién actuaba en Elimas el mago en la isla de Chipre (Hch.13:4-12).

Pedro lo tuvo cuando supo del engaño de Ananías y Safira; también en el caso de Simón el mago en la ciudad de Samaria. Jesús dijo: «Por sus frutos los conoceréis». Están de moda los títulos de apóstol y otros, pero debemos probar si son apóstoles o no lo son, sino mentirosos (Apc.2:2). Hay «falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo» pero no lo son (2 Co.11:13-15). Babilonia y su mezcla han rebrotado.

         Discernir los espíritus en las personas es vital para el avance de la verdad del evangelio en las naciones. El engaño es masivo, el don necesario.

105 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Don de profecía

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl don de profecía

… A otro, profecía… (1 Corintios 12:10).

Este es uno de los dones del que tenemos más enseñanza e instrucción. Antes de nada debemos decir que profetizar no te hace profeta, el don es una manifestación puntual, mientras que el profeta es una función ministerial dada por Dios desde el vientre de la madre. Este don puede avanzar información futura, como en el caso del profeta Agabo (Hch. 21:10-11), pero sobre todo tiene que ver con la edificación, exhortación y consolación de los hermanos (1 Co.14:3). Es, pues, un don, no para dirigir la vida, sino para estimular, reafirmar, consolar, en definitiva edificar la fe. Como está escrito: «Siendo Judas y Silas también profetas, exhortaron y confortaron a los hermanos con un largo mensaje» (Hch. 15:32). Aquí tenemos un ejemplo de cómo la predicación puede ser también una forma de profetizar para estimular y animar a los hermanos.

Felipe, el evangelista, tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban (Hch. 21:8-9). El día de Pentecostés vino el Espíritu Santo y «vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y aún sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré de mi Espíritu en esos días, y profetizarán» (Hch. 2:16-18). Una vez más hay que recordar que puede haber excesos, mezclas y confusiones, por eso dice el apóstol que «los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas; porque Dios no es Dios de confusión, sino de paz» (1 Co.14:32-33). Las profecías no deben guiar nuestra vida, sino el Espíritu Santo, pero el Espíritu puede usar la profecía para incentivarla (1 Tim. 1:18). No debemos menospreciarlas (1 Tes. 5:19-20). Hay que probarlas (1 Co.14:29), y siempre contrastarlas con la verdad revelada en la Escritura, nunca la profecía puede contradecirla, no es de interpretación privada o personal, sino que debe estar íntimamente ligada al Espíritu Santo (2 Pedro 1:20-21).

Jesús es el cumplidor de profecías. El Mesías es el centro de toda profecía, porque en él tenemos toda la plenitud, es quién abre los sellos, las trompetas y las copas que nadie puede abrir (Apc. 5:1-5). «El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía» (Apc. 19:10). Se nos insta a buscar este don (1 Co.14:1), y debemos usarlo conforme a la medida de fe recibida (Ro.12:6). Por tanto, el don de profecía incluye dar un mensaje directo como una predicación elaborada.

         No debemos temer el don de profecía, debemos usarlo bajo la guía del Espíritu, y siempre probar su mensaje según las Escrituras. Si así lo hacemos habrá paz, edificación, consolación, exhortación y edificación.

104 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Don de milagros

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl don de milagros

… A otro, poder de milagros… (1 Corintios 12:10)

Recordemos el inicio de la exposición del apóstol Pablo en este capítulo. «En cuando a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que seáis ignorantes. Sabéis que cuando erais paganos, de una manera u otra erais arrastrados hacia los ídolos mudos». El apóstol quiere que no ignoremos los dones, y además relaciona el hacerlo con regresar al paganismo, donde se adoran ídolos mudos, sin vida; por el contrario el evangelio es poder de Dios para salvación, y al predicarlo se debe hacer «con el poder de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios» (Ro.15:19). En otro lugar dice: «Y ni mi mensaje ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no descanse en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios» (1 Co.2:4-5).

El evangelio es de Dios. Es sobrenatural. Depende del Espíritu Santo, no de nuestras fuerzas, por tanto, el mismo Espíritu distribuye dones para llevarlo a cabo. Uno de ellos es el don de milagros. Está escrito que «Dios hacía milagros extraordinarios por mano de Pablo…» (Hch. 19:11).

Un milagro es una obra sobrenatural que sobrepasa las posibilidades humanas. Jesús cambió el agua en vino, milagro. Dio de comer a multitudes con unos pocos panes y peces, milagro. Anduvo sobre las aguas, milagro. El sol y la luna se pararon cuando Dios atendió la voz de Josué, milagro. Moisés extendió su vara y el mar se abrió, milagro. La Biblia es un libro de milagros. La salvación de muerte a vida por  la regeneración es un milagro fundado sobre la muerte expiatoria y el milagro de la resurrección de Jesús. Si despojamos el evangelio de los milagros nos quedará metal que resuena y címbalo que retiñe.

Estos dones son del Espíritu para ser manifestados en su voluntad específica. No debemos oponernos a ellos, sino someternos al Espíritu y ser canales de bendición, no de exaltación propia, sino con temor y temblor (1 Co.2:3-4). Puede haber excesos, pero, una vez más, eso no anula la verdad revelada. Los dones más espectaculares precisan, si cabe, un vaso más refinado para no corromperse y hacer mal uso del don. El abuso trae deshonra al evangelio, la falta de uso nos limita y nos devuelve al paganismo. La carencia en la enseñanza de esta verdad tendrá como resultado la ausencia de dones. No podemos ir más allá de lo que creemos, y la fe viene por el oír la palabra de Cristo.

Deberíamos arrepentirnos de nuestra incredulidad en algunas verdades que son el consejo de Dios y que impiden el avance de su reino en la tierra.

103 – LA VIDA EN EL ESPÍRITU – Don de sanidad

La vida en el Espíritu - MeditacionesEl don de sanidad

… A otro, dones de sanidad por el único Espíritu… (1 Corintios 12:9).

El tema de la sanidad divina es complejo de forma recurrente. Ha habido malas experiencias, excesos, desequilibrios, espectáculo y aprovechamiento que ha llevado a buena parte de la iglesia actual a moverse en dos extremos: por un lado los que abusan de un tema tan sensible y que incluye mucho dolor, y por otro quienes huyen de él para evitar las dificultades que puede acarrear. Ambos extremos son contrarios a la verdad bíblica. Vayamos por partes.

La voluntad de Dios es sanar, por eso ha dado este don a la iglesia. Lo vemos en el ministerio de Jesús, el cual es el reflejo exacto de la voluntad de Dios en la tierra. «Y Jesús iba por toda Galilea, enseñando en sus sinagogas y proclamando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo» (Mt. 4:23-24). La sanidad está incluida en la redención. «Y al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; y expulsó a los espíritus con su palabra, y sanó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que fue dicho por medio del profeta Isaías cuando dijo: El mismo tomó nuestras flaquezas y llevó nuestras enfermedades» (Mt.8:16-17 con Is.53:3-6). Jesús enseñó a sus discípulos que ellos también harían las mismas obras, incluso mayores (Jn.14:12). El libro de los Hechos lo pone de manifiesto de forma inequívoca.

El apóstol Pedro les dice a los reunidos en la casa de Cornelio que Jesús fue ungido con el Espíritu Santo y con poder, y este anduvo haciendo bienes, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él (Hch. 10:38). Por tanto, la predicación del evangelio debe incluir orar por los enfermos y echar fuera demonios. Este es el equipo de dones para el ministerio evangelístico (1 Co.12:28).

El mismo Espíritu ha dado dones de sanidad a ciertas personas para que su predicación incluya sanidades. No todos tienen este don, tampoco todos se sanan, muchos regresan a sus casas enfermos, entrar en el interrogante de por qué unos se sanan y otros no es un debate interminable, pero debemos saber que Dios ama a los enfermos, en algunos sanándolos y en otros no, de la misma manera que el evangelio se predica a todos, la voluntad de Dios es que todos sean salvos, pero sabemos que no todos se salvan. Los excesos y las malas experiencias no deben ahogar la palabra de verdad. Dios quiere sanar y esa debe ser nuestra oración inicial; en los casos en que no sea así el Espíritu nos guardará con paz y esperanza.

         El Espíritu Santo ha dado dones de sanidad a algunos hermanos para bendecir a los necesitados y hacer avanzar el plan de Dios que es por fe.