EL MILAGRO – Introducción

El milagro de una vida equilibrada - 2

El milagro de una vida equilibrada

Introducción

El hombre actual vive en un mundo sacudido por la desestabilización. La vida se convierte en una pelea por mantener el equilibrio. El ser humano intenta controlarse a sí mismo y sus circunstancias, pero ambas metas le desbordan, fracasa y le convencen de lo imposible de su empresa. Por lo tanto, comienza a adaptarse y acostumbrarse al desequilibrio y los extremismos. Trata de mantenerse a duras penas y conformarse con ir tirando…

         Así  llegamos al acoplamiento en el sistema de este mundo. Nos resignamos al estado de las cosas. Justificamos la imposibilidad de cambios sustanciales con sutilezas mezquinas. La existencia se convierte de esta forma en un buscarse la vida para sobrevivir de la mejor forma en las líneas que traza la sociedad materialista y consumista.

Por supuesto, hay movimientos de rebelión contra el status quo para salir de esos parámetros y explotar campos de libertad y emancipación; pero al final sólo se consiguen nuevos extremismos.

EL HOMBRE NACE DESEQUILIBRADO, con una naturaleza proclive al desorden. Dependemos de los padres para sobrevivir y a la vez queremos hacer nuestros propios caprichos. Deseamos hacer lo bueno pero nos sale lo malo. Queremos amigos, vivir en convivencia, pero una y otra vez surge la pelea y el alejamiento… La naturaleza del hombre está desequilibrada porque nacemos en pecado, con la simiente del diablo, y sin embargo somos criaturas de Dios. La lucha interior entre el bien y el mal nos atormenta la mayor parte de nuestra vida. La confusión y el desorden lo llevamos dentro de nosotros mismos, por consiguiente necesitaremos ayuda del exterior.

NACEMOS DENTRO DE UN MUNDO DESEQUILIBRADO por la propia acción humana. El pecado entró en el mundo por un hombre (Ro.5: 12) y con él la armonía se hizo añicos. Toda la creación sufrió alteraciones por la desobediencia del hombre. El linaje humano quedó muy limitado en su dominio y señorío, lo que aprovechó el diablo para constituirse en el príncipe de este mundo. Hoy  nacemos y vivimos en un planeta que tiene varios miles de años de  historia de desequilibrios, caos, confusiones y desórdenes acumulados. Vamos a necesitar ayuda y auxilio que vengan de arriba.

Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? 

Mi socorro viene de YHVH, que hizo los cielos y la tierra (Salmo 121:1).

LA IGLESIA ESTA INVADIDA POR LOS DESEQUILIBRIOS MUNDANOS. Cada uno de nosotros llega a la iglesia en un estado deplorable de desorden, indisciplina y desequilibrio en diversas áreas de nuestra vida. Si la iglesia local donde nos congregamos no está anclada en la Roca (Cristo y su Palabra), pronto hacemos de ella un campo minado de confusiones, desordenes, indisciplinas y extremismos sectarios y religiosos… Convertimos la congregación de Dios en una extensión del «ruido mundanal” y una ampliación de los sistemas de este siglo. Así la sal pierde su sabor, la luz ya no puede brillar y la mezcla es de tal magnitud que se confunden los pilares fundamentales de la claridad y el orden divino (Is.5:18-23). Llegamos a Babilonia.

La iglesia, por tanto, va a necesitar ayuda para no apoyarse en brazo de carne, sino en el brazo fuerte de YHWH y la Roca eterna de los siglos (Jer. 17:5) (Is.30:1-3) (2 Cr.32:7-8) (Gn.49:24ss.). El Unigénito Hijo de Dios, y su palabra ungida, son la garantía del equilibrio que necesitamos para el hombre, el mundo y la iglesia. Sólo él ha vivido en completo equilibrio en este mundo, aunque “fue tentado en todo, según nuestra semejanza” y venció (Heb.2:18 y 4:15-16). Jesucristo es el equilibrio verdadero para la vida del hombre. Lejos de él las olas nos derribarán. Viajando con Jesús en la barca la tormenta y los vientos se calmarán (Mr.4:35-41). Sólo con Jesús como Guía y Eje de nuestras vidas podremos viajar hacia los diferentes puertos que Dios ha diseñado para cada uno de nosotros (Ef.2:10) (Heb. 12:2).

ALGUNOS DE LOS DESEQUILIBRIOS QUE SE HAN INFILTRADO EN LA IGLESIA DE HOY SON: Sectarismo. Exclusivismo. Hedonismo (cultura del placer y doctrinas extremas sobre la prosperidad y el éxito). Huir de todo tipo de sufrimiento. Manifestaciones de «poder” glorificadas que desplazan la cruz de Jesucristo, su muerte y resurrección. Énfasis desequilibrados y exclusivos en ser los “portadores” de la unción y el avivamiento. Énfasis exagerados sobre verdades importantes que desplazan la diversidad del Cuerpo de Cristo y los dones dados a la iglesia. Suelen ser temas monográficos que impiden el fluir de todo el consejo de Dios. Verdades que, aunque puedan ser parte de la edificación de la iglesia, se convierten en “mono temas”, incluso en obsesiones patológicas.

Por todo ello, pondremos nuestros ojos en Jesús, a través del EVANGELIO DE LUCAS para encontrar las guías que nos conducirán a una vida anclada en el Autor y Consumador de nuestra fe. Jesucristo, el Hombre equilibrado por excelencia, es nuestra garantía de estabilidad. Con toda seguridad encontraremos sorpresas, puesto que en ocasiones lo que para Dios es equilibrio, para el hombre inseguridad; y en otras, lo que es orden y lógica humana para Dios insensatez y locura.

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