A la ley y los profetas (3)

Judea y SamariaEl profeta Abdías sobre Edom/Esaú

Visión de Abdías. Así dice el Señor acerca de Edom: Hemos oído un mensaje del Señor, y un mensajero ha sido enviado a las naciones, diciendo: Levantaos y alcémonos contra él en batalla  (Abdías 1 LBLA).

         En nuestro contexto religioso cuando hablamos de visiones casi siempre tiene que ver con mensajes agradables. Anunciamos visiones y sueños, en muchos casos, que engordan el ego humano, ignoran el temor de Dios y olvidan la naturaleza de pecado del hombre.

Por su parte el profeta Abdías va a tener una visión devastadora para la tierra de Edom. Y no porque el profeta sea catastrofista, sino porque es el mensaje que ha oído del Señor y que debe anunciar a Edom y las naciones.

Todas las naciones se parecen mucho unas a otras en su comportamiento contra el Señor y contra su ungido (Sal. 2:1-2). En el texto del Salmo 2 se refiere al advenimiento del Mesías y la oposición que las naciones harán a su manifestación. En el caso del profeta Abdías el ungido tiene que ver con Israel y los enemigos que se le oponen.

Por tanto, las naciones tienen en común su oposición a Dios, a su ungido, a su pueblo Israel, a su tierra y a su evangelio. En realidad es todo una misma cosa: el Adversario oponiéndose, a través de los hijos de desobediencia, a la voluntad soberana de Dios para establecer su reino en la tierra.

En Edom vemos reflejada a nuestra propia nación; y en su actitud hacia Israel la de cada uno de nosotros como manifestación del hombre carnal.

Vemos que el centro de la naturaleza de Esaú se manifiesta en la soberbia de su corazón. La soberbia de tu corazón te ha engañado, tú que moras en las hendiduras de las peñas, en tu altísima morada; que dices en tu corazón: ¿Quién me derribará a tierra? (3).

Tiene su seguridad puesta en la habilidad para buscar refugios y alturas inaccesibles para sus enemigos, por tanto se siente seguro y declara con altivez que nadie podrá derribarlo. Así es como se ve Edom, pero el profeta tiene un mensaje distinto para esta nación orgullosa: He aquí, pequeño te he hecho entre las naciones; estás abatido en gran manera (2). Otra vez la soberbia nos engaña. Nos hace creer que estamos seguros cuando en realidad vivimos al borde del precipicio. La altivez de corazón piensa y dice que no tiene necesidad de nada, pero no sabe que en verdad es miserable, pobre, ciego y está desnudo (Apc. 3:17).

         Dios no hace nada sin anunciarlo por medio de sus profetas, y está escrito que resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes. El antisemitismo es una gran soberbia contra la soberanía de Dios.

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