EL EVANGELIO – 1

El evangelio (2)EL EVANGELIO es un término tan gastado en los países de tradición judeocristiana que ha venido a tener un sentido superficial y simplista. En el nuestro, de trasfondo católico romano, cuando hablamos de evangelio pensamos en el contenido de los cuatro libros que inician el Nuevo Testamento, unos cuantos pensamientos conocidos de las palabras de Jesús y por supuesto se nos representa una imagen religiosa con un cura oficiando la misa.

El que estemos familiarizados con la terminología no quiere decir que realmente sepamos lo que es el evangelio, aunque damos por hecho que ese tema no da más de sí, lo tenemos archivado como algo sabido. Incluso nos aburre su enunciado y nos retrotrae a recuerdos de nuestra infancia cuando tomamos la primera comunión. Es un recuerdo de la edad de la inocencia, es para niños, también para las mujeres beatas y pueblerinas; pero ahora hemos crecido, somos más sofisticados, sabemos tantas cosas y tenemos una infinidad de entretenimientos mucho más sugestivos. Oír sobre el evangelio nos irrita y lo desechamos como algo pueril y caduco.

Si pensamos en los círculos evangélicos, y en lo que entienden muchos de nuestros hermanos por el evangelio, nos llevaríamos más de una sorpresa. Muchas predicaciones son tan simplistas que reducen su proclamación a una especie de medicamento para curar algunas enfermedades físicas o emocionales. El evangelio se convierte en una pastilla mágica para sacar a la persona de la tristeza, la depresión, el vacío, el hastío, la soledad, las drogas o el alcohol, y colocarla en un lugar donde va a encontrar la respuesta a todos sus males, formando parte de un nuevo club de amigos, que le van a comprender y apoyar en todo. Pronto la persona comienza una nueva rutina en la que decae el interés inicial por ella, ya no es el centro de la atención, se le comienzan a imponer cargas religiosas para “mantener el crecimiento espiritual” y se inician las dudas sobre su decisión.

¡Claro que el evangelio de Dios nos libra de la tristeza, la depresión, la soledad y los vicios! pero como la predicación ha puesto el énfasis en los beneficios y no en el Autor de la salvación de ellos, la persona acepta un evangelio basado en el interés personal, en conseguir réditos y cuando llega el tiempo de la prueba, la palabra sembrada no tiene fuerza para resistirla y es ahogada por los afanes de esta vida y el engaño de las riquezas.

No estaría mal replantearnos cómo estamos predicando el evangelio a nuestra generación; las concesiones que estamos haciendo para hacerlo asequible a los caprichos, mimos y flojera de una generación asentada en el bienestar, el ocio, el ego y los placeres.

         CONTINUARÁ…

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