6 – La unción (cuarta parte)

CONCEPTOS ERRADOSFalsificaciones e imitaciones de la unción

En nuestro deseo por buscar la unción de Dios podemos caer en desequilibrios y manipulaciones que nos conducirán al error. Algunos predicadores son tan osados que ofrecen, como una oferta más en el carrusel mercantilista, una doble porción del Espíritu. Invitan a venir a ser ministrados por ellos para recibir una porción múltiple de su elixir para el éxito.

Una vez más debemos recordar que la voluntad del hombre no es suficiente para alcanzar los planes de Dios. Simón el mago, al ver que por la imposición de manos de los apóstoles se transmitía el Espíritu Santo, quiso comprar ese poder, de esa forma se reveló lo que había en su corazón: un deseo de aprovechar el tirón; un oportunismo para ampliar su negocio y seguir impresionando a las masas. Aparentemente se había convertido; también se había bautizado; estaba con Felipe maravillándose de las obras de gracia que operaban en su vida, y cuando vio que se transmitía el Espíritu Santo a través de Pedro y Juan, quiso comprar el don de Dios. El apóstol Pedro tuvo discernimiento para desenmascarar la maldad de su corazón.

FalsificacionesCuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. 20Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el         don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en      este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios.  Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí (Hechos 8:18-24).

La vida en el Espíritu tiene sus falsificaciones y encantamientos. Es atractiva y fácil de confundir los motivos que nos mueven a ella. En la ansiedad por tener manifestaciones en nuestros cultos y querer que ocurran cosas espectaculares que impresionen a los incrédulos, podemos forzar la acción del Espíritu; cosa improbable por otro lado, y entrar en otro espíritu. Podemos producir experiencias extra-sensoriales y confundirlas con la obra del Espíritu. O tal vez queremos imitar la unción de otros, producir sus resultados y colocarnos el cartel de portadores del avivamiento. Tomar la personalidad de otra persona es una falsedad que nos conducirá a la decepción. Esto es lo que intentaron hacer los hijos de un tal Esceva.

Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos      salían. Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo. Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los sacerdotes, que hacían esto. Pero respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?  Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos. Y esto fue notorio a todos los que habitaban en Éfeso, así judíos como griegos; y tuvieron temor todos ellos, y era magnificado el nombre del Señor Jesús (Hch. 19:11-17).

Todo mover de Dios tiene sus excesos y ajustes. Los tiempos cuando el Espíritu de Dios se mueve con manifestaciones espectaculares se prestan a confusión, porque para estas cosas ¿quién es suficiente? Esto no debe excluir nuestra oración a Dios para que con todo denuedo hablemos su palabra, mientras Él extiende su mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de Su santo Hijo Jesús (cf. Hechos, 4:29-30). El temor a equivocarnos no debe conducirnos a perseguir las obras de Dios; ni tampoco el celo desproporcionado por las señales debe llevarnos a manipular los dones del Espíritu.

La unción (3)Resumiendo

La unción es un tema importante en las Escrituras, especialmente en el Antiguo Testamento, donde hay tres ministerios que reciben el sello del Espíritu Santo: el sacerdote, el profeta y el rey. Estos tres ministerios convergen en el Ungido, el Cristo, el Mesías (ambos títulos tienen la misma significación), es decir, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios. Jesús es el Ungido del Señor para una misión única e irrepetible, profetizada por Isaías especialmente, y llevada a cabo en el cumplimiento del tiempo para redimir a los llamados fuera del sistema de este mundo, y trasladarlos al reino de su Amado Hijo.

Los hijos del reino reciben una parte de la unción plena que hay en Jesús; son sellados con el Espíritu Santo de la promesa como propiedad de Dios. Por tanto, cuando hablamos de la unción, estamos hablando de la capacitación espiritual que Dios da a los suyos para que sean hijos de Dios sin mancha, en medio de una generación maligna y perversa; sean la manifestación de la vida de Cristo y hagan su voluntad predeterminada de antemano. Cuando hablamos de unción estamos hablando del Espíritu Santo, por tanto, algo esencial en todos aquellos que han nacido de nuevo.

La unción no es una especialización de algunas personas exclusivas, sino que ha sido dada a todos los santos, al cuerpo de creyentes, para permanecer en Cristo y la verdad, siendo luz y sal en la tierra. Para que sean guiados y enseñados desde su espíritu y puedan discernir las corrientes espirituales saludables, fundadas en las Escrituras, de aquellas otras que tienen su base en las tinieblas. Esta verdad básica no excluye el que algunas personas del cuerpo de Cristo reciban una función específica, con una capacitación acorde con la misión que se les encomienda. La unción de Dios es la medida del Espíritu para llevar a cabo la voluntad de Dios en cada una de las funciones del cuerpo. Porque por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un cuerpo; y juntamente con ello Dios da dones, ministerios y operaciones concretas a personas distintas con la medida del Espíritu necesaria a su función (cf. 1 Corintios 12:4-13).

Finalmente, la unción no es un concepto ostentoso que deja boquiabiertas a las multitudes, sino mas bien el silencioso actuar en el corazón del creyente que le mantiene en la firmeza de la fe, permaneciendo en Cristo, y no siendo un niño fluctuante llevado por todo viento de doctrina o manifestaciones espectaculares. Es el Espíritu Santo guiando a toda verdad, revelando a Cristo y recordándonos todo lo que él dijo. Es la suave voz de Dios en el espíritu del hombre, aguas profundas de donde viene el consejo; lámpara del Señor que escudriña lo más profundo del corazón (Pr.20:5,7)

Y también es un fuego impetuoso que nos saca del temor y los complejos para proclamar con valentía el evangelio de Jesús.

Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios (Hechos, 4:31).

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